Henri de Toulouse-Lautrec: el pintor de los bajos fondos

Personajes

Pintor postimpresionista, deforme y acomplejado, supo captar como nadie el desenfreno y la doble moral, pero también las virtudes de la bohemia parisina.

Henri de Toulouse-Lautrec. (Henri Rachou, 1883)
Andrea Serdio
Ciudad de México /

Henri de Toulouse-Lautrec nació el 24 de noviembre de 1864 en la localidad de Albi, en Francia. Parte de una familia aristocrática, tuvo una infancia feliz a pesar de su débil constitución ósea. De niño se fracturó los fémures, lo que impediría el crecimiento de sus piernas,volviéndolo con los años un ser deforme y acomplejado.

Fue un pintor postimpresionista que, influido por Edgar Degas, le dio gran importancia al dibujo. Prefirió los ambientes cerrados y la luz artificial a las escenas al aire libre características de sus predecesores. Como Manet y Degas, se sintió fuertemente atraído por la noche y sus personajes: prostitutas, bailarinas, músicos, camareros, burgueses.

Vincent van Gogh, su compañero en la academia de Fernand Cormon, fue uno de sus grandes amigos. En 1884 decide instalarse en la Rue Fontaine. En esa época comienza su incesante peregrinar por cafés cantantes y cabarets, escenarios imprescindibles de sus cuadros y dibujos. Era un habitué de memoria fotográfica que supo captar como nadie el desenfreno y la doble moral, pero también las virtudes de la bohemia parisina.

Alrededor de Toulouse-Lautrec se han creado mitos y leyendas. Era rico y noble, un hombre amado por su familia, un alcohólico, un artista que derrochó su endeble salud en todo tipo de excesos. En 1890, durante un viaje a Londres conoció y retrató a Oscar Wilde, el genio que llevó al límite la provocación a una sociedad que terminó por destruirlo.

La vida de Toulouse-Lautrec ha sido motivo de libros e investigaciones académicas. También de películas como la clásica Moulin Rouge, de John Huston, filmada en 1952 con José Ferrer y Zsa Zsa Gabor. En ella, Toulouse-Lautrec es un hombre triste y amargado, un perdedor que una y otra vez recuerda el accidente que lo dejó lisiado y al que las mujeres sólo se acercan por su dinero.

La visión de John Huston sobre el artista que hizo del cartel una obra de arte y unió su nombre al del célebre Moulin Rouge y a otros cabarets de la época, que ilustró revistas e inmortalizó a sus amigos y amantes, contrasta con la que ofrece el inglés Roger Planchon con Lautrec, una película que lo muestra optimista, alegre, entusiasta de la vida, de la juerga, las mujeres y el placer.

Actores, bailarinas, prostitutas, el mundo que inmortalizó Toulouse-Lautrec en sus pinturas y carteles es una extensa y fascinante crónica de su época. Murió el 9 de septiembre de 1901. Sus últimos años fueron dolorosos, con episodios de delirium tremens, con depresiones, con los tormentos de la sífilis y la neurosis. Pero nunca dejó de pintar. En 1922 se quiso recordarlo y rendirle homenaje con la creación del museo Tolouse-Lautrec en un castillo en Albi, donde había nacido 37 años antes y donde ahora puede apreciarse su magnífica obra.

ÁSS

LAS MÁS VISTAS