Salir de la corporalidad para entregarse al amante implica vulneración, ponerse a merced del otro y, peor, de sus circunstancias. Esta parece ser la idea en Las estrellas al mediodía, película de Claire Denis, disponible en Claro. La obra tiene, sin embargo, el añadido de que al amor carnal se opone un enemigo con tintes políticos: la traición.
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La novela en que Denis basó su guion estaba situada en la Revolución Nicaragüense de 1984, pero ella decidió adaptar la historia a tiempos de la pandemia. Trish, la protagonista, es una aprendiz de periodista que ha venido a Centroamérica para documentar los abusos de poder de estos gobiernos autoritarios. Sin razón aparente se enamora de un inglés y Trish, quien se encuentra varada en esta región que, a los ojos occidentales parece más bien el infierno de Dante, encuentra un modo de protegerse y comer entrando en el negocio de la prostitución. Su idea, tal vez un poco inocente, consiste en hacerse de un amante poderoso que le ayude a recuperar el pasaporte que injustamente le quitaron o, al menos, dinero para llegar hasta la frontera con Costa Rica y cruzarla de modo ilegal.
Las estrellas al mediodía tiene extraordinarias imágenes y las actuaciones no están mal, pero Denis aún está lejos de Chocolat, su ópera prima que sigue siendo, hasta el día de hoy, su mejor filme. Porque para ser una obra feminista fastidia un poco que Trish esté más preocupada por lo maltratado de su cabello que por el asunto que parecía interesar a la cineasta, es decir, la opresión occidental. Se extraña también que Denis haya olvidado lo que aprendió con su mecenas Wim Wenders (con quien la directora comenzó asistiendo) y que no se haya atrevido a filmar en Nicaragua y con alguien que realmente supiera hablar español.
Denis ganó con esta película el Gran premio del Festival de Cannes empatando con Close que, sin duda, es muy superior. Como sea, Denis sigue cultivando aquí una ética feminista en que la principal bandera estriba en hacerse de libertad sexual, la libertad corporal con la que uno puede, en efecto, salir de sí mismo. En este sentido, Las estrellas al mediodía resulta mucho mejor que Una bella luz interior, un filme en que la directora parecía decidida más bien a dirigir un soft porno con el problema de que la trama se desarrollaba, como aquí, de modo excesivamente pausado. Y aunque es cierto lo que dice la teórica del cine Lene Hole (que Denis sigue siendo una filósofa del cine) también lo es que, como ese otro genio francés, Olivier Assayas, Denis suele perder sus intenciones artísticas.
Si Assayas, en su momento, dirigió La red avispa, aquí Claire Denis se presta igual a la grandilocuencia de eso que llaman thriller. Pero ni el cine de Assayas ni el de Denis dejan de ser gran cine. Si Assayas escribió Viaje a Sils María, Denis, en Las estrellas al mediodía, sigue buscando el lugar que parecía garantizado para ella con Chocolat. En cierto sentido resulta lógico que autores tan complejos se dejen hipnotizar por eso que brilla, pero que no es oro: los grandes presupuestos, las historias de intriga internacional, el blockbuster.
Y Denis no ha perdido el encanto que llega hasta nosotros desde el título de la película inspirado en el siguiente poema: ¿Qué buscamos el uno en el otro? El uno en el otro, las estrellas al mediodía, mientras la luz adora a su dios ciego. La pasión de Trish por un hombre misterioso está llena de la adoración ciega de la que habla el poema de Merwin.
Las estrellas al medio día
Claire Denis | Francia | 2022
AQ