Los dos rostros de Felipe Cazals

Cine

¿Crítico o alineado? ¿Innovador o vaca sagrada? Las opiniones opuestas sobre este cineasta fundamental corresponden a diversos contextos de su trayectoria.

Felipe Cazals en el Festival de Cine de San Sebastián en San Sebastián, España, en 1977. (Fototeca MILENIO)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

En La aventura del cine mexicano y todas sus secuelas (esa auténtica librería indispensable para estudiar al cine nacional) el investigador Jorge Ayala Blanco expresa en torno a Felipe Cazals dos opiniones de muy distinta naturaleza. Por una parte, el crítico reconoce en el realizador a un autor cardinal; a un cineasta sin el cual el arte en nuestro país hubiese sido otro. Las primeras películas del realizador, las que produjo cuando volvió de estudiar en Francia, son para Jorge Ayala Blanco “una conquista”.

El crítico atribuye a Cazals la introducción en México de una nueva forma de hacer cine que resulta, por fin, inteligente, moderna y personal. “Explora la forma”, dice. Y “la poesía en el cine”. Ayala Blanco lo compara con los autores del cinéma-vérité ni más ni menos. “Todo hablaba bien de Cazals” afirma en La búsqueda del cine mexicano. Sobre la película Emiliano Zapata de 1970 escribe que en ella parece “haber reencarnado el espíritu del historiador John Womack”. En otra parte, tomando ideas de Ortega y Gasset, Ayala Blanco afirma que La manzana de la discordia, de 1968, es un filme irrepetible en el cual subyace una intuición predominante: “el espíritu de las formas ha muerto. Quedan los pliegues y las articulaciones del lenguaje”. Sin embargo, conforme va avanzando en su minucioso análisis del cine mexicano, la imagen de Cazals comienza a cambiar. No deja de reconocer en él a un artista capital. Elogia siempre a uno de sus guionistas, Xavier Robles, quien en la oscuridad de los años de López Portillo consiguió sortear la censura con Bajo la metralla de 1983 y Los motivos de Luz de 1985.

Aún así, en La disolvencia del cine mexicano, Jorge Ayala Blanco se lanza con toda violencia contra Felipe Cazals y espeta de modo despectivo que era una vaca sagrada del cine oficial. ¿En qué se basa el crítico de cine para lanzar una acusación tan seria contra un autor que en su obra produjo tanta crítica social? La respuesta está en otro libro importante en el estudio del cine nacional. En José Revueltas, obra cinematográfica, coordinado por Francisco Peredo y Carlos Narro, el mismo Peredo (en la sección La dramática fílmica de José Revueltas) cita una entrevista que hizo en 1994 Leonardo García Tsao a Felipe Cazals. En ella el cineasta afirma que El apando pudo filmarse gracias a que él aprovechó un auge, un espíritu, una franja de libertad de expresión que propició el sexenio de Luis Echeverría. Es decir, Felipe Cazals, quien a su muerte merece todos los elogios de un grande del arte mexicano, reconoce que pueda identificársele con un “alineado” con el régimen echeverrista, si bien especifica que lo hizo para usar a su favor la intención gubernamental de curarse en salud luego de los excesos de 1968.

Este pequeño contraste en torno a las opiniones que despertó Felipe Cazals permite apreciar la importancia de un artista cuyas obras principales hoy pueden verse de modo gratuito a través de YouTube. Las Poquianchis, El apando y Canoa fueron, todas, estrenadas en 1976. Y de modo muy particular El apando resulta esencial si se quiere aprehender el modo en que Cazals se unió al Nuevo Periodismo para producir, con base en un riquísimo texto de José Revueltas y guión de José Agustín, una obra que denuncia las injusticias que se cometían en los años de la guerra sucia. El apando es una película cardinal si se quiere entender a Cazals, este artista que pudo usar al estado para devolverle un retrato devastador.


AQ

LAS MÁS VISTAS