Franz Kafka: un escritor tan de nadie y tan nuestro

Entrevista

Andrés Neuman y Alberto Gordo, el prologuista y el traductor de ‘Cuentos completos’, publicados por Páginas de Espuma, hablan sobre la actualidad del autor de ‘La transformación’ a cien años de su muerte.

Franz Kafka, 1883-1924. (Laberinto)
Carlos Rubio Rosell
Madrid /

Dice el escritor hispano-argentino Andrés Neuman que la vigencia de Kafka en nuestro tiempo, cien años después de su muerte, “sigue propiciando fenómenos inversos”. No es tanto que su obra explique el tiempo que nos ha tocado resistir, observa, “sino que la realidad misma insiste en volverse cada vez más kafkiana, en una mímesis oscura como una cucaracha”.

Para Neuman, la oscilación entre una aparente indiferencia y una extrema susceptibilidad hace que la inteligencia sensible de Kafka termine refutando o parodiando al súper hombre de su época, que protagonizaba las políticas y las poéticas. “Vulnerable, pudorosa y dubitativa, en incurable estado de incertidumbre, la figura de Kafka nos resulta quizás un siglo más cercana que las sobreactuaciones épicas de Hemingway o Henry Miller, por mencionar dos casos en sus antípodas”. Esas dudas, agrega, “son el fantasma final de toda su escritura, en la cual hasta los fantasmas dudan de su propia existencia”.

En el espléndido prólogo a la edición definitiva en nuestro idioma de sus Cuentos completos, que acaba de aparecer publicada por el sello español Páginas de Espuma, Neuman considera que “su inapelable consagración a largo plazo se basa, entre otros factores, en su aversión al éxito a corto plazo” y “en una suerte de desconfianza estructural con respecto a la noción misma de triunfo”.

Kafka, apunta Neuman, “escribió como un hombre cansado de todo aquello que nunca tuvo, filosóficamente agotado por unos intentos de los que prefirió abstenerse. En esta huida de todo centro juega un papel crucial su identidad desplazada, hecha de minorías superpuestas: demasiado judío para el canon alemán de entreguerras (recordemos que sus tres hermanas, al igual que Milena, murieron en campos de concentración), demasiado germanófono para la tradición checa, demasiado incómodo para el futuro soviético de su Praga natal, demasiado distinto de su propio padre. Quizá por eso sea tan de nadie y tan nuestro”.

Para Alberto Gordo, traductor de esta edición que reúne por vez primera en nuestra lengua los 86 cuentos que Franz Kafka escribió a lo largo de su vida, entre ellos textos póstumos, el escritor checo sigue vigente un siglo después de su muerte, “y prueba de ello”, explica en entrevista con Laberinto, “es el interés que ha despertado su centenario en todo el mundo”.

Gordo observa que Kafka es un clásico a la manera en que Italo Calvino definía a los clásicos como aquellos autores que nunca dejan de decir lo que tienen que decir. “Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando empezó a publicarse la obra que no estaba publicada y a leerse de verdad lo que había publicado en vida, han proliferado las interpretaciones de su obra y cada generación ha sentido desde entonces que Kafka le está hablando. Hoy en día ocurre lo mismo y podemos igualmente rastrear en nuestra realidad las claves de su obra. Esa es la prueba mayor de que es un escritor vigente”.

En ese sentido, el traductor señala que hay en nuestro tiempo una nueva visión de Kafka que tras un siglo ha comenzado a florecer, y tiene que ver sobre todo con esa visión que se tenía hasta hace no mucho de lo kafkiano como algo angustioso y absurdo. “Es evidente que eso está en su obra; pero ahora ya no entendemos a Kafka como el artista que está en su escritorio por la noche, un gris oficinista de día que luego se convierte en un autor genial que crea tocado por las musas, esa visión un poco romántica del artista como alguien ajeno a la sociedad. Creo que gracias al esfuerzo de determinados biógrafos y filólogos hemos podido descubrir cosas que antes habían quedado soslayadas, como el hecho de que Kafka era un hombre con muchos amigos, con una vida social perfectamente normal e integrado en su trabajo, donde era muy bueno y respetado, y estaba lejos de esa imagen del oficinista a disgusto, que lo único que quiere es esperar para escribir. También sabemos ahora que Kafka era un hombre con un grandísimo sentido del humor, que le gustaba ir a las tabernas, que le gustaban las mujeres, beber cerveza, ir a los teatros. Esto ha hecho que haya cambiado esa visión oscura que se tenía de él y que leamos su obra de otra manera. Por ejemplo, El proceso, la gran novela de Kafka y quizás una de las grandes novelas del siglo XX, que se leyó durante mucho tiempo como una mera alegoría que anticipaba el capitalismo, con su entramado burocrático lleno de oficinas, una especie de poder omnímodo que está por encima, todo eso está, pero hoy podemos ver esos elementos con rasgos humorísticos, con una distancia irónica que Kafka trabajaba. Así que lo estamos leyendo de otra forma y es bueno que así sea”.

En el plano del lenguaje, ¿qué registros aprecia en la escritura kafkiana?

A nivel lingüístico y estilístico es un autor para quien la precisión era más importante que el preciosismo, y estaba obsesionado con decir lo que quería decir, y eso hace que sus frases tengan una gran densidad. A nivel estilístico, Kafka tiene una gran variedad de registros y en este aspecto es todo un virtuoso. También hay rasgos humorísticos que se aprecian cuando encontramos divergencias entre lo que está contando y cómo lo cuenta, porque muchas veces se da una conversación entre dos personajes y el registro es el de un alemán casi burocrático, lo que genera un corto circuito muy divertido y sutil. Por otra parte, hay diálogos que parecen antinaturales y las conversaciones son un poco deslavazadas. Hay cierta divergencia entre lo que uno espera de un personaje y cómo reacciona.

En la traducción que ha hecho, ¿hay algunos cambios que incorpore y que quizás aclaren malentendidos de antiguas traducciones? Recordemos que no hace mucho tiempo Jordi Llovet tradujo un título emblemático como La metamorfosis y lo sustituyó por La transformación, algo que usted también acepta.

Creo que mi traducción está emparentada con esta nueva interpretación de la que estamos hablando. En el caso de La metamorfosis, la traduzco como La transformación, y en esto estoy de acuerdo con Jordi Llovet, ya que el verbo que se utiliza para explicar lo que le sucede a Gregorio Samsa es “transformarse”. No se “metamorfosea”. Creo que traducirla como Metamorfosis la emparentaba con una tradición, la de Ovidio, y la elevaba a un registro que Kafka quizá no quería. En ese sentido, no hemos querido usar los títulos que puso Max Brod a algunos de los textos póstumos, y empezamos con las primeras frases de los cuentos, como uno que titulamos “He provisto la construcción”, un cuento inacabado pero magistral y que se ha traducido como “La obra”. Así que he querido traducir lo que dice Kafka, qué léxico y registro utiliza intentando abstraerme de toda clase de interpretaciones que pueden condicionar la lectura.

¿Cómo está estructurada esta edición de Cuentos completos?

En primer lugar, la cronología es muy importante, ya que podemos leerla de esta forma desde el primer cuento que escribió, inacabado, y que se titula “Descripción de una lucha”, del que hay tres versiones, hasta el último que escribió justo antes de morir, titulado “Josefina la cantante o el pueblo de los ratones”. Hay autores cuya trayectoria es quizá más zigzagueante y que tienen picos, bajones, cosas mejores y peores. En cambio, en Kafka se aprecia una progresión ascendente, lo que hace de este volumen algo fascinante, porque vemos al principio un estilo algo balbuceante y ese estilo va creciendo y haciéndose más sofisticado, y en esa medida podemos ver un proceso muy interesante hasta llegar al virtuosismo de las últimas obras. Esta progresión se ve también en los papeles privados. Así que la cronología en Kafka hace mucha justicia a su obra, lo que no quiere decir que el libro no se pueda picotear y se lean cuentos de forma aleatoria.

¿Qué tan distante está esa cronología literaria de su propia biografía?

A Kafka siempre se le ha leído muy ligado a su biografía, si bien sus textos de ficción son lejanamente autobiográficos. Pero en este libro es posible, con la biografía en la mano, ver qué aspectos tomaba de su vida cotidiana trasladándolos metafóricamente y casi irreconocibles. Vemos a un Kafka juguetón, joven, que está empezando a hacer sus primeros garabatos con prosas muy breves, a veces meros fogonazos, textos con apenas desarrollo, fragmentarios, hasta cómo va condensándose y dando lugar a una densidad artística alucinante. Así que en estos relatos es posible rastrear su biografía.

¿Podemos decir que esta edición que conmemora el centenario de su muerte nos abre la puerta a descubrir a un Kafka que no se había visto antes?

A Kafka se le ha publicado asiduamente, pero no es hasta la década de 1980 que en Alemania se empiezan a editar sus obras completas, y aún hoy queda un tomo de sus cartas. Estos cien años nos dan una buena perspectiva y permiten tener un conocimiento más profundo. Cada uno puede incluso tener a su Kafka.

Con esta perspectiva, ¿podemos situarlo hoy en una tradición distinta de la que siempre se le ha situado?

Kafka surge cuando eclosiona el expresionismo y las vanguardias, y en gran medida escribe contra el expresionismo, aunque incorpora elementos de ese movimiento. Por otra parte, hoy podemos asimilarlo a Dickens, cuya influencia es manifiesta en relatos como “El fogonero”. De hecho, cuando lo termina, le gusta y dice que es puro Dickens. En el fondo dice que admira a Dickens pero que él lo hará mejor. También admira a Flaubert. Pero Kafka coge los géneros y los retuerce y les da su propio punto de vista. Otro de sus referentes es Heinrich von Kleist, uno de los grandes preciosistas de la literatura alemana, de quien toma los temas. Luego hay que considerar que era un gran lector de biografías porque le gustaba observar la evolución de los personajes, algo que quizá no se traslada tanto a su literatura como a su propia vida. Creo que en esas biografías buscaba ciertos modelos vitales que pudieran servirle ante su angustia existencial.

AQ

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