El extraordinario y complejo universo de Federico Silva

In memoriam

El 29 de noviembre murió el artista mexicano, uno de los más versátiles e innovadores del siglo XX, creador de obras emblemáticas como Serpientes del Pedregal, que envuelve el Espacio Escultórico de la UNAM.

Federico Silva, 1923-2022. (Cortesía: Museo Federico Silva)
Laura González-Flores
Ciudad de México /

Exegi Monumentum. Sirva esta frase de Horacio para celebrar la larga vida de Federico Silva (16 de septiembre de 1923-29 de noviembre de 2022), uno de los más versátiles e innovadores artistas mexicanos del siglo XX, así como un distinguido universitario. Profesor en la Academia de San Carlos a inicios de los años setenta, Silva se integró poco después a la Coordinación de Humanidades de la UNAM como investigador: un caso extraordinario, el de la creación del artista-investigador universitario, una figura que redundó en el caso de Silva en una fecunda contribución a nuestra universidad.

Si Horacio afirmaba que “había erigido monumentos” refiriéndose a su obra poética, su frase se aplica literalmente a la obra que Federico Silva produjo desde 1944 hasta fechas muy recientes. Tan rigurosa como innovadora y experimental, la producción artística de Silva es un riquísimo y complejo universo que transita por la pintura, la escultura y el arte-paisaje, pero que también incluye el cinetismo lumínico, la gráfica digital, el sonido electroacústico y la escritura. De carácter transgenérico, la obra de Silva no solo resulta innovadora por su conjunción de materiales, procesos técnicos y estrategias plásticas diferentes, sino, sobre todo, por la evolución formal y estética que tal conjunción de recursos produce en los géneros involucrados.

Esculturas monumentales, Ex-Hacienda de Amaxac, Tlaxcala. (Cortesía: Museo Federico Silva)

Pero más que “evolución”, al describir la obra de Silva viene a la mente la pertinencia de utilizar la noción de “revolución”. Este término describe la influencia afectiva, estética y política de David Alfaro Siqueiros y Vicente Lombardo Toledano en la vida y obra de Silva. Pero también sugiere su capacidad de abandonar las formas probadas —en su caso, la pintura mural de vocación política— para explorar nuevas posibilidades de creación material y formal, en Silva, la escultura cinética, la pintura abstracta, el sonido electroacústico y la escritura.

Si el propósito central de la perspectiva poliangular que aprendió de Siqueiros era convertir el mural en una “caja” plástica o una “máquina envolvente”, ese es justo el efecto inmersivo que logra Silva entre 1970 y 1975 con los aparatos cinético-lumínicos que exhibe en el Museo de Arte Moderno (Arte cinético, 1970) y en la Sala Verde del Palacio de Bellas Artes (Experiencia lumínica 2 y láser, 1972). Si bien ambas exposiciones tuvieron buena fortuna crítica, su obra cinética no logró circular exitosamente en el mundo del arte pero Silva desplazó su investigación del espacio a otras formas inmersivas del arte: al muralismo abstracto (Historia de un espacio matemático en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, 1980, y El principio en Huites, Sonora, 1996-99), a las esculturas móviles monumentales (Objetos de Sol y otras energías libres, 1977), así como a las instalaciones de sitio-específico el paisaje (el proyecto colectivo Espacio escultórico, 1979, y las Serpientes del Pedregal, 1986).

El taller de Federico Silva en La Estrella, 2022 (Cortesía: Museo Federico Silva)

Heterogénea y transgenérica, toda la obra de Silva podría entenderse como una variación de lo monumental. Y es que incluso en su escala e intención, sus pequeños bocetos o dibujos se piensan desde lo público y lo social: son obras que buscan estar inmersas en el mundo, rodeadas o transitadas por muchas personas, como las Serpientes del Pedregal, esa escultura escalable que rodea el Centro Escultórico de la UNAM, donde promovió la creación colectiva del Espacio escultórico al lado de Mathias Goeritz, Helen Escobedo, Hersúa y Sebastián, todos ellos trabajadores, profesores o estudiantes de la UNAM en esos momentos.

Solo en la UNAM destacan de Silva obras como Pájaro C y Serpientes del pedregal (Centro Cultural Universitario), Dino (Biblioteca Nacional) y Canto a un dios mineral (Palacio de Minería). Miembro de la Academia de Artes en la sección de escultura desde 1992, Federico Silva fue nombrado creador emérito del FONCA desde 1993, distinguido en 1995 con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, y en 2010, con un Doctorado Honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México y otro por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

Dueño de una enorme sensibilidad y una inteligencia aguda, Federico Silva defendió tanto la libertad con intenciones claras, con el corazón y la pasión por delante. A través de casi cien años logró esculpir, a través de una vida plena, llena de intensos acontecimientos, una personalidad artística de fuerte carácter individual. De los dibujos a la gráfica digital, de la pintura mural a la rupestre, de la escultura cinética al ambiente sonoro, la obra de Federico Silva exploró exitosamente los caminos antinómicos o ambiguos de la representación. Porque, como él mismo recuerda, citando a Lope de Vega, “oscuro el borrador, el texto claro”.

Laura González-Flores es investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

AQ

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