Pensamos en la felicidad como un estado de euforia, de plenitud o de beatitud, nuestro concepto se ha distorsionado con la publicidad y las fotografías de bancos y compañías de seguros con gente que mira las pantallas de sus computadoras y ríe exultante o ejecutivos de traje que brincan como si se hubieran sacado la lotería.
En 1758 el filósofo francés Voltaire escribió una novela llamada Cándido o el Optimismo y en 1791 el Marqués de Sade publica Justine o los Infortunios de la virtud. En los dos relatos los personajes Cándido y Justine padecen la avalancha de la realidad, empecinados en convertirla en algo positivo a pesar de su desgracia. La realidad como antagonista de la felicidad, los obliga a entrar en un estado de negación.
- Te recomendamos Contar historias, decir verdades Laberinto
Cándido obedece dócilmente la filosofía de Leibniz, que encarna su profesor filósofo Pangloss, su nombre significa “el que habla de todo”, trata de dar explicación a sus desventuras, con los principios de la razón suficiente: “Debe haber una razón suficiente para que cualquier cosa exista o suceda, o cualquier verdad pueda obtenerse, esa razón, muchas veces, solo la sabe Dios”. Lo que nos deja sumisos en la incertidumbre e ignorancia, sin capacidad de sublevarnos ante los absurdos o injustos hechos de la realidad,
El principio de Plenitud en el que afirma que “éste es el mejor de los mundos posibles o imaginado”, y asume que “lo que ha sucedido era lo mejor que podía suceder”. Lo flagelan, torturan, los caníbales están a punto de comérselo, lo encarcelan, padece hambre, lo persiguen, se ve obligado a asesinar y a huir, y no hay escapatoria, su optimismo, como le enseñó Pangloss no debe decaer. Las aventuras de Cándido son una crítica feroz a la filosofía de Leibniz, que demuestra que el optimismo ciego es una forma de evasión. Fue un best seller de su época, y hasta ahora los seguidores de Leibniz odian a Voltaire porque dicen que ridiculizó sus ideas, yo estoy de acuerdo con Voltaire, Cándido es una obra maestra de la crítica.
En Justine sucede lo mismo, la diferencia es que el Marqués de Sade une la fe religiosa a las ideas de Rousseau “del buen salvaje”. Atribuye esa ceguera a su fe religiosa, Justine está convencida de que cada una de sus desgracias se va a solucionar, que existe una Providencia que protege a los buenos, la naturaleza humana tiene una inclinación innata a la bondad. La violan, la golpean, degradan, torturan, y al final la parte un rayo. Justine jamás toma una actitud pragmática y activa ante los hechos, no aprende, no evoluciona, es la perpetua espera de un evento imposible que la sacará de esa cadena de desgracias.
Entonces la felicidad, ¿dónde está? Al leer estas novelas podemos pensar que el trabajo por obtenerla, la rebeldía que nos empuja a actuar, el aprendizaje ante los hechos, es decir, que ese largo proceso nos debe acercar a un estado de paz.
ÁSS