El Accionismo Vienés surgió como un autocastigo después de la Segunda Guerra Mundial, la generación de los años 60 hizo del performance un mea culpa inconsciente, que sumado a su adicción al psicoanálisis como valor nacional, resultó en obras que explotaban el sufrimiento gore. El performance actual es un copy-paste light.
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Murió el padre de todos los performanceros masoquistas, que deberían estar de luto, Hermann Nitsch, autor del Orgies Mysteries Theatre, que llamó el “arte total”. Las obras de Nitsch no eran totales en el sentido del arte, eran totales en el sentido del exhibicionismo de una crueldad gratuita hacia los animales y los actores que lo seguían como una secta. Sus escenarios cubiertos de sangre de animales, sacrificaban vacas y toros para “demostrar el aspecto ritual del arte”, abrieron la puerta a la borrachera gore de miles de artistas VIP que resuelven su carencia de ideas recurriendo a la fórmula de usar sangre y violencia en sus obras. La lista es interminable, va desde Marina Abramović hasta nuestros ejemplos autóctonos como Margolles o Wolfer, así de bajo cayó la influencia del padre.
La obra de Nitsch institucionalizó en el arte contemporáneo el exhibicionismo masoquista, gore y el abuso como obra de arte. Si sufre, es arte. El material es la obra, entonces si es sangre es arte. Las instalaciones y performances de Nitsch que llamaba también action painting y performanceros desnudos en estado histérico, rituales inventados, sin bases antropológicas, versiones snobs para cubos de galería, que según él cuestionaban “tabús morales”. Shows que ni alcanzan la ritualidad violenta de, por ejemplo, nuestros padres aztecas, ni la realidad narco-social o la ficción del cine y por lo tanto no alcanzan a cuestionar nada, son excusas para un exhibicionismo que ya es lugar común.
Sus obras y su estilo de performance consiguieron que el mundo del arte VIP, tan superficial e infantiloide, se sintieran intensos y profundos, las obras sin contenido intelectual, o con discursos acomodaticios y oportunistas, podían llevar a cabo toda clase de ultrajes bajo el amparo omnipotente de la palabra “arte”. No se cuestiona el verdadero contenido, cualquier motivo es válido, y si matan animales o utilizan sangre en diversas formas, como lo han hecho muchos, la crítica se conmueve, aplaude y el artista VIP se vende como activista-multiplataforma.
Se murió. Las universidades y sus clases de performance podrán hacer un velorio-performance-histeria colectiva, y darle el Doctorado Honoris Causa Post Mortem. Angelitos con cubetas de sangre, lo esperan en el cielo de los performanceros, para invitarlo a la Bienal del Más Allá. Aquí se quedan en este valle de lágrimas, sangre de mentiras y bienales, todos sus hijos y nietos que lo imitan, lo copian, y explotan su herencia como el único camino posible para trascender en el arte contemporáneo VIP.
AQ