Al contemplar las 35 piezas que integran La promesa de la imagen, exhibida en el Museo de Antropología de Xalapa, queda claro que para Isabel Leñero la pintura es una forma de intervenir el plano. En esa práctica, deambula por el espacio liminal entre lo figurativo y lo abstracto, retando al espectador para que contemple el presente del acto pictórico suspendido en el cuadro. Es justo en el instante en que la imagen es observada cuando ésta se define como mera evocación de la forma.
Estos óleos —de mediano y pequeño formatos— integran un proyecto mayor que se dividirá en dos exposiciones. Ésta es la primera parte; la segunda se presentará en octubre en el Museo de Arte de Sonora. La propuesta es la continuación de la investigación plástica que la artista ha venido explorado sobre el espacio-temporal dentro de la obra, no del antes ni el después, sino del suspendido y atrapado en el hecho pictórico.
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Leñero pinta buscando la imagen e invita al espectador a ser partícipe de esa misma búsqueda. Las obras expuestas no se dividen en series, sino en actos: expansión, intervalo y trayecto. Cada uno aborda una intención y una aproximación distinta para aprehender que la imagen nunca se detiene, que siempre está huyendo entre la mancha y la forma. Así, las piezas que integran el acto expansión explotan en el lienzo y expanden las texturas de la paleta de color mínima elegida a través de juegos de luz. Los cuadros que arman el acto intervalo transitan entre lo figurativo y lo abstracto exhibiendo el coqueteo. Y en el acto final, trayecto, contemplamos cómo suceden las posibilidades pictóricas dentro del plano.
Isabel Leñero se deleita en el hacer. En estas piezas, realizadas entre 2017 y 2018, se ve el goce de la pintura, un placer que le da gravedad al cuadro. Usa veladuras y barnices para dar movimiento a la imagen; le interesa que ésta no se detenga y por ello nos propone otra posibilidad de mirar. Una forma de contemplación que inventa un espacio contemplativo en el que es imposible distinguir si lo que está ahí es figura o huella.
Si bien hay referencias a la naturaleza, no es el tema sino el pretexto. Más que plantear relaciones estéticas, sugiere gestos de la naturaleza. Sus hojas, árboles y flores no son significantes sino promesas. No hay citas, ni temas ni historias, sino tiempo presente que sucede en la búsqueda de la imagen. En un acto de resistencia, ante la imagen contemporánea que está para ser consumida vorazmente, Leñero propone la pintura como un espacio contemplativo.
ÁSS