Una apacible tarde de 1994, Gabriel Figueroa me comentó esto en su casa de Coyoacán: “Greg Toland, quien fotografió El ciudadano Kane, me hizo el favor de decirme: ‘Yo hubiera querido tu profundidad’. Eso fue después de que vio mi trabajo en Río escondido, en especial el triángulo que se forma cuando aparece María Félix con otras dos mujeres. Por tener todo en foco tuve que aplastar la iluminación, por eso no es perfecta en esa escena”.
Ahora, mientras veo el gran trabajo que hizo el Laboratorio de Restauración Digital de la Cineteca Nacional con Río escondido (Emilio El Indio Fernández, 1948), espero con ansia esa célebre imagen, que se produce durante el velorio de un niño asesinado por el cacique. Al verla, me parece tan genial como todo el trabajo fotográfico de Figueroa.
A más de siete décadas de distancia, el discurso nacionalista del Indio en Río escondido se percibe demagógico, sobre todo en las secuencias iniciales en Palacio Nacional, mientras que el esteticismo de Figueroa perdura y se agiganta. La entonces bellísima María Félix interpreta a Rosaura, una maestra que reabre la escuela primaria de un miserable pueblo desértico y además encabeza la vacunación contra una epidemia de viruela. Cualquier semejanza con la actualidad no es mera coincidencia.
Don Gabriel también me comentó: “Podría decir que mi estilo se inició en Flor Silvestre, una película con Dolores del Río y Pedro Armendáriz. Al inicio del rodaje, El Indio me dijo: ‘Tú coloca la cámara donde quieras’. En la noche fuimos a ver rushes y quedó muy impresionado; lo que él vio, sobrepasó en mucho lo que tenía en mente y desde entonces me dejó poner la cámara donde yo quisiera”.
Quien no le dio esa misma libertad creativa fue Luis Buñuel pero, según el propio Figueroa, “yo me defendí con base en la iluminación”. El director español y el fotógrafo mexicano trabajaron juntos en Los olvidados, Él, Nazarín, El ángel exterminador.
Entre John Huston y Gabriel Figueroa también hubo estira y afloja al filmar La noche de la iguana: “Cuando hicimos la primera escena, en la iglesia, empezamos con un close up del cura que salía a la calle, y para allá íbamos; después venían los acercamientos para tener entrecortes del protagonista. Huston me decía: ‘Dame a estas dos gentes aquí’. Después de hacer la toma, le pregunté: ‘¿Qué le parece esta otra?’. Él me volteó a ver como diciendo: ‘¿cómo se atreve éste a marcarme el emplazamiento?’. Finalmente, aceptó como el 30 por ciento de todo lo que le sugerí”.
Y de John Ford: “Cuando lo conocí, él ya tenía una experiencia fabulosa; nunca veía rushes, se limitaba a preguntarme cuál lente estaba usando y con eso ya sabía todo. Ni siquiera se asomaba a la cámara. Hicimos El fugitivo en 1947 y él ya estaba en el cine desde 1912”.
Acerca de su vida, don Gabriel me dijo: “Ha sido plena, feliz. En mi trabajo fui un hombre realizado, lo mismo que en mi familia. También hubo golpes fuertes, pero se fueron así como vinieron”.
En ese momento, Figueroa tenía 87 años y se declaraba “listo para morir, ya tengo apartado mi lugar en el Panteón Francés. Quisiera morirme ya, a más tardar hoy; ¿para qué quiere uno perder todas las facultades?”.
Murió el 27 de abril de 1997, tres días después de su cumpleaños 90.
AQ