‘Hojas de otoño’: realismo, melancolía, levedad

Cine

El realizador finlandés Aki Kaurismäki explora, a través de una historia de amor, los rincones oscuros de un país que a menudo aparece en la lista de los más felices del mundo.

Alma Pöysti y Jussi Vatanen en ‘Hojas de otoño’. (MUBI)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Humor sin chistes, alegría melancólica, felicidad triste. Con esta clase de oxímoros construye su cine el finlandés Aki Kaurismäki. Su última película, Hojas de otoño (disponible en MUBI) ganó el premio del jurado en Cannes y es, como casi todo el cine de Kaurismäki, una obra visual que todo interesado en el arte debería ver.

Es importante detenernos a pensar por qué. Pues sucede con Hojas de otoño, como con El Havre. Nos encontramos de frente con un arte que parece haber nacido viejo y, tal vez, superado. Para empezar, el finlandés nos vuelve a contar una historia de amor. Con este hecho, sin embargo, intuimos la pertinencia de los antagonismos en Hojas de otoño, la alegría entristecida. Porque el amor de pareja es así. Está hecho de momentos que, al recordar, nos hacen decir: estoy triste, pero nunca fui tan feliz.

Hojas de otoño cuenta la historia de Ansa y Holppa. Ella trabaja en la franquicia de un supermercado. Él, para una constructora transnacional. Ella roba la comida que le ordenan tirar cuando ha transcurrido la fecha de caducidad; él con cualquier pretexto se va a su armario y extrae un vodka para beber. A ambos les gusta el karaoke. En uno de estos bares se conocen junto a esos amigos que suelen escuchar nuestras historias de amor.

Ansa y Holppa son infelices, sí, pero creen encontrar el uno en la otra su felicidad. O tal vez no. De este esquizoide “sí, pero no” trata Hojas de otoño, del afligido amor que nos hace sufrir porque perdemos un número telefónico, porque el amado no viene a la cita, porque no podemos decidirnos entre ella y el vodka, porque a veces es mejor un perro que un amante que espera sexo luego de una cena de amor.

Los extremos en el cine de Kaurismäki recuerdan la conferencia sobre la dualidad levedad- pesantez que ofreció Calvino en Seis propuestas para el próximo milenio. “En ciertos momentos”, dice Calvino, “el mundo parecía petrificarse: una lenta transformación en piedra que afectaba a personas y lugares, sin dejar aspecto alguno de la vida indemne”. Me parece que Calvino se está refiriendo a los años de 1980 y 1990, cuando el estilo de cine que conocemos como Realismo soviético se atrevió a criticar tanto el capitalismo de Reagan y Tatcher como el socialismo que desembocó en la perestroika de Gorbachov. Aquella veintena produjo algunas de las películas más pesadas en el sentido político. Fueron los años en que Vattimo propuso el pensamiento débil al que defiende Calvino en su texto “Levedad” y que parece retomar Kaurismäki en estos tiempos en que la pesantez de la Gorgona vuelve a mirarnos a la cara.

Por eso, en Hojas de otoño la guerra de Ucrania juega un papel casi decorativo, se habla de ella en la calle, en una radio. La gente tiene que trabajar y Kaurismäki retoma un cine que presta atención a la levedad de un relato débil que sin embargo sabe que de cosas etéreas está construido el materialismo más crudo y que para criticar lo grande es necesario mirar lo más pequeño y marginal: Ansa y Holppa. Con ellos vivimos un amor necio, frustrado y malinterpretado.

Kaurismäki explora la levedad en los rincones oscuros de un país que a menudo aparece en la lista de los más felices del mundo, Finlandia. Con él y con ella nos preguntamos si es posible ser felices cuando La Historia (ese concepto de la alta filosofía hegeliana y marxista) está por aplastarnos. Finlandia está entrando en la OTAN y Kaurismäki lo sabe. Prefiere contarnos este hecho pesado con una liviana historia de amor.

Hojas de otoño

Aki Kaurismäki | Finlandia | 2021

AQ

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