Segunda y última entrega. Para leer la primera parte, da clic aquí.
Haz lo correcto de Spike Lee está estructurada como comedia griega. Hay incluso un coro: tres viejos borrachos que comentan todo lo que sucede en este barrio en el que Mookie reparte las “famosas pizzas de Sal”. Hay en este barrio ecos autobiográficos de la adolescencia de Lee, cuando fue a Brooklyn después de haber vivido su niñez en Atlanta, Georgia.
Es importante notar que no todos recibieron Haz lo correcto con igual entusiasmo. Hubo críticos que propusieron censurar la película por miedo a que produjese disturbios raciales. Desde aquel día la polémica no deja de seguir a Spike Lee. Tampoco a Almodóvar, un ejemplo en el mundo hispano de cine políticamente ácido y cómicamente incisivo. Debe ser por eso, por los puentes que pueden tenderse entre estos dos cineastas, que los curadores del Museo de La Academia de Hollywood han pedido a ambos que preparen una muestra conjunta para diciembre de este año.
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La narrativa de Lee visibiliza tanto a los afroamericanos en Estados Unidos como Almodóvar a las minorías sexuales en el mundo hispanoparlante. La obra de uno y otro se resiste a ser encasillada y más bien llevan las ideologías hasta el terreno de la sana discusión pública. No caen nunca en el panfleto.
El héroe de Haz lo correcto, interpretado por el mismo Lee, es suficientemente complejo como para evitar que el director caiga en la trampa de los personajes unívocos. Al contrario, Mookie es un pícaro. Justo por eso podemos identificarnos con él.
Al inicio y al final de la película se nos presenta la que puede ser definida como “petición de principios” de Lee. En la secuencia inicial una canción habla de Elvis Presley, a quien se tacha de racista. El cuadro final presenta dos citas encontradas: en una de ellas Luther King dice que la violencia es inmoral, en otra Malcolm X justifica la violencia. La cosa no puede ser más dialéctica. Mookie, iniciador del disturbio que termina con un incendio en la pizzería de Sal, ¿estaba en lo justo?
No se trata de que cada quien encuentre la solución como quien imagina el final que mejor le acomoda en un frívolo ejercicio narrativo; es evidente que la intención del autor es proponer un debate en torno a la tensión racial que siempre está a punto de explotar en Estados Unidos.
La cuestión de “la raza” en las películas de Lee se presenta tan compleja como lo es en la vida real, y en ello estriba la mímesis: esta obra de Spike Lee trae a presencia la realidad no porque la imite sino más bien porque genera otra realidad que nos invita a discutir, a discurrir. Hay aquí otro paralelo con Almodóvar; como el manchego, el afroamericano Spike Lee no ha vuelto a producir obras tan acabadas como las de su juventud.
Haz lo correcto es la obra más importante de este director y la escribió, la produjo y la actuó, cuando tenía sólo veintinueve años. Eso es un virtuosismo que se vuelve tangible en la eficiencia con la que presenta, en menos de diez minutos, a tantos personajes como hay en una novela rusa. Aquí están los negros, claro, pero también los italianos, los puertorriqueños y los coreanos, la policía y un blanco que, por pisar los tenis de un chico de mala cabeza, está a punto de ser linchado. Aquí están los hijos de Sal, el vendedor de pizzas, la hermana coqueta, el niño listo. De cada uno de los personajes de esta obra se podría escribir un cuento y justo por ello el final estalla con semejante fuerza; la de un drama que ha ido en crescendo y que resulta por igual hilarante y profundo.
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