'High Life': basura espacial

Cine

"Una rocambolesca fantasía de terror espacial que se vende como cine de arte sólo porque la directora aprovecha dos o tres momentos para plagiar a Tarkovski".

Juliette Binoche protagoniza 'High Life'. (Alcatraz Films)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Juliette Binoche es amada por la crítica. La realidad es, sin embargo, que a pesar de que sigue siendo una excelente actriz, cada vez más aparece en películas cada vez más malas. Y seguro que una de las peores es High Life, una rocambolesca fantasía de terror espacial que se vende como cine de arte sólo porque la directora aprovecha dos o tres momentos para plagiar a Tarkovski. Binoche y Denis coinciden en algo: son referente de un cine cuya única gracia es ser feminista; pero no porque se una a la lucha por la igualdad de oportunidades entre los sexos sino porque es cine hecho por mujeres. Como si cada obra que hace un director mexicano tuviera que ser considerada por fuerza mexicanista.

Claire Denis fue asistente de Wim Wenders y Jim Jarmusch. Con ellos, dice, aprendió a filmar. Y lo hace bastante mal según constata la dirección actoral y el fallido diseño de producción de High Life, su primera película en inglés.

La historia va de un grupo de condenados a muerte que, con engaños, han sido enviados muy lejos de la Tierra para investigar la posibilidad de usar los hoyos negros como fuente inagotable de energía para nuestro maltrecho planeta azul. La guionista y directora se asesoró con toda clase de científicos para aprender las paradojas de la relatividad que postuló Einstein. La verdad es que, a fuerza de exaltar la energía sexual de la Binoche, a Denis le queda poco tiempo para hablar de ciencia ficción. Ni siquiera las imágenes, pretendidamente poéticas, salvan una obra que se estrenó en el Festival de Toronto el año pasado.

Supuestamente, el tema de la historia es el amor filial, pues uno de los criminales arrojados al espacio exterior tiene que encargarse de su hija, una bebé que no deja de berrear durante los primeros minutos de la película. El llanto, como es natural, les pone los pelos de punta al protagonista y al espectador, que quizá aguantará un par de minutos antes de abandonar la sala sin esperar a que llegue el dudoso clímax de una película de la que hay que hablar sólo para subrayar la distancia cada vez más amplia entre el gusto del público en general y el gusto de la crítica especializada. Y es que los exquisitos del arte en diarios europeos quieren poner a Claire Denis en la misma categoría que a autores como David Cronenberg o Stanley Kubrick.

High Life es “una explosión orgásmica en la profundidad del espacio”, escribió el crítico de The Guardian, un señor que en su momento seguro que hubiese elogiado con igual entusiasmo Mierda de artista, del creador italiano Piero Manzoni. Y es que High Life es en realidad eso: una obra banal y grotesca. El hecho de que haya sido tan halagada por la crítica revela el fallido intento de imponer ciertos gustos en un público que está buscando, con toda razón, alternativas a la patética cartelera mundial. Pero el que uno pase de ver Agente bajo fuego o cualquier otro churro estadunidense no significa que tenga que gustar de obras aburridas y pretensiosas. Si algo bueno tienen los tiempos que corren es que las opiniones expertas también se han democratizado gracias a las redes sociales. Hoy no es necesario coincidir con los expertos que antaño podían expulsar del Parnaso del gran arte a los espectadores que pudieran afirmar que ver a Juliette Binoche haciéndola de pervertida sexual no causa ya ni escándalo ni interés.


En una versión anterior de este texto se leía que Juliette Binoche y Claire Denis compartieron créditos en una película llamada Chocolat. Este dato es incorrecto. Ofrecemos una disculpa y agradecemos a los lectores que nos hicieron notar este error.

ÁSS

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