Francisco Toledo: modernidad de los orígenes

Francisco Toledo

Dieciséis artistas visuales valoran el quehacer pictórico y social de ese migrante de formatos que fue Francisco Toledo.

Francisco Toledo (17 de julio de 1940 - 5 de septiembre de 2019) (Ilustración: Boligán)
Miriam Mabel Martínez
Ciudad de México /

Inconforme es quizá el adjetivo que mejor vestía Francisco Toledo, que nunca se conformó ni en el hacer plástico ni en el político, y nos enseñó a ver la modernidad desde otro enfoque, con otra paleta, un creador que nunca le tuvo miedo a experimentar. Probar, hacer, fueron parte esencial de su propuesta, que siempre se caracterizó por cruzar fronteras. Así transitó del dibujo a lo pictórico, de la gráfica a lo artesanal, de la tradición a la modernidad, de los orígenes al futuro, de la literatura a la plástica. Migrante de formatos, de géneros, de soportes y técnicas, Toledo inspiró con su hacer imparable a muchas generaciones a las que legó —ya en vida— una forma lúdica y comprometida de experimentar el arte en la creación personal y en el compromiso social. Su imaginería, trazo, inteligencia y talento nos acompañarán para inventar y continuar rutas imaginarias. Artistas de distintas generaciones hablan de esa enseñanza.

Mónica Castillo

(Ciudad de México, 1961)

El legado más importante de Toledo es cómo relacionó su ser artista con su ser social. Regaló en su entorno como un artista regala ideas al mundo. De las diez instituciones que fundó y deja como herencia, ninguna lleva su nombre.

Lo que vi en el velorio del IAGO fue una infinidad de arreglos florales de instituciones culturales y sociales, ramos de flores, velas y veladoras de todo tipo, filas de gente triste y agradecida. No he tenido la experiencia que la muerte de otro artista deje esa sensación de orfandad. Me parece que el monumento que deja es avasallador, porque es un monumento hecho de afecto y gratitud.

Me pregunto quién no fue directa o indirectamente beneficiado por su obra, por sus instituciones fundadas, por sus diseños, por su arquitectura, por sus luchas sociales. Y no se diga como maestro: qué manera de enseñarnos a todos los caminos que podemos tomar.


Miguel Castro Leñero (Ciudad de México, 1956) Patricia Álvarez (Aguascalientes, 1958)

Hablar de Francisco Toledo, de sus aportaciones y su dimensión social, nos sobrepasa en este momento. Necesitamos que el tiempo fluya para ponderarlo en toda su riqueza y profundidad; sin embargo, son muy claras dos cosas: que fue y es un artista de valores excepcionales y un ser humano extraordinario. Su tributo y su legado nos seguirán sorprendiendo a nosotros y a las generaciones venideras.

Sobre su quehacer artístico nos gustaría destacar algunos asuntos. En primer lugar, su capacidad para transitar en todos los medios con soltura y notoriedad inusuales, su capacidad para enlazar el diseño y lo artesanal con lo artístico. Grabador inconmensurable, dibujante excepcional, fantástico pintor, un dechado de talento en cada batalla que emprendía. Lo segundo es el poder de sus imágenes. La mayoría de sus obras son rotundas, de un poder visual y sensorial que nos captura de inmediato. No podemos sustraernos a su realidad y belleza, a veces brutales, pero siempre auténticas y frescas. El tercero es la cereza del pastel: el humor de su mundo, humor antiprotocolario. Además del legado artístico que aportó al mundo del arte, nos queda la lección de su sencillez y ética profesional.


Irene Dubrovsky

(Buenos Aires, 1972)

El inagotable Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca es la pieza sobre la que se armó el proyecto cultural de Oaxaca, pero quizá la obra más importante es haber imaginado cómo la cultura puede organizarse como una enorme red social que se vuelve inseparable de la vida diaria de la ciudad de Oaxaca. El impacto político estuvo en haber recuperado Santo Domingo y su jardín, espacios que, como otros, devolvió a la gente en una idea por recuperar la soberanía.


Demián Flores

(Oaxaca, 1971)

Francisco Toledo me enseñó el gusto por la gráfica, por los libros; por él entendí el arte desde lo social. Su legado es múltiple: Toledo artista, Toledo promotor, Toledo solidario, Toledo humanista. Pienso en Leonardo da Vinci y su imagen de El hombre de Vitruvio, el dibujo que se ha convertido en un símbolo universal, en cuya perfección y armonía miro a Toledo como un hombre reconfigurado en un ser espiritual, centro sagrado del universo.


Iván González de León

(Ciudad de México, 1961)

En 1980 visité una exposición de Francisco Toledo y me impactó su obra. Fue la primera vez que veía a un artista que representaba una parte invisible de México y que aún no era parte del conocimiento academizado. Me atrajo lo que se desprendía de sus cuadros. Hablaba y pintaba lo que veíamos, lo que sentíamos, lo que olfateábamos e intuíamos acerca de un universo sensorial. Su trabajo explora una cosmovisión personal que siempre ha mantenido frescura, y que hasta el presente no ha perdido su pureza, como se admira en la exposición Toledo ve en el Museo de las Culturas Populares. Creo que una de las grandes aportaciones de Toledo está en que supo generar una visión que negocia un mundo mesoamericano vigente con una plástica formal inmersa en la modernidad del siglo XX y que supo ampliarse y experimentar también el siglo XXI.


Isabel Leñero

(Ciudad de México, 1962)

En la plástica, su gran aportación es la creación de un vocabulario local genuino que logró trascender exponencialmente; lo mismo sucede con su compromiso social. Fue activista y artista de manera simultánea.


Víctor Lerma

(Tijuana, 1949)

Todos tenemos un recuerdo de alguien. Yo me pregunto si a Francisco Toledo, cuando era joven, le llegaban los medios a pedirle ese recuerdo de alguien o cuando era más adulto y más conocido hacían lo mismo, y si daba un recuerdo histórico, amistoso o cariñoso. Lo comento porque en el archivo de artista de Pinto mi Raya trato de juntar los momentos clave que se abordan en los periódicos y veo y leo el cariño que le tenían a Francisco Toledo y eso me resulta muy emotivo.

No lo conocí personalmente, pero el azar nos colocó en el mismo espacio. Hace como seis o siete años, mientras yo buscaba un libro en la librería Rosario Castellanos, él también lo hacía, solo que estaba comprando muchos libros. Un empleado del lugar me comentó que iba seguido y se llevaba cajas para su biblioteca en Oaxaca. Sin duda, esa biblioteca es un significativo legado para Oaxaca.


César Martínez Silva

(Ciudad de México, 1962)

Francisco Toledo ha sido el gran artista cósmico juchiteco, guardián del universo. Es planeta y semilla, es el eco trascendental, es la certeza de que la imaginación es una estrategia política.


Mónica Mayer

(Ciudad de México, 1964)

Francisco Toledo fue una fuerza generadora ejemplar. Creó una obra espectacular y conformó importantes instituciones con generosidad y compromiso social. Esto le dio la calidad moral para defender diversas causas… y lo hizo con energía. Hoy que los reflectores se los llevan quienes actúan como fuerzas destructoras, ejemplos como el de Toledo son invaluables.


Darío Meléndez

(Ciudad de México, 1985)

Tras la ruptura y el influjo internacional, Francisco Toledo pudo mantener un regionalismo crítico que pocas veces se mira en estas latitudes. Asimismo le admiro la perpetuación de una línea autógrafa, esa línea de trazo única que condensa toda la investigación plástica y existencial de un autor, como la línea de Schiele. Esta creatividad está en extinción pero Toledo la preservaba.


Ulises Ponce de León

(Ciudad de México, 1965)

Plásticamente, Francisco Toledo es un artista que hace todo un desarrollo a partir de la zoomorfia y la antropomorfia, lo que resulta excepcional en la plástica de autor (no de las culturas antiguas). Políticamente, admiro que trabajara con la comunidad y sus necesidades concretas y no desde una perspectiva ideológica, como ocurrió con los artistas de la Escuela Mexicana. Además, nos legó enormes contribuciones como gestor cultural.


Jorge Ismael Rodríguez

(Zacatecas, 1960)

Conocí el trabajo de Francisco Toledo a principios de los años ochenta. Yo estaba en tensión entre el trabajo virtuoso como escultor académico (la representación) y el uso de objetos recuperados (chácharas) para ponerlos en interacción con mis esculturas y hacer arte objeto o instalaciones. Cuando conocí el universo fantástico de Toledo, la relación con lo mítico real y lo creado, las ironías soportadas por el uso virtuoso de sus insumos, se me abrieron muchísimas posibilidades. De alguna manera, me dio permiso de soltar las narrativas que estaban de moda, y de la que casi toda mi generación abrevaba, y desarrollar mi propia sintaxis. Creo también que hay alguna influencia transversal en los valores míticos con los que a veces doto a mis piezas, posibilidad que Toledo abrió a mi generación.


Rafael Ruiz

(Ciudad de México, 1971)

Francisco Toledo sobresale por su capacidad para reflejar un imaginario propio relacionado con sus raíces culturales, de una forma nada solemne, casi lúdica. No son obras ilustrativas de una cultura prehispánica como las de los muralistas, sino imágenes que parecen surgir de su infancia, de historias escuchadas en su niñez. Ese ojo y esa mente fresca nunca lo abandonaron como artista.

Asimismo, dentro del ámbito político deja una muestra de la manera en la que se puede estar conectado activamente con nuestro entorno, y tener una posición para contribuir a la transformación, viendo y actuando desde la individualidad para la colectividad.


Cecilia Vázquez

(Ciudad de México, 1967)

En la plástica, su más grande logro fue llevar la imaginería indígena al lenguaje del arte moderno occidental. Hablando en términos formales, inventó la línea espinosa. Además de su activismo, que todos conocemos y que se relaciona con su visión plástica, se propuso volver al origen, visibilizar las raíces y restaurar su dignidad frente al mundo a través de todas sus luchas.


Boris Viskin

(Ciudad de México, 1960)

Toledo penetró las raíces de la estética indígena creando piezas modernas de vigencia brutal. No hablo de su imaginería (chapulines, conejos y caimanes que tantos quieren copiar), sino de algo más profundo: su paleta de barro, mimbre y cochinilla, y su trazo tan peculiar y que tanto brilla en su dibujo y su gráfica, semejando el enmarañado del petate o del tejido manual.

Gran artista, supo separar el arte de la política. Incluso su magnífica exposición Duelo, en el MAM, en memoria de los 43 estudiantes desaparecidos, no resultó una obvia crítica al gobierno y a las “fuerzas del orden” sino devino inmersión dantesca en las entrañas de la violencia prehispánica y la gran humillación de la Conquista, herencias que nos persiguen y crean asesinos por doquier.

Su quehacer político (pues su manera de hacer política era haciendo) fue su manera de protestar: protestar proponiendo. Los espacios tan hermosos que fundó, y que al abrirlos en verdad se abrieron, quedan como un legado tan potente como su plástica.

ÁSS​

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