Ideas sencillas

Los paisajes invisibles | Nuestros columnistas

En ocasiones es la ficción la que se adelanta a la realidad.

Imagen de la serie 'Jack Ryan'. (Foto: Jan Thijs)
Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

William Golding escribió que “las ideas más brillantes son siempre las más sencillas” (El señor de las moscas), pero ese principio no siempre aplica a las explicaciones que buscamos para aclarar ciertos misterios y tampoco puede acomodarse a la relación entre la realidad y la ficción, aunque ya es lugar común el dicho de que la primera supera a la segunda, quizá porque lo que dudamos o consideramos imposible, aquello que solo puede suceder en un libro o en una película es tan simple, tan fácil de ejecutar, que cuando ocurre nos deja boquiabiertos como al palurdo que timan en las ferias.

Por ejemplo, para explicar la eficacia de las novelas de Dashiel Hammett, a quien le escamotearon el lugar que merecía en la novela negra, Raymond Chandler dijo que sus relatos no solo exhibieron la crudeza delictiva sino que revelaron las malignas pero protectoras posibilidades de la duda, a través del saludable ejercicio de la sospecha.

En su ensayo El simple arte de matar, Chandler anotó: “el realista de esta rama literaria escribe sobre un mundo en que los pistoleros pueden gobernar naciones y casi gobernar ciudades, en el que los hoteles, casas de apartamentos y célebres restaurantes son propiedad de hombres que hicieron su dinero regentando burdeles; en el que un astro cinematográfico puede ser el jefe de una pandilla, y en el que ese hombre simpático que vive dos puertas más allá en el mismo piso, es el jefe de una banda de controladores de apuestas; un mundo en el que un juez con una bodega repleta de bebidas de contrabando puede enviar a la cárcel a un hombre por tener una botella de un litro en el bolsillo; en que el alto cargo municipal puede haber tolerado el asesinato como instrumento para ganar dinero, en el que ninguno puede caminar tranquilo por una calle oscura, porque la ley y el orden son cosas sobre las cuales hablamos, pero nos abstenemos de practicar; un mundo en el que uno puede presenciar un atraco a plena luz del día, y ver quién lo comete, pero retroceder inmediatamente a segundo plano, entre la gente, en lugar de decírselo a nadie, porque los atracadores pueden tener amigos de pistolas largas, o a la policía no gustarle las declaraciones de uno, y de cualquier manera el picapleitos de la defensa podrá insultarle y zarandearle a uno ante el tribunal, en público, frente a un jurado de retrasados mentales, sin que un juez político haga algo más que un ademán superficial para impedirlo”.

Ese mundo que Raymond Chandler describió aludiendo al realismo y sus posibilidades en la novela negra era lejano o impensable en 1950, cuando escribió su ensayo, pero resultó profético porque, en efecto, los pistoleros pueden gobernar naciones, los altos cargos municipales tolerar asesinatos, los ciudadanos hablar la ley y el orden mas no practicar ninguna o presenciar atracos u homicidios o extorsiones y cerrar la boca porque saben que a un lado están los tipos de pistolas largas.

Otro ejemplo: autor, coautor y fundador de franquicias literarias, fílmicas y de videojuegos de thrillers policíacos, bélicos y políticos, Tom Clancy no solo creó a Jack Ryan, un personaje más astuto que Ethan Hunt de Misión: Imposible, pues Ryan ascendió de analista a director de la CIA y llegó a presidente de Estados Unidos, sino que también imaginó las operaciones más descabelladas que Washington podría llevar a cabo al margen de la ONU o de los tratados internacionales, a través de las agencias de Inteligencia o de organizaciones paramilitares.

Para Clancy todo era (es) posible. Derrocar gobiernos, desmantelar células terroristas, urdir o desbaratar guerras civiles, abducir criminales o narcotraficantes de manera silenciosa, a punta de balazos o camelos, inclusive lavándoles el cerebro para que ellos mismos se suban a un avión y los reciban en suelo americano con los grilletes listos.

Quizá suene insensato, pero Clancy, como William Golding, tenía de cierto que las ideas más brillantes son siempre las más sencillas.

AQ

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