Excéntrico, teatral, impredecible, esteta, amoroso, egoísta, vicioso de saber, lo querías todo para ti, y lo tomaste, te adueñaste de una existencia que no tenías planeada, ni siquiera imaginada y fuiste un príncipe dentro de esa galería de tus sueños y tus obsesiones.
¡Alto! ¡Detente! ¿Qué te has creído? ¿A dónde vas? Tu misión de galerista y mecenas no termina aquí, tus cuadros inundan tu casa, todas las casas, llenaste las paredes vacías de pinturas, metiste el arte en la vida de la gente, le gritaste: “¡Mira! ¡Abre los ojos! ¡Aquí está el arte, existe algo que no has contemplado!”. Eso es tu obra y no termina, es tu voz, es tu mirada.
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El artista eres tú, el creador eres tú, Aristóteles lo dijo: “artistas en el gusto, en la visión de inventar artistas”. Te posesionabas de la sensibilidad de las obras. Hiciste de tu vida la gran obra de arte. ¡Se abre el telón de terciopelo rojo! La vida de Guillermo Sepúlveda comienza ahora mismo, su leyenda se trepa al escenario y grita: “¡La belleza existe, miserables ignorantes!”. Se acabaron los profetas y seguiste creyendo en los artistas cuando ya nadie creía en el arte.
El escenario es tu casa, palacio-obra-escultura, a escala de un hombre que no se cansó de inventar, encerrado misántropo, leyendo cientos de libros, actor de tu película, decorador de tu escenario, Orson Welles que se encarna a sí mismo, historia en blanco y negro, a veces luminosa, otras siniestra penumbra, y Memo en medio de ese Sunset Boulevard de la ficción de tu existencia.
El artista eres tú, hiciste exposiciones para contemplar y conocer más arte, acaparar maneras de ver el mundo ¡Llévense todas las obras de arte! ¡Desaparezcan todos los colores! Lo viste todo, hasta que te hastiaste, el gran galerista se retira, el gran galerista dice: “¡Basta, me largo!”. Y qué te llevas, dime, qué elegiste, y nos miras burlón, con esa risa de gozo y cinismo, nos dices: “¡Nada! ¡Ya me devoré todas las obras que yo quería, todas las experiencias que buscaba, ya lloré lo que perdí y lo que gané, ya me cansé de ustedes y de mi escenario, despreciable imaginación, dame la nada de la realidad!”.
Pantagruélico, coloso, eres artista de las memorias, guardaste miles historias en tu cabeza, recuerdas y platicas con monólogo interminable. Nos hipnotizas, nos cautivas, y no paras de recordar, y lo vuelves a vivir, se ve en tu mirada, se ve en el palpitar de tus sienes, buscaste artistas que te hicieron feliz y te decepcionaron, y lo platicas con la pasión del que hace arte, de quien es el arte mismo.
Hay algo que no te vas a llevar, y son mis recuerdos, esos me los quedo yo. Gracias por tu amistad, tocaste mi destino y nos volvimos cómplices en nuestra lucha perdida. Gracias por el instante en que fui parte de tu historia, gracias por ser parte imborrable de la mía. Guillermo Sepúlveda, el artista, está en silencio.
AQ