Isabelle Huppert es todo en Frankie, película de Ira Sachs. El director estadunidense es famoso por ser abiertamente gay y por haber participado en todos los festivales importantes del mundo. Justamente estrenó Frankie en el Festival de Cine de Cannes el año pasado.
Huppert es todo no sólo porque su actuación es, como se espera, espectacular; además, uno siente que la diva francesa ha dejado algo de sí misma en esta historia que va de una actriz que ha viajado a Sintra, en Portugal, con toda su familia y los que más ama para decir adiós. Porque Frankie está muriendo de cáncer. Huppert interpreta a una suerte de Greta Garbo que quiere morir con los ojos abiertos.
El filme está basado en una obra india de 1962, Kanchenjungha. La familia burguesa del filme de Satyajit Ray se traslada en la versión de Sachs a los paisajes portugueses poblados de leyendas medievales. Así, las fuentes, el bosque y las villas, enmarcan la historia de los amores de Frankie; sus maridos en distintas épocas y los hijos que tuvo con distintos esposos orbitan en torno a esta estrella moribunda. Evidentemente, toda la apuesta del guionista gira en torno a poner en escena los sentimientos que habitan al ser humano. El amor, por ejemplo, se manifiesta en sus muy distintas caras. El que siente Frankie por su hija, el que siente por su mejor amiga o por el exmarido homosexual; el que siente por el esposo en turno (un hombre rollizo pero atractivo) o el amor que nace en dos adolescentes que se besan junto al mar.
Ira Sachs, no hay duda, tiene el talento y los recursos necesarios para construir un universo particular en torno a los sentimientos de Frankie y los suyos. Y si bien es cierto que a menudo la película parece demorarse, sobre todo cuando el fotógrafo se detiene en la belleza de una locación, también lo es que se trata de la clase de cine que no debería contarse. Es cine que hay que ver. Con ciertas previsiones. Pues si uno no es amante del cine de arte y, más específicamente, del cine francés, se va a aburrir. En cambio, los amantes de divas como Isabelle Huppert y ese cine que está basado en el único arte realmente imprescindible en el cine (esto es, la actuación) encontrarán la película fascinante.
De igual modo, a Frankie deben evitarla todos aquellos que están convencidos de que el amor brilla en esas farsas infumables que la publicidad llama “comedia romántica”. Si a uno le gusta Ben Stiller no encontrará en Frankie sentido del humor ni situaciones hilarantes. Ira Sachs dirige a sus actores basado en “el método”. Cada escena, si uno se fija, está construida con base en una emoción que un personaje ofrece y otro recibe. O rechaza. Como cuando el muchachito portugués se aproxima a la chica inglesa para besarla o cuando el aprendiz de director de cine se aproxima a Frankie para ofrecerle un guión y ella, educadamente, le dice en forma gestual que no está interesada a pesar de que murmura: claro, hágame llegar su libreto. El toma y daca de emociones es el auténtico motor del guión.
Ira Sachs ha construido una pieza que, es verdad, por momentos resulta hierática, incluso un poco fría. Como la Huppert que, sin embargo, siempre vale la pena. No podía ser de otro modo; esta película está hecha para ella, para que se luzca produciendo para el público emociones en modo similar al pintor que atrapa la luz. La luz de este fotogénico extremo de Europa que de pronto parece pintado por Sorolla. Y es Isabelle Huppert quien da luz a todo Sintra.
ÁSS