En el artículo “Semanarios juveniles” que escribió en 1939 (incluido en el volumen El león y el unicornio y otros ensayos), George Orwell señaló el oscuro cretinismo que transmitían los sesgos políticos y los patrones culturales de los cómics y magazines que se expendían en los quioscos de las barriadas londinenses. Gem, Magnet, Modern Boy, Triumph, Wizard, Rover, Skipper, Hotspur, Adventure y algunas otras revistillas, compartían más similitudes que diferencias, fundamentalmente en el discurso moral y los estereotipos.
Orwell resalta la despreciable representación que Gem y Magnet ofrecían de las razas y de los extranjeros. Por ejemplo, el francés era irascible, barbado y gesticulaba mucho; el español o el mexicano eran siniestros o traicioneros, igual que el árabe, el afgano y el chino, sólo que este último, además, llevaba coleta, mientras que el italiano iba armado con una daga, el sueco era amable y estúpido, y el negro, cómico y muy fiel (a fin de no herir susceptibilidades o incurrir en la paradoja, debo aclarar que Orwell usó el apelativo negro en su artículo), aunque ahí no quedaba la cosa: la clase obrera se mostraba como una panda de chistosos o de cuasi villanos. El sindicalismo, las huelgas, la guerra civil o el fascismo eran asuntos que no se integraban a la línea editorial de esas publicaciones, no obstante que pronto estallaría la guerra. Así que tras un largo repaso de pasquines, Orwell dispara con ironía: “La mentalidad que se inculca en estos semanarios es la de un integrante excepcionalmente estúpido de la Navy League en 1910”.
A través de su plataforma de streaming, Disney ha reclasificado y retirado de los perfiles infantiles algunos de sus filmes clásicos como Dumbo, Peter Pan, Los aristogatos o La dama y el vabagundo por “mostrar representaciones negativas o estereotipos incorrectos de personas o culturas”, como explican en la página stories matter de su sitio web. La intención es positiva, nunca es tarde para corregir, mas lo cierto es que en este mundo bárbaro por dentro y polarizado por fuera, parafraseando a la cándida Lula de Sailor’s Holiday de Barry Gifford, es imposible subsanar las fracturas socioculturales que las representaciones negativas han forjado por generaciones y, de hecho, se siguen sembrando en las cabezas ya no sólo a través de lo mediático sino en las arengas políticas y las ideologías radicales. Disney hace lo suyo, sí, pero hay que reconocer que los estereotipos son indelebles en el imaginario, son una especie de virus como el que, proclamaba William Burroughs, pulula en las palabras. Basta recordar la definición de estereotipo de la Real Academia Española: “imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable”. En el adjetivo final se halla el anatema.
Reclasificar, prevenir sobre los abyectos detalles narrativos (la sátira xenófoba, la caricatura racial) fue mejor que eliminar los materiales del catálogo, pero cabe preguntar si bloquearlos (que en la práctica es prohibir o censurar) de los perfiles infantiles fue una buena decisión. Orwell, por supuesto, respondería que sí: “La medida en la que las personas toman sus ideas de la ficción es cuando menos discutible. Yo personalmente creo que la mayoría de las personas recibe una influencia mayor de la que reconoce en las novelas, los seriales, las películas, etc., y que desde este punto de vista los peores libros son a menudo los más importantes, porque son por lo común aquellos que se leen a una edad más temprana. Es probable que muchas personas que se consideran sofisticadas y ‘avanzadas’, en realidad porten a lo largo de la vida un trasfondo imaginario que han adquirido a lo largo de la niñez”.
Yo aún tengo mis dudas. Prefiero volver a la cita exacta de la cándida Lula de la novela de Barry Gifford: “el mundo es salvaje por dentro y extraño por fuera y a veces resulta difícil no dejarse llevar por estos defectos”.
AQ