Cine de terror, cine dirigido por una mujer en Laos y producido por suizos, con un actor estonio y un guionista noruego; una película que además fue nominada en el Festival Internacional de Cine de Hermosillo. Todo esto es Querida hermana, historia de una chica piadosa y budista que abandona el campo para ir a vivir a Vientián, la capital. Nuestra heroína desea conseguir dinero para ayudar a su familia. Y a decir verdad este inicio parece de telenovela o, en el peor de los casos, el de una película pretenciosa que desea “concientizar” al público con lo difícil que es ser mujer en Laos. Pero no. Querida hermana despega y comienzan las vueltas dramáticas. En cada una de ellas nos sumergimos más en la vida de esta muchacha, sobre todo porque Querida hermana está bien escrita. El guionista se ha dedicado a trabajar en la incipiente industria de Laos y ha publicado en inglés uno o dos textos de terror. Su narrativa tiene sabor a ficción gótica; a Edgar Allan Poe, al Diablo de la botella de Stevenson. Porque si bien la historia está construida para dar al público dos o tres sustos, lo mejor de ella es la psicología de los personajes.
Hay películas en las que todos son buenos y películas en las que hay buenos y malos. Estas últimas son las peores mientras que las mejores son como ésta, en la que podemos reconocer que todos son malos porque el mal es propio de la naturaleza humana. Lo mismo sucede en la literatura gótica: no es que el ser humano esté a merced de un mal que le viene de fuera: es esclavo del mal que le viene de dentro. En este sentido, la piedad budista sirve para ofrecer el contraste psicológico en el arco dramático de la chica de campo. Si antes de caer en las vanidades de la ciudad ofrecía comida a los monjes y se ponía en cuclillas para lavar, una vez que ha amasado su pequeña fortuna gracias a los fantasmas de su hermana (en forma que no vale la pena contar aquí porque hay que verla), la protagonista terminará por bajar los ojos ante los monjes. Nuestra noble mujer se ha subido a unos zapatos de tacón y se ha coloreado el cabello para irse a meter en un bar de hombres blancos en el que coquetea con la prostitución.
Con Querida hermana los amantes de la hermenéutica encontrarán material para sus reflexiones. Tanto así que el clímax llega justo al final, con la contundencia de un buen cuento en que el escritor gana por knock out y no por decisión de los jueces. Acaba la película y uno se queda sorprendido, sin saber muy bien qué pasó pero con un muy buen sabor de boca. Querida hermana es una película inteligente y da tema para charlar. Además, visualmente es poco más que aceptable. La directora sabe dónde poner la cámara para hacernos sentir que estamos dentro de los personajes, sabe explotar el escenario exótico del sudeste asiático sin caer en el preciosismo lento de El olor de la papaya verde del vietnamita Anh Hung Tran. La directora y su guionista están cimentando un cine que a la fecha no existe. Mattie Do está dirigiendo ya otra película en Laos aprovechando todos los incentivos que ofrece Europa para lavar un poco su culpa colonial. Querida hermana es una obra fascinante no solo por lo que narra, también por lo que la rodea. Es una de esas obras que dejan un recuerdo tan agradable que dentro de muchos años pensaremos en aquella película exótica en la que una hermosa muchacha descubría que su hermana se estaba quedando ciega. Pero el darma, a cambio, le regalaba el don de ver el futuro.
Querida hermana. Dirección: Mattie Do. Laos, 2016.