En Antígona, Sófocles pone estas palabras para el coro: “Muchas cosas asombrosas existen y, con todo, nada más asombroso que el hombre”. Luego pasa a mencionar algunos logros del ser humano, como la navegación o el cultivo de la tierra; la cacería de pájaros y “agrestes fieras”. “Se apodera del animal del campo” y unce al yugo “al caballo de espesas crines”. Luego pasa a hablar del lenguaje, del pensamiento, de las “civilizadas formas de comportarse”, de la arquitectura.
Por esas mismas fechas filosofaba Protágoras en Atenas. “El hombre es la medida de todas las cosas”, frase que se ha interpretado de distintas maneras, pero aquí veo la idea renacentista de poner al hombre en el centro.
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Desde esa visión antropofílica, Pico della Mirandola escribió: “Abdalah sarraceno, interrogado qué cosa se ofrecía a la vista más digna de admiración en éste a modo de teatro del mundo, respondió que ninguna cosa más admirable de ver que el hombre”. Y cita también a Hermes: “Gran milagro, oh Asclepio, es el hombre”, para luego decir en sus propias palabras que “es el hombre el más afortunado de todos los seres vivientes y digno, por cierto, de profunda admiración”.
En aquella Florencia del Renacimiento, Gianozzo Manetti proclamaba que se debía admirar la arquitectura, desde las pirámides egipcias hasta el domo que recién había construido Brunelleschi; había que asombrarse ante la poesía de Homero y Virgilio, y ante tanta creación del hombre, como la historia, la filosofía, la medicina, la astronomía…
Pascal le da al ser humano una grandeza dentro de la pequeñez que le impone su fe. “El hombre no es más que una caña, la más frágil de la naturaleza, pero es una caña pensante. No hace falta que el universo entero se arme para destruirlo. Un vapor, una gota de agua es suficiente para matarlo. Pero, aun cuando el universo lo aplastara, el hombre sería más noble que aquello que lo mata, puesto que él sabe que muere y conoce la ventaja que el universo tiene sobre él. En cambio, de su victoria, el universo no sabe nada.”
Son mayoritarias las citas más que hablan de lo contrario: que el hombre es poca cosa. Pero me cuesta trabajo traerlas a este artículo porque son palabras que no subrayo y prefiero olvidarlas. Acaso tengo a la mano la que me hizo escribir este texto. Viene de una novela de Amélie Nothomb: “El ser humano no es nada. Su vida es un sufrimiento, un agobio de vacío y de aburrimiento”. Vaya frase. No lo dice ella, sino un personaje.
Acabo con una frase de Sarah Bakewell: “Mientras los humanistas resaltan los elementos de la felicidad del ser humano y su excelencia, los antihumanistas se sientan a su lado para subrayar con ansia nuestras miserias y fracasos”.
AQ