Hace cinco años fui invitado por la Editorial Mirlo para ilustrar la novela La peste, de Albert Camus. Era la segunda ocasión que leía esta novela, ahora con el objetivo concreto de ilustrarla gráficamente. Decidí resolverlo por medio de dibujos a tinta y colores al pastel.
La sensación terrible y dolorosa de la novela se va pegando en la piel del lector, las ratas van invadiendo el espacio junto con las víctimas mortales de la peste. Realicé cientos de dibujos de ratas y al mismo tiempo me sentía invadido por esa sensación de fragilidad entre los habitantes de la ciudad argelina de Orán, lugar donde se desarrolla la historia. Hoy la realidad me ha metido de nuevo a esa sensación de una manera diferente y brutal: Orán es el mundo real y estamos todos dentro.
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En este tiempo de encierro he retomado una tradición de dibujo específica para exorcizar mis demonios, los demonios del covid 19: los demonios del miedo.
El dibujo a tinta sobre papel de arroz es una técnica de dibujo milenaria, una tradición china que se remonta al siglo III antes de nuestra era. Pasó a Japón con el nombre de Sumi-e. Sumi quiere decir tinta y e pintura. Su ejecución requiere de pinceles de bambú, tinta y papel de arroz o papeles de fibras naturales. Por las características de su ejecución no hay posibilidad de error, pues se dibuja directamente dejando la tinta sobre el papel en trazos firmes que no posibilitan dar marcha atrás.
De manera muy poco ortodoxa, sin respetar las exigencias formales de esta tradición intento diariamente tomar estos elementos como tabla de salvación. Son dibujos de casi dos metros de largo. Han aparecido casi todos los miedos posibles y hasta un retrato de Artaud flotando en el desierto. Recordé ese día mi lectura de El teatro y la peste, leído hace ya muchos años en un viejo camión guajolotero, viajando por pueblos ahora extraviados en el territorio de la memoria.
Tradición ancestral, nuevos tiempos, viejos miedos.
ÁSS