Sylvia Plath
Soy plateado y preciso. No tengo preconcepciones.
Todo lo que veo lo trago de inmediato
Tal como es, sin veladuras por amor o disgusto.
No soy cruel, solo veraz
—el ojo de un pequeño dios cuadrangular.
Casi todo el tiempo medito en el muro opuesto.
Es rosa, con manchas. Lo he mirado largamente
Y pienso que es parte de mi corazón. Pero parpadea.
Rostros y oscuridad nos separan una y otra vez.
Ahora soy un lago. Una mujer se asoma a mí,
Busca en mi extensión lo que ella es en realidad.
Entonces voltea hacia esas mentirosas, las velas o la luna.
Veo su espalda y la reflejo exacta.
Ella me premia con lágrimas y una agitación en sus manos.
Soy importante para ella, que va y viene.
Cada mañana es su rostro quien reemplaza la oscuridad.
En mí, ella ha ahogado a una joven; y en mí, una mujer vieja
va hacia ella días tras día, como un pez terrible.
Traducción de Víctor Manuel Mendiola