Intelectuales para conversar, pero muy políticos al escribir

Toscanadas

"¿De qué escribimos? Pues del virus, del confinamiento, de la corrupción, del racismo y de tantas otras cosas que no entran en nuestras conversaciones".

Dos hombres elegantes fumando y conversando. (Ilustración: Shutterstock)
David Toscana
Ciudad de México /

Vengo de estar con mis amigos escritores. Hablamos de lo bueno que está el vino, del día que alguien conoció a García Márquez, de que Francisco Umbral detestaba a Benito Pérez Galdós, pero de tanto leerlo para criticarlo, acabó por tener una prosa galdosiana, de las intrigas de algunos escritores que persiguen el premio Cervantes o Princesa de Asturias. Por supuesto se habló de cine mientras yo permanecía callado.

Por alguna razón, alguien mencionó la famosa frase de El gatopardo, adjudicándosela al príncipe, y de inmediato se le hizo la corrección; se mencionó que la palabra gatopardo había entrado en el español por Lampedusa, pues llegó al diccionario apenas en los ochenta, y aún ahora, para referirse a tal felino, es más natural hablar de “onza”, “guepardo” o “leopardo”.

Los callos a la madrileña, también estuvieron muy buenos. “¿Pedimos otros o unas mollejas?”. Alguien mencionó a Evtushenko y recordamos con nostalgia aquellos días en que un poeta podía reunir a decenas de miles de personas. Se habló de Pasternak, de Ajmátova. “Evtushenko me recuerda a aquél actor alcohólico larguirucho que, ¿cómo se llamaba?”, preguntó alguien, y otro respondió: “Peter O’Toole”.

Se recordó aquella visita que hizo el poeta siberiano a México en 1968, que él leía en ruso ante un público de veinticinco mil personas, mientras que las versiones en español las declamaban Narciso Busquets, Ofelia Guilmáin e Ignacio López Tarso. “Nos falta alguien”, dijo alguien, y otro alguien respondió: “Claudio Obregón”. No faltó quién dijo que conoció a Evtushenko en Nueva York “y el muy cabrón pedía vinos franceses de trescientos dólares, sabiendo que no se haría cargo de la cuenta”. Recordamos su poema Babi Yar, y alguien propuso si Evtushenko no habrá sido un one hit wonder.

Luego se mencionó la anécdota de cuando Vargas Llosa se topó con el editor que le rechazó La ciudad y los perros, y esto dio pie para pronunciar ciertas opiniones sobre la obra del peruano, y de ahí desviarnos hacia los premios Nobel. “Por cierto, el mes pasado se murió una académica sueca, pero no informaron de qué”. Y como saben que soy medio polaco, me preguntaron por Olga Tokarczuk.

Así siguió la velada, compartiendo temas que en verdad nos importan.

Pero luego hay que escribir un artículo.

¿Y de qué escribimos?

Pues del virus, del confinamiento, de la corrupción, del racismo, de Floyd, del medio ambiente, del feminismo y del machismo, de AMLO, de lo que nos dicte el tsunami tuitero y de tantas otras cosas que no entran en nuestras conversaciones; pero hay que escribir de ellas, porque somos escritores comprometidos con nuestros tiempos, con nuestra realidad y, sobre todo, con nuestro buenismo. Por eso solemos tratar estos temas con el punto de vista inane y políticamente correcto, como si fuésemos correctamente políticos y no intelectuales.

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