Hoguera de palabras | Por Avelina Lésper

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La humanidad tiene la obsesión metódica de acabar con su propia sabiduría.

Cuando Oliver Cromwell conquistó Inglaterra en 1653, se dedicó a quemar libros que significaran un peligro para su régimen. (Ilustración: Eko)
Ciudad de México /

Piras de libros, ardiendo, a Don Quijote lo “curaron” de la locura quemando sus libros de novelas de caballería, biblioteca banal, leyendas ociosas ideales para él, un golfo que tenía como oficio soñar sin hacer.

La humanidad se ha obsesionado con crear conocimiento, y después destruirlo. Nuestra historia es un trayecto que evoluciona y borra sus pasos, destruir libros, con esas cenizas desaparecemos el pasado y sus obras. Oliver Cromwell conquistó el poder en Inglaterra en 1653 con una guerra civil violenta y fanática, destrozó las bibliotecas del rey Charles I, las obras de arte, entre esculturas, pinturas, instrumentos musicales, los vendió a los reyes de España y Francia, despojó a Inglaterra de su acervo. Las obras de Tiziano, Rubens, las joyas del Barroco que colgaban en las paredes de los palacios, con su furor iconoclasta, fanático providencialista, las malbarató, entregándolas por unas monedas. En las orillas del Támesis se pudrían las pinturas, arrojadas después de la feroz rapiña. En esa catástrofe los libros sufrieron el destino más terrible, para Cromwell no era suficiente venderlos o regalarlos, no, los quemó hizo fogatas inmensas con libros de medicina, filosofía, hermenéutica, ciencia, todo lo que significara un peligro para su régimen, su pureza, y la expansión de sus ideas infructuosas.

Los libros son peligrosos, les temen los dictadores, los fanáticos, los ignorantes, esa gente que tiene las armas, el poder, que son capaces de manipular a las masas, le tienen miedo a un libro, a un montón de letras impresas en unas páginas, a algo efímero y frágil que perece con el agua, el fuego o el olvido.

El conocimiento se conserva en los libros, entre esas dos tapas cabe la sabiduría humana, y también la basura humana. La paradoja es que los libros basura no son un peligro, a esos nadie los quema, y aunque Cervantes, en la crítica literaria más genial de la Historia, se deshizo de las obras basura que llenaron la cabeza del Quijote, esa es la única fogata que merecía haber ardido durante horas. Ardiendo perdemos libros, pero la peor manera de matarlos es cuando un ser despreciable y poderoso dice que lee tal o cual libro, y por desgracia es una gran obra, en ese momento, la masa estigmatiza el libro, como si un libro fuera responsable de sus lectores.

En la actualidad la ignorancia tiene un gran poder e influencia, los libros basura son referencia, las mentiras y noticias falsas son las hogueras en donde desaparece la verdad. La humanidad tiene la obsesión metódica de acabar con su propia sabiduría, establecer el año cero, en la contradicción de saber menos. Es porque el poder tiene “su verdad” y para imponerla debe acabar con las ideas que lo anteceden. Estamos en un año cero, la aniquilación de la verdad es la misión de los nuevos “justos”, la masa establece que si está en internet es verdad, es real y es una orden aceptarlo. Los gobernantes exhiben su ignorancia, la masa la presume, los influencers la promocionan, y de la verdad quedan cenizas.

AQ

  • Avelina Lésper

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