En la historia de la danza clásica, Giselle ha marcado una época relevante tanto temática como técnicamente. Este ballet se consolidó como emblema del estilo romántico y en su momento exigió de una evolución física e interpretativa de las bailarinas. Carlotta Grisi trascendió a la historia por su interpretación de la protagonista.
Estrenado en 1841 con partitura de Adolphe Adam en la Ópera de París, Giselle toma los tópicos del romanticismo estético para construir la historia de un amor fatídico en la que el rol de la mujer y sus relaciones afectivas no dejan de alentar una discusión vigente.
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Giselle es una joven aldeana a quien Hilarion ama celosamente. Ella, por su parte, se encuentra con el duque Albrecht disfrazado de pueblerino y acepta su galanteo, pese a que, al deshojar una margarita, la suerte se pinta adversa: “me ama, no me ama...”. Al verse rechazado, Hilarion jura venganza: constituye así la masculinidad incapaz de tolerar el rechazo y anteponer sus deseos a la voluntad de la “amada”.
Durante una fiesta del pueblo, Giselle se encuentra con la princesa Bathilde y danza para ella. Hilarion descubre la verdadera personalidad de Albrecht, así como el compromiso matrimonial entre ellos. Giselle descubre el engaño, cae en la locura y muere en los brazos de su madre.
La interpretación de la locura ha requerido de las ejecutantes cualidades histriónicas extraordinarias que llegan a romper las tradicionales danzas en las cuales las protagonistas lucen impecables y bellas. Giselle se despeina, descompone su postura y gesticula de tal modo que trastorna a los espectadores. A la bailarina se le exige descomponerse hasta volverse loca y morir. Albrecht queda atónito y desesperado, lo que también requiere del bailarín una demostración de emociones poco usual en los personajes varones. De esta manera, el ballet reflexiona con profundidad sobre las emociones humanas más allá de los estereotipos.
Para el segundo acto, hacen su aparición las Willis, pálidas almas de las mujeres fallecidas vírgenes. Myrtha, su reina, encabeza lo que llaman el ritual de la venganza: hacer bailar a sus victimarios hasta la muerte. Hilarion será el primero. Arrepentido, Albrecht llega a la tumba de Giselle y corre con la misma suerte: frente a Myrtha, es obligado a bailar hasta la muerte. La fuerza del amor de Giselle le dará aliento para resistir vivo hasta el alba. Al amanecer, las Willis desaparecen y los amantes deben despedirse pese a los intentos de Albrecht por retener a Giselle, quien debe asumir su maldición, provocada por el engaño y la traición.
La interpretación de las Willis propició que Carlotta Grisi probara las zapatillas de punta con las que podría conseguir un efecto más convincente para la naturaleza etérea e intangible de los espíritus del bosque. Este efecto revolucionó para siempre la naturaleza de la danza clásica y exigió, además de las características histriónicas de los ejecutantes, una combinación entre fortaleza física y sutileza de los movimientos de la intérprete que hoy son las cualidades más impresionantes de las bailarinas de ballet.
El 27 de septiembre, en el Auditorio Nacional, podremos ver la versión cubana de este ballet romántico. Alicia Alonso reconfiguró esta interpretación al imprimirle, en 1943, elementos técnicos pulcros y una sensibilidad interpretativa que ha dejado huella en la historia de la danza en el mundo.
Hoy en día, los tópicos románticos exigen un debate y una reflexión sobre las relaciones humanas y sobre los roles que la mujer ha adquirido a lo largo de la historia y con cuyos paradigmas ha intentado romper. Tal vez, al establecer un vínculo empático y conmovernos con la locura de Giselle, podríamos entender los motivos de las mujeres que buscan su emancipación.
ÁSS