Fátima López: “La poesía solo es vida cuando se actualiza en la calle”

Entrevista

La escritora mexicana, también actriz, directora de teatro y conductora de televisión, habla de su forma de ver la literatura y de su poemario ‘Nomenclatura secreta’, por el cual obtuvo el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2023.

Fátima López, escritora, actriz, directora de teatro y conductora de televisión. (Foto: Camille Fadl)
Carlos Sánchez
Ciudad de México /

De pronto las circunstancias se ponen a modo. Y ocurre la celebración de la poesía a través del reconocimiento. En el norte del país; en Hermosillo, Sonora, para ser exactos, anualmente se celebra el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal. En 2023, el libro ganador fue Nomenclatura secreta, de Fátima López.

Su búsqueda es a través de la nostalgia, los caminos cotidianos, la lectura, el entreverar de los clásicos y el mundo actual, la desdicha y el júbilo del ser.

Fátima López accede a la conversación, y este es el resultado.

¿Qué significa obtener el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal? ¿En qué momento de tu vida llega, qué vuelco le otorga este acontecimiento a tus días?

Luego de veinte años dedicados a escribir poesía, este premio es un reconocimiento a la perseverancia y, sobre todo, a la conciencia de que es ella quien nos elige a nosotros y no al revés. Para mí, la vocación por el oficio literario implica una entrega total y la asunción de una forma de experimentar y mirar al mundo, desde el humanismo y el asombro.

Recibo el premio como un grato reconocimiento a esa perseverancia, pues desde los 16 años entré al mundo de los talleres literarios con la maestra Elena Poniatowska. Lo que ha seguido, desde entonces, ha sido el descubrimiento luminoso del oficio de la palabra y el compromiso con la poesía. Este premio, además, le da la promesa de publicación a mi primer libro que, finalmente, lograría lo que el texto literario busca: encontrarse en los ojos del otro.

La búsqueda de identidad está implícita en tu propuesta poética, (Vagabundos somos buscando, entre los escombros, nuestro verdadero nombre) cuéntanos los por qué.

La identidad es el gran tema de este poemario, pues me interesaba explorar tres formas de mirada: una, la forma como nos vemos a nosotros mismos; otra, como nos ven los demás y una tercera, como nos ve la divinidad.

Siempre me intrigó la premisa cabalística del Génesis donde Dios crea a través de la palabra. En el Antiguo Testamento, la creación del mundo ocurre a partir de nombrarlo. La hipótesis de Nomenclatura secreta parte de una pregunta, a modo de investigación (como diría José Gorostiza), si acaso existe un nombre único que Dios (o lo eterno) utilizó para cada uno de nosotros al momento de la Creación, y si acaso, desde ese nombre, somos mirados sin límites de personalidad, espacio o tiempo. Porque, si es así, nosotros estaríamos, hipotéticamente, en la búsqueda incesante de esa identidad o nomenclatura única que se nos otorgó desde el Génesis.

¿Es una estrategia eficaz involucrar a personajes clásicos de la literatura para decir también las verdades de nuestras historias personales?

La exploración textual que me interesa implica lograr un balance adecuado entre los temas personales y universales. Los clásicos griegos, Shakespeare y Cervantes han escrito ya sobre todos los temas humanos; mientras que la literatura contemporánea únicamente puede actualizarlos. La búsqueda implica generar un diálogo con personajes emblemáticos de la literatura clásica, sabiendo que ellos ya pasaron por las mismas emociones y experiencias que los personajes contemporáneos. Por otro lado, la lectura de los clásicos me detona una exploración filológica, por ejemplo, el saber de dónde vienen ciertas palabras o utilizar términos griegos para emociones específicas que no tienen significado exacto en nuestra lengua.

¿De qué se aprende más: de los libros o de la calle?

Sin duda, se aprende más de la calle o, en un sentido amplio: de la vida. Los libros contribuyen a pensarla; pero la poesía solo es vida cuando se actualiza en la calle, a través de las historias, obsesiones y personajes que nos atraviesan por dentro.

Una sección de este poemario, por ejemplo, está inspirada en los vagabundos, quienes siempre me han resultado personajes fascinantes, a quienes observo y con quienes platico frecuentemente. La vivencia de la calle es algo que ellos conocen perfectamente, y nos aventajan por mucho en ese aspecto; son grandes y sabios maestros. Se aprende de la calle y de la vida, siempre y cuando uno esté dispuesto y abierto a vivir desde el asombro. Sin vivencia, no hay literatura.

El erotismo implícito en tu poesía (el vaivén cítrico de cada mañana) ¿en estos tiempos se requiere valentía para decir la libertad del pensamiento?

Cada uno escribe de los temas que le atraviesan. Para mí, son dos en particular: el erotismo y el misticismo. Aquí cabe la frase de Gonzalo Rojas con la que se autodefine: “soy un místico concupiscente”. Siempre me ha encantado la perspectiva del poeta chileno, pues el erotismo y el misticismo, más que aspectos contrarios, son las dos caras de una misma moneda y uno es necesario para comprender plenamente al otro. La exploración de estos temas y su interrelación, sirven a modo de hipótesis de un universo textual y sensorial donde habita el poema.

La nostalgia también está implícita en Nomenclatura secreta, descríbenos el origen de tus nostalgias.

La nostalgia viene de las pérdidas de aquello que hemos amado y ya no existe en el presente. A lo largo de la vida, vamos acumulando pérdidas, como nostalgias que nos acompañan a modo de fantasma. Entre esos acompañantes están, por ejemplo, nuestros muertos. Para mí, particularmente mi abuela y mi tía; ambas, figuras centrales en mi vida con quienes sueño frecuentemente y a quienes considero compañeras incorpóreas de vida. Están presentes en todo lo que soy y, por tanto, en todo lo que escribo. En ese sentido, la memoria se convierte en un territorio presente, explorado e iluminado, a través de la escritura.

¿Cómo se pueden aglutinar todas esas locaciones de la entraña en un solo poema? Me refiero a esos almendros que hay de sobra.

El poema es un punto de encuentro entre diversos espacios: el exterior, el interior, el onírico, el de la memoria… La confluencia de esos espacios y tiempos detona la multiplicidad de sentido de la palabra. Aquí es donde entra en juego la “logopea”, como diría Ezra Pound, o “la danza del intelecto entre las palabras”. El poema es posibilidad en tanto todos esos espacios se convierten en uno solo, a través del texto; aunque, el verdadero lugar al que aspira habitar está en el interior del lector. Ahí es donde el poema se completa verdaderamente.

AQ

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