Gabriel Retes: cuando el pasado parecía futuro

Cine

El Bulto, obra paradigmática del realizador mexicano, marca el tránsito entre el cine de autor y el personal; es un cine bien producido, bien grabado y bien fotografiado.

Gabriel Retes, cineasta mexicano fallecido el pasado 20 de abril. (Facebook: Gabriel Retes)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Conocí a Gabriel Retes en 1990, porque era mi vecino y porque su hija era mi compañera de prepa. Los lunes escapábamos de la escuela para ir a jugar cricket en casa de Retes. Sólo aquí podíamos beber y fumar a las diez de la mañana. La idea de El Bulto surgió como experimento mental: ¿qué sucederá cuando me muera? ¿Y si despierto? La primera pregunta se habrá respondido el pasado 20 de abril, cuando murió Gabriel. La segunda se la contestó él mismo en El Bulto, la más famosa de sus películas y, probablemente, la mejor.

El Bulto marca en Retes el tránsito entre el Cine de autor y el Cine personal. En la historia de México marca, además, el tránsito hacia un cine mexicano bien producido, bien grabado y bien fotografiado. Como Retes, su Cine personal trasciende las aspiraciones políticas del autor en los años de 1970 y los ensayos experimentales de los años de 1980. Enamorado como nunca de la vida, de su mujer y de sus hijos, Gabriel se ha desprendido ya, sin mucha dificultad, de los dogmatismos que lo marcaron en la adolescencia. Creía claro (y hasta el final) en la justicia social, pero dejó de creer en panfletos comunistas.

Como se sabe, El Bulto cuenta la historia de un hombre que recibe un garrotazo el 10 de junio de 1971 y cae en coma. Veinte años después, Lauro despierta y encuentra que sus hijos ya no creen en el comunismo. Además, su mejor amigo se vendió al sistema y dice que Salinas es un gran presidente con un entusiasmo que, en el fondo, parece compartir el autor. Así lo confirma la escena paradigmática de El Bulto: el hombre que ha revivido pasea por el Zócalo de la ciudad en su silla de ruedas y grita ¡viva México! ¿Qué te parece tu país? Pregunta la enamorada. Y él responde: chingón. El rojo, el que sonríe cuando se entera que Vietnam ganó la guerra, ha cambiado tanto como su país.

El Bulto me sobrepasó”, dijo Retes en una entrevista en que confesó también que le sorprendía mucho darse cuenta, ya en el cuarto de edición, de lo que realmente estaba queriendo contar cuando pensaba una historia.

Debe haberle sorprendido que con El Bulto ya no buscaba cambiar las estructuras sociales sino elogiar el amor a su familia en una obra que filmó así: en su casa, con su gente. La primera secuencia contiene lo que estéticamente es esta película. Y luego de haber visto, en Roma de Cuarón, el mismo episodio nacional, pero contado con una técnica impecable, puede que El Bulto resulte chambona a los jóvenes que hoy ven cine por streaming. Los golpes y la actuación pueden parecer inocentes y, ya al interior de la película, los diálogos explicativos y la intención muy evidente. Hay algo en El Bulto que, sin embargo, brilla más allá del tiempo y el espacio: la verdad. Gabriel Retes dice aquí la verdad de sí mismo y de sus hijos; la verdad sobre su madre y su mujer.

El Bulto es una magnífica película no sólo porque divierte y edifica; quienes conocieron ese mundo, además, se enternecen. Pues, en efecto, enternece ver al Bulto sorprendido con lo mucho que ha avanzado la tecnología frente a una computadora de aquellos años; enternece verlo maravillado con unos walkman y leyendo a José Agustín no para disfrutarlo sino porque es su único medio de información en un mundo sin Internet. Dice Gabriel Retes en una secuencia: “estoy seguro de que cuando me muera, voy a seguir pensando y sintiendo exactamente lo mismo”. Que así sea.


El Bulto puede verse en México en el sitio gabrielretes.com y a través de Primevideo.

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