‘Holy Spider’: el arte y la sombra

El arte suele aparecer cuando el artista enfrenta eso que Jung llamó sombra, el horror que habita en todos nosotros y emerge desde el inconsciente colectivo. Ali Abbasi, director iraní asentado en Dinamarca, ha dicho que comenzó a trabajar Holy Spider (disponible en MUBI) cuando vio un documental sobre el asesino serial más infame en la historia de Irán.

Cuenta Abbasi que se sintió incómodo porque se encontró pensando: “qué hombre tan simpático”. El resultado, por supuesto, está lejos del elogio de la maldad, pero el protagonista masculino de Holy Spider no deja de ser esta sombra, la del narcisista que evade su responsabilidad comparándose con un mártir, mientras que Abbasi se hace responsable de sus sentimientos y da un vuelco a la narración. Mueve el foco desde la perspectiva del asesino serial para concentrarse en lo que él llama una sociedad que promueve el asesinato.

El inconsciente individual se ha trasladado sutilmente hacia el inconsciente colectivo. Y el narcisista que dice escuchar a Dios está, en efecto, por escuchar, cuando menos, a la justicia pues, como se sabe, en Irán los jueces lo son de acuerdo con rigurosas interpretaciones de su texto sagrado. Este cambio de foco, desde el individuo hacia la colectividad, demuestra la inteligencia de un autor capaz de convertir las intuiciones primarias en narraciones profundas. Como hizo con este adorable ser medio deforme que trabaja como policía fronterizo en la película Border y que, con un talento increíble para olisquear criminales, termina por ser parte de una fábula medieval traída al mundo moderno.

Así pues, Holy Spider transforma los prejuicios de nosotros, espectadores, en al menos dos formas: cuando contemplamos cómo el hijo del narcisista comienza a transformarse en el mismo hombre al que antaño temía y cuando admiramos, también con nuestros propios prejuicios, cómo funciona el sistema legal de un país que, en Occidente, está satanizado. Porque, también en este sentido, la película gira por completo y lo que comienza pareciendo ser un filme de asesinatos se vuelve cine de juicio, de modo que el espectador interesado en pensar se encontrará sorprendido con la realidad de que, a pesar de lo que se dice en Europa del mundo musulmán, aquí también existe justicia. Y poco importa, en el fondo, que esté basada en algo que nuestros sistemas consideran tan arcaico como Dios, la justicia ahí está, pero, como en nuestros países, está corrompida.

Como es de esperarse Holy Spider fue considerada blasfema en Irán y se prohibió su exhibición, pero si la vemos de modo sincero, encontraremos que el problema no está en el juez o en el texto sagrado sino, lo dicho: en la corrupción.

La protagonista femenina, Zar Amir Ebrahimi, ganó el premio a mejor actriz en Cannes, donde se desestimó por completo la actuación del actor Mehdi Bajestani, quien ofrece esa extraña mezcla entre admiración y desprecio que a menudo nos provocan los narcisistas. La misma que conmovió a Abbasi cuando comenzó a escribir esta película que resulta tan interesante que coloca a su director en la lista de los grandes artistas de un país con el que los cineastas suelen ser tan críticos que se meten en problemas. Casi tantos como los del propio Abbasi. Tal vez este sea el precio por encontrarse finalmente a la altura del gran arte visual de un país que ha dado a la historia del cine a autores tan sugestivos como Kiarostami, Farhadio Panahi, lo cual, como sea, termina por hablar bien de la política cultural iraní.

​AQ