Hilvanar los tiempos

Arte

Hasta el 28 de agosto se presenta en el Museo de El Carmen la exposición Una larga hebra, de la artista yucateca Elena Martínez Bolio, en la que a través de agujas, hilos, telas se reflexiona sobre la condición de la mujer.

Vista de la exposición en el Museo de El Carmen. (Cortesía)
Miriam Mabel Martínez
Ciudad de México /

Si ya recorrer el Museo de El Carmen, en el barrio de San Ángel en la Ciudad de México, es una invitación a hilvanar los tiempos, la exposición Una larga hebra (Jump’éel chowak kúuch, en maya) de la artista yucateca Elena Martínez Bolio (1956), invita a entretejer oficios como el dibujo y los textiles, materiales, narrativas, conceptos y reflexiones sobre los distintos tipos de violencias que han enredado la cotidianidad femenina normalizándola de tal manera que es tan difícil de ver como puede ser enhebrar y, sin embargo, al mismo tiempo abraza al espectador con la misma sencillez con la que un hilo cruza el ojo de una aguja. En esta sencilla complejidad radica lo emotivo de esta muestra.

El espectador se siente literalmente desbordado al irse entrometiendo en el universo de hilos y agujas construido por esta artista. Una vez ahí adentro uno se transforma, como si en el vientre creativo se reaprendiera a mirar. En el interior, el visitante renace rodeado de técnicas textiles que sugieren otras rutas de pensamiento y de acción. Acción que esta creadora, nacida en Mérida, comenzó ya hace décadas: “Provengo de una familia que realmente venera lo textil”, confiesa. Esta veneración es el punto de partida de una investigación que no ha parado desde su niñez y que hoy se ramifica en instalaciones poderosas, aguerridas que escriben con hilos ideas y proponen un cuerpo de trabajo sólido que cuestiona conceptos políticos y artísticos.

En la inauguración, Martínez Bolio aclaró que si bien las obras reunidas no son producto de mujeres víctima, sí es una manera de evidenciar que “la violencia es como los textiles, está tan en nosotros que ya no nos damos cuenta de su presencia”. Asimismo, como se nota en cada detalle de esta exposición, también es el relato bordado y tejido de la responsabilidad que las mujeres hemos adquirido para exigir nuestro derecho a la igualdad.

Retrospectiva de una aguja, de Elena Martínez Bolio (Cortesía: Museo de El Carmen)


Una larga hebra exhibida anteriormente en el Museo Palacio de Cantón— también es un paseo a través de un discurso que se ha ido configurando procesualmente, a partir de la experiencia, del aprendizaje de técnicas, del estudio de metodologías, de la observación; sobre todo, del diálogo establecido con mujeres para, en conjunto, recuperar puntadas, repetir teñidos, reinventar puntos, y así perpetuar conocimientos femeninos ancestrales en una lengua distinta. “Disfruto ver a las personas recorrer mi exposición. Miro cómo el lenguaje textil sí es bien leído por las que saben, ‘por acá lo inició’… entonces siento que me ven al desnudo”. Quizá es la posibilidad de ver “al desnudo” los procesos de la artista lo que impacta.

La presencia de distintas tradiciones textiles recopiladas en las piezas expuestas va narrando la búsqueda casi arqueológica de Elena, quien ha estudiado los vestigios para inventar un muestrario contemporáneo en el que, como la propia artista refiere: “La única faltante es el Xmanikté, una puntada prehispánica”. Esta ausencia se debe a que el tiempo textil sucede al ritmo de la vida, y cinco centímetros pueden condensar demasiadas horas, por lo que quizá en la siguiente sede de la exposición pudiera agregarse la pieza que la replica. Es claro que exhibir maestría nunca ha sido su objetivo, lo que la mueve desde niña es la posibilidad de contar historias; y la recuperación de técnicas es parte de dicho relato.

En este sentido, más que una retrospectiva es un mosaico de los procesos conceptuales y textiles. No se trata de mostrar el desarrollo de la artista y su evolución; tampoco de exhibir una historia individual de la creatividad, sino el relato colectivo de las progresiones textiles. No es una exposición en primera persona, sino una propuesta que entreteje voces, tiempos, sabidurías, repeticiones, experiencias, para trazar una geografía de la memoria de los saberes que tradicionalmente nos han acompañado a las mujeres.

La exposición se divide en cinco núcleos (Torcer juntas la hebra, Sábanas parlantes, El pudor de lo íntimo, Identidad dactilar y Sueños y pesadillas), cada uno sugiere una atmósfera que evoca imaginarios traducidos punto a punto. Todas las piezas están hechas a mano, la impronta del error deambula para evidenciar su perfección. Cada pequeño detalle nos remite a los procesos, a la vuelta siguiente, a lo que no busca acabar sino continuar o, ¿por qué no?, de ser desbaratado. En cada objeto está el tiempo extendiéndose hacia atrás y hacia adelante.

Si bien podría considerarse una retrospectiva del trabajo de Elena Martínez Bolio, también podría leerse como una de esas cobijas que se van armando pacientemente a través de los años con materiales “sobrantes”. Aquí no sobra nada, todo está perfectamente coleccionado y seleccionado. La artista pacientemente ha recogido, guardado y restaurado técnicas, objetos, historias que ha ido reacomodando en reflexiones objetuales en las que nada está al azar y a la vez es intuición. Todo está en su lugar. Instintivamente ha ido juntado sus piezas, armando conceptos tridimensionales que hoy consolidan su discurso.

“Empecé a hablar de mi maternidad, de las abuelas, del piik, de la nana, del perchero colgando, el mueble restaurado, el cajonero, que insinúa, en el interior de cada cajón, la ropa”. Así fue llenando un cajón, recuperando muebles, restaurando recuerdos para construir procesos como el de Devolución… “donde la madre tiene el vientre ocupado, donde arrulla al niño, donde lo consuela, donde lo enseña, donde lo deja ir, donde el hijo regresa para retribuir a la madre ese consuelo. Le devuelve todo eso, hasta que tiene su propio hijo en brazos y va al panteón”, explica la creadora.

Devolución, de Elena Martínez Bolio. (Cortesía: Museo de El Carmen)


Textiles de experiencias compartidas

Las instalaciones de Martínez Bolio son intensas, como El cuarto de la maternidad, donde vida y muerte son una misma experiencia. En esta instalación sobre la pérdida hay dolor y tristeza, como se ve en el cuadro bordado La enfermedad del hijo, en el cual se observa a una madre abrazando a un hombre adulto debajo de un cuadro de ella joven abrazando a un niño.

Muchas de las piezas dan cuenta de las largas e intensas estancias que la artista ha realizado en distintas comunidades del Mayab. Son la reflexión textil sobre la propia experiencia en diálogo con las de otras mujeres que se han sentado a bordar y a escucharse mientras producen sinfónicamente obras como Sábanas parlantes que visibiliza silencios, atropellos y abusos experimentados por mujeres de Xocén. Trabajar con comunidades vulnerables ha sido una de sus líneas de investigación. Anteriormente colaboró con sexoservidoras, el resultado fue la muestra Las mujeres decentes de la calle 58. Otra pieza que relata esos encuentros es el huipil que recibe el núcleo Saberes continuos mayas. Este textil fue elaborado durante cinco meses, simboliza la importancia de la labor conjunta de mujeres y hombres mayas, la promesa de la armonía que implica la igualdad. Sin duda, oír esas fragilidades y darles volumen es otro de los aciertos de Martínez Bolio.

Si bien estas estancias han abierto heridas, también han sido para tejer y destejer para explorar, por ejemplo, qué es violencia. “Porque no es lo mismo la violencia en una comunidad que en otra. Durante mis estancias charlábamos y les hacía preguntas mientras yo empecé a bordar la frase ‘No es no’ y la sábana Denuncias cotidianas se fue escribiendo sola en una especie de ritual lleno de jolgorio, de risas, de baile, de tristezas”.

Cada instalación ha implicado un ritmo no solo de tiempo, sino de sensaciones e ideas que van imbricando silencios y recuerdos, para generar reflexiones profundas como el Cuarto de mujeres, integrado por 16 retratos bordados que exhiben su anverso y reverso. Si bien impacta la perfección de la técnica, esta excelencia no era el fin. “Quería que los retratos tuvieran expresión por ambas caras… por dentro estamos llenas de esos conflictos, de ese, ¿cómo me reinvento?, ¿cómo no me desarticulo como mujer en una relación?”. Estos cuestionamientos son los que estos retratos proyectan, parecen recordarnos que estamos fraccionadas. Martínez Bolio se ha dado a la tarea de recopilar esos fragmentos para zurcir nuevas geografías textiles en las que nos podamos reencontrar.

“Los artistas prestamos nuestra técnica, lo que sabemos, nuestras manos, nuestros materiales, pero llega un punto en el que el dolor es tanto, que se confunde la puntada con la sutura, y ¿qué quieres decir con esa puntada? Quizá que ya no puedo más, que ya no nos sigan matando, que sigamos realmente decidiendo sobre nuestra vida y nuestra maternidad, y que realmente tomemos en serio esas decisiones; porque esa es otra, hay muchas mujeres a las que nos falta mucho. Creemos que ya lo hicimos porque se han abierto canales para que tengamos 'igualdad' en muchos ámbitos, como estudiar una carrera, la misma que estudió un hombre, pero cómo combatir esa idea del amor romántico sigue permeando y sigue empañando el cristal. Esta incomodidad está en la mirada opaca de “Mujer de la morgue” y en otras se siente la soledad y el abandono.

Recorrer Una larga hebra es una travesía de anécdotas, de descubrimientos, curiosidades y experimentos como las huellas digitales; idea que surgió a raíz de una manchita de sangre “cuando alguien se picó el dedo con la aguja”, recuerda la artista, “entonces, una amiga me preguntó: ‘¿tú sabes cuántas capitas microscópicas de piel quedan en el textil, la aguja, el hilo y todo eso? Ahí se podría ver nuestro ADN’, y de ese momento surgió una charla más que de la identidad, acerca de cómo dejamos nuestra huella en el mundo y qué dejamos realmente en el textil. ¿Cuántas manos anónimas han trabajado en las prendas que vestimos? ¿Cuántas manos anónimas? Me interesaba hablar de eso, de esas manos que pertenecen a alguien, que no son un número más de una maquiladora, sino que son de un ser humano”. Y lo logró.

En cada una de las obras exhibidas está una infinidad de manos narrando otras formas de acompañamiento y de pensamiento. Cada pieza es la prolongación de un conocimiento ancestral y del acto de compartir a través del hacer: “El textil es idioma no hablado sino actuado, que se da desde la praxis para generar sujetos. Ah, porque mis textiles no son objetos, son sujetos”. Sujetos que se construyen en tiempo presente en un proceso que hilvana tiempo y espacio, tradición e innovación, técnica y tema, fondo y forma. Una larga hebra es el reloj que documenta punto a punto el pensar de muchas en el hacer de Elena Martínez Bolio.

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