Durante su intensa trayectoria, la compositora Gabriela Ortiz (Ciudad de México, 1964) ha reivindicado la libertad creativa como un “derecho único del artista”. En el ejercicio de ese derecho, la también integrante de El Colegio Nacional ha creado una obra musical que la coloca en un lugar preponderante entre los compositores contemporáneos. “Es una artista que transita por el camino de la música universal; su música está comprometida con la historia y no con la anécdota personal”, ha dicho su maestro, Mario Lavista.
Para el aclamado director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, la creadora mexicana es una de las compositoras más importantes y más vibrantes del mundo. “Tiene un talento fuera de serie. Es un privilegio tocar su música”. Es precisamente con el titular de La Filarmónica de Los Ángeles (LA Phil) —y próxima batuta de la Filarmónica de Nueva York— con quien Gabriela Ortiz ha visto cumplirse algunos de sus propósitos más codiciados.
Uno de ellos es el lanzamiento, bajo el prestigioso sello discográfico Platoon, de Revolución diamantina, el primer álbum de obras orquestales de la recién nombrada compositora residente del Carnegie Hall, interpretado por LA Phil y su director artístico Gustavo Dudamel.
Las tres obras que componen el álbum fueron comisionadas a Gabriela Ortiz por la orquesta angelina. Kauyumari es una celebración de “nuevos comienzos” y le fue encargada para reflejar el regreso a los escenarios tras la pandemia. El concierto para violín Altar de cuerda, en el que rinde homenaje a la civilización maya, ha sido interpretado en Barcelona, París y Londres por la violinista española María Dueñas durante la gira europea de LA Phil. Finalmente, Revolución diamantina, que da título al álbum, es un ballet inspirado en el movimiento feminista en contra de la violencia de género. La dramaturgia estuvo a cargo de la escritora Cristina Rivera Garza, premiada con el Pulitzer por su libro El invencible verano de Liliana, en donde relata el feminicidio de su hermana
Sobre Revolución diamantina, la periodista colombiana Leila Cobo, considerada una autoridad en la música latina, escribió: “celebramos sin reserva las raíces mexicanas de Ortiz. Pero celebramos aún más el que su música logra traspasar los límites de su origen para tocar nuestras fibras comunes de humanidad, manteniéndonos fascinados en el proceso”.
La obra, en su versión de concierto, fue estrenada el 16 de noviembre de 2023 por la Filarmónica de Los Ángeles bajo la dirección de Dudamel. Esta conversación con Gabriela Ortiz se realizó antes del estreno.
Gustavo Dudamel ha dicho que soñaba con dedicar un álbum a tu música. ¿Cómo ha sido la relación con el director venezolano y con LA Phil?
Es una relación muy sólida. Es fantástico cuando te encuentras con alguien tan profesional como Gustavo, que entiende muy bien lo que hago. Hay una complicidad, él conoce muy bien mi música y sabe cómo dirigirla, entiende el ritmo y las técnicas. Y luego, si además tienes una orquesta que suena tan bien, te encuentras en una situación privilegiada con la que puedes profundizar en las cuestiones musicales. Todo funciona cuando se llega a un nivel tan profesional. Se logra una interpretación muchísimo más enriquecedora. Si tienes una oportunidad así, tienes que entregar todo, dejar tu vida ahí.
Para mí ha sido un gran privilegio participar con Gustavo en la Iniciativa Musical Panamericana. Es una inquietud que siempre he tenido: posicionar la música latinoamericana, porque tenemos excelentes compositores. Las artes visuales, el cine y la literatura son expresiones artísticas más conocidas y mejor posicionadas que la música.
¿Por qué escoger los feminicidios como tema para un ballet?
Es un tema muy fuerte. No es un ballet con una historia fantástica como El lago de los cisnes. Revolución diamantina es una obra ambiciosa, de gran envergadura. Nunca había escrito un ballet, pero tenía muchas ganas de hacerlo.
Mi hermano, Rubén Ortiz, fue el primero que puso el feminismo en la mesa. Es artista visual, había hecho una serie de pinturas donde se refiere a la manifestación que hubo en 2019 en la Ciudad de México, cuando las mujeres marcharon en las calles lanzando diamantina rosa y morada, hicieron pintas en espacios públicos como protesta en contra de la violación a una mujer por parte de la policía. Las mujeres salieron a la calle con mucho enojo, con mucha violencia. Yo entiendo una parte de ese enojo, es comprensible cuando ves que en México todos los días suceden feminicidios.
Ese fue uno de los sucesos relacionados que me marcaron para hacer esta obra. Otro de ellos fue la enorme manifestación en 2022, en el Día Internacional de la Mujer. Ese día, el gobierno de la Ciudad de México envió contingentes de mujeres policías y uno de estos, liderado por la comandanta Andrómeda, decidió marchar con las manifestantes gritando “Policía consciente se une al contingente”. ¡Fue algo inédito! Fue como decir: “Si estamos luchando por lo mismo, qué estamos haciendo separadas. Hay que unirnos”.
Y el otro suceso fue el movimiento del colectivo feminista chileno Las Tesis, con ese himno icónico basado en la letra de la antropóloga argentina Rita Segato. Las feministas hicieron un acto performativo que tuvo repercusión mundial.
Como artista, no podía quedarme callada. Cuando platiqué con Juan Villoro, me sugirió buscar a Cristina Rivera Garza, autora de El invencible verano de Liliana, para este proyecto. Me puse en contacto con ella y afortunadamente aceptó participar haciendo la dramaturgia.
¿Cómo fue la colaboración con Cristina Rivera Garza?
Cristina hizo una dramaturgia muy poética, con una gran sensibilidad. Habla de cuestiones como la violencia doméstica, el amor incondicional que te puede llevar a la locura, el dominio que ejerce la figura patriarcal.
Yo me comunico a través de la música y de los sonidos; Cristina a través de las palabras, de su literatura, su poesía y sus ensayos. Mi trabajo es hacer música, pero tengo que hablar de lo que me interesa, de lo que me aqueja como persona y una de esas cosas es la violencia que cotidianamente vivimos. Nos tenemos que unir en esto. Por eso el último movimiento de Revolución diamantina se llama “Todas”. Creo que la responsabilidad y la salida es de todas y todos. No hay otra salida.
Por ahora solo se ha estrenado la música, no el ballet, pero es importantísimo que la obra se haya grabado. Es algo que pido a gritos que se haga en México: que haya grabaciones, porque las orquestas no están grabando.
¿A qué crees que se deba que no haya grabaciones recientes en México?
No hay dinero o hay otras prioridades. La Secretaría de Cultura puso las prioridades en otro lado, no en la música. Hacer una grabación es muy caro y una beca del Fonca no alcanza para grabar a una orquesta sinfónica. Se necesita apoyo gubernamental. Se necesita voluntad. Ningún compositor va a poder sustentar los gastos para pagar los espacios adecuados o para pagarle a la orquesta.
Existen grabaciones de la Orquesta Sinfónica Nacional y de la Filarmónica de la Ciudad de México. Pero, hasta donde yo sé, la única orquesta que ha estado grabando es la Sinfónica de Minería. Tal vez me equivoco, pero son contadas las grabaciones y es algo muy importante porque se trata de crear un legado. Además, tampoco hay una editorial que publique la obra de compositores mexicanos. Estaba Ediciones mexicanas de música, pero ahora es prácticamente inexistente. Es gravísimo porque una editorial contribuye para que esa música siga sonando. Un ejemplo: murió Eugenio Toussaint y Alicia (su viuda) ha hecho un trabajo extraordinario para tener todo el catálogo de Eugenio, pero si alguien del extranjero quisiera tocar su música, cómo va a saber a dónde dirigirse, cómo va a saber que Alicia lo puede ayudar. Por eso es tan importante que exista una editorial de compositores mexicanos.
Tampoco digo que estemos en cero, pero es poco lo que está pasando y el presupuesto es muy limitado. Alejandro Escuer, con el apoyo de Lucina Jiménez, hizo el maratón de música contemporánea; Ludwig Carrasco está haciendo una labor muy buena con la Orquesta Sinfónica Nacional, estrenando música mexicana, pero todo es así, con poquito. Los sueldos son muy limitados, la falta de dinero se nota en todos los ámbitos. Se ha visto muy poco en cuanto a música de concierto. No hay producciones nuevas de ópera, no hay obras comisionadas. Por eso se retoma lo que ya se hizo.
Las autoridades tienen que apoyar a los artistas que están en México, que son muchos y muy talentosos. Creo que el enfoque de esta administración se fue hacia la cultura popular, pero no es la única cultura que se genera en México.
¿Por qué es importante el arte en los momentos de crisis?
El arte alimenta el espíritu de muchas maneras, te ayuda a lidiar con las situaciones difíciles de la vida. Es un gran aliado, por lo menos para mí. Desde algo tan simple como si estoy deprimida, pongo música de Celia Cruz y me pongo a bailar, o escucho a Pérez Prado y ya me siento de buen humor. El arte hace ver las cosas que pasan con otra sensibilidad, no con esa crudeza a la que de pronto estamos expuestos y eso ayuda a tener otra perspectiva, a ver desde una óptica más humana, mas poética. Una cosa es que te cuenten del cambio climático, lo leas en un artículo o lo vivas como se vivió el huracán en Acapulco, y otra cosa es que lo veas desde el ojo de un artista, desde su sensibilidad.
Con este ballet, Revolución diamantina, espero que el público explore otros caminos que alteren su forma de sentir y percibir.
Dirías que el arte recuerda que la belleza está ahí a pesar de todo.
Sí. Me acuerdo, por ejemplo, en la película Apocalypse Now de Francis Ford Coppola, esa escena en donde ves el ataque desde helicópteros y al mismo tiempo estás escuchando la música de Wagner. Lo que vemos es terrible, pero a la vez es estético, está tan bien hecho, tan bien filmado, es tan fuerte que se convierte en una especie de poesía bélica. Con la música de Wagner aquello se vuelve una locura. Esa es una de las escenas que más me han impactado en el cine.
Volviendo a Revolución diamantina, ¿te consideras feminista, activista o solo una persona comprometida con su tiempo?
Activista en el sentido de formar parte de un colectivo y ese tipo de cosas, pues no. No pertenezco a ningún colectivo. Hay grandes activistas y grandes figuras femeninas que han aportado muchísimo a los movimientos feministas y eso es maravilloso. Ellas lo han hecho de una manera y yo lo hago de otra. Mi manera de aportar ha sido siempre a través de la música, esa es mi manera de ejercer el feminismo: a través de mi obra digo lo que quiero decir Es ahí donde está mi nicho, en la música. No está en otro lado. Todo lo que tenga que decir lo quiero hacer a través de la música.
En tus composiciones, México es un tema presente de una u otra manera.
Casi todo lo que hago tiene que ver con mi país. Es muy raro que aborde temas que no tengan que ver con México. Normalmente, lo que he hecho tiene que ver con México: mis óperas, obras como Luciérnaga... Ahora, por ejemplo, estoy trabajando en un nuevo concierto para chelo en el que abordo el tema de los cenotes y de la cultura maya. Trata sobre la tragedia que ha sido la devastación de los ríos subterráneos que ha causado la construcción del Tren Maya.
Mi tema de trabajo tiene que ver con México, porque vivo aquí y porque quiero a mi país. Me duele lo que veo alrededor y, como me duele, tengo que sacar todo eso que me duele y lo hago a través de mi obra.
AQ