La literatura es acaso una exploración del mal. Lo que define las novelas, y acaso la narrativa en el cine y en el teatro, es el modo como los seres humanos quebramos la ley, vamos en busca de pasiones prohibidas y arribamos a un estado incierto, siempre lejos de lo que en el mundo real se llama normalidad. Desde la leyenda de Adán y Eva y el mito de Edipo, las obras empiezan, en realidad, cuando alguna norma se incumple. Los encargados de asegurar que las leyes se quiebren, pasan a la historia. Para recordar la grandeza de la literatura basta recordar la de sus villanos: Yago, Vautrin, Bill Sikes, Claude Frollo, Milady de Winter. Todos son personajes entrañables a quienes amamos precisamente porque encarnan el mal. La literatura y el cine contemporáneos están llenos de villanos, como lo prueban las películas Oppenheimer y Los asesinos de la luna o Fortuna, de Hernán Díaz. Uno se pregunta cuál es el lugar de la gente de buen corazón, si tiene alguno, en el arte. El bien no parece ser tan misterioso y atractivo como el mal.
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En una columna reciente, en el diario El País, Irene Vallejo cita una frase de la poeta Gloria Fuertes según la cual “A mí solo me erotiza la gente buena”. Como bien señala Vallejo, en su origen los términos latinos “bello” y “bonito” son diminutivos de “bueno”. Hoy en día, cuando impera la eficiencia y la frivolidad, la bondad puede convertirse, según dice con razón, en un placer prohibido.
Pero es un placer natural, como bien nos lo recuerdan algunos personajes reales. En el relato “Amor”, la obra maestra de Clarice Lispector, una mujer sube a un tranvía “algo cansada” después de las compras del día. En el trayecto, observa a un ciego mascando un chicle en un paradero. La ola de bondad, no exenta de admiración y extrañeza, que siente hacia el ciego va a darle un sentido a su vida, al menos durante ese día. Luego de un paseo por el Jardín Botánico, la mujer se encuentra con su familia, y sus hijos que “se reían de todo, con el corazón bondadoso y humano”. Al final del día, Lispector cuenta que había terminado “el vértigo de la bondad”.
La protagonista de Lispector es una persona bondadosa y radical. Se queda con nosotros. Un personaje lúcido y de buen corazón es una rareza en la literatura contemporánea, siempre dada a las inclinaciones más radicales. Si uno lee obras como American Psycho de Bret Easton Ellis, o cualquier novela de Houllebecq, parece ser que hay una competencia por ver quién muestra a los personajes más amorales de todos. Por supuesto que no hay novela que explore la maldad con la minucia de Relaciones peligrosas de Choderlos de Laclos. ¿Hay alguien más mala que la marquesa de Merteuil?
Es difícil hacer una galería de los personajes bondadosos en la literatura pero se puede: Eugenia Grandet, Liz Bennett, Pip. De cualquier modo, los villanos ganan en el recuerdo. Aunque Clarice Lispector con su maravillosa protagonista siempre nos recuerde el valor cotidiano de la bondad.
AQ