Gilberto Aceves Navarro (24 de septiembre de 1931-20 de octubre de 2019) es quizá, junto con Francisco Toledo (1940-2019), uno de los artistas más rupturistas del siglo XX. Al margen de la Generación de la Ruptura, estos dos solitarios construyeron, por separado, rutas potentes. Dos artistas que hicieron escuela por decisión; Toledo más en el compromiso social y político, Aceves en la enseñanza. Ambos amantes del dibujo, Francisco Toledo autor de la línea espinosa, Gilberto Aceves Navarro investigador del trazo en sí. Cada uno forjó una línea de exploración del arte, una estrategia que compartieron.
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En 2001, Gabriel Macotela organizó una sesión de dibujo para celebrar los 70 años de Aceves Navarro. Ahí estaban en el Museo Universitario del Chopo artistas de diversas edades que habían sido sus alumnos gozando del dibujo. La imagen era tan potente como delicado el sonido del grafito sobre el papel. Aquella lista de alumnos nunca dejó de aumentar. En aquel entonces, Merry MacMasters le preguntó qué le significaba dar clases: “La experiencia de comunicar algo que es prácticamente incomunicable. Creo que tengo una cualidad en eso que no sé de dónde salió, pero allí está. No la he hecho ni breve ni corta, sino que he tratado de ser lo más amplio que he podido. Muchos de mis alumnos ahora son personas muy importantes, lo que también me da mucho gusto. Quiere decir que no he perdido el tiempo”. No lo perdió sin duda.
Como tampoco lo perdió para seguir creando. Hace apenas dos semanas, Marco García, del Taller de Producción e Investigación Gráfica Carlos Olachea de la Facultad de Diseño y Arte de la UNAM, llegó a su casa, en Cuernavaca, con un tórculo; en cinco horas realizó, quizá, su última obra. En 2018 Per Anderson, de La Ceiba Gráfica, le llevó una piedra para una litografía. Este año expuso en el Seminario de Cultura Mexicana pintura de pequeño formato. Un deleite apreciar su minuciosidad plástica. Recientemente, en el Museo de la Ciudad de México nos conmovió con pinturas enormes, pinceladas aún energéticas, contagiosas de vida.
Gilberto Aceves Navarro murió en la línea, siempre atreviéndose, retando, reclamando. Sin más grupo que el de sus alumnos, exploró por 70 años la pintura y la enseñanza, aferrándose al hoy, reinventándolo. Un maestro que nunca dejó de enseñar ni en su homenaje en el Palacio de Bellas Artes: una última clase en la que sus alumnos lo volvieron a honrar dibujando. Un cuadernillo lo acompañó hasta el final demostrando que su trazo no tiene tiempo.
RP/ÁSS