Vivir entre los árboles

La guarida del viento

Los personajes de Italo Calvino están siempre confinados de algún modo. Acaso por eso es que sus lectores siguen sintiéndose identificados con ellos.

Italo Calvino, 1923-1985. (Especial)
Alonso Cueto
Ciudad de México /

Los lectores de Italo Calvino somos una secta de fieles, aficionados a la sencillez, la complejidad y el amor al lenguaje de nuestro héroe. Estas virtudes revelan en sus novelas un amor a personajes vulnerables, necesitados, y delirantemente lúcidos.

Uno ama por ejemplo a Cosimo, el protagonista de El barón rampante que tras una discusión con su padre se sube a un árbol, para no bajar nunca. La historia es contada por su hermano Biaggio. Esta residencia de Cosimo en las copas del árbol no le impedirá enamorarse de otra marginal, la ladrona Viola. Cosimo se mueve con agilidad entre las ramas y desde su exilio nos habla de una sociedad que ha terminado con los individuos. Uno ama también al vizconde Medardo partido en dos en El vizconde demediado. Uno quiere mucho a Agilulfo en El caballero inexistente, que no puede abandonar nunca su armadura (los personajes de Calvino están siempre confinados de algún modo), y a su escudero Gurdulú que existe sin saberlo.

Uno ama mucho a los personajes de Los amores difíciles, un gran libro de cuentos, en especial al soldado Tomagra que en un vagón del ferrocarril tiene una aventura extraña o, lo que él llama una “orgía secreta” que más bien parecía “mísera” en su recuerdo, “aunque la hubiera agigantado codiciosamente mientras la vivió: una torpe caricia bajo una chaqueta de seda…”. En la misma colección hay joyas como “La aventura de un lector” y “La aventura de una bañista”.

El estilo de Calvino es directo, sencillo, sin ornamentos (sus padres fueron botánicos y me pregunto si tuvieron una influencia en su mirada del mundo). El lenguaje nunca se interpone entre el lector y los personajes. Por eso, en su producción, me parece que Si una noche de invierno un viajero es una obra fallida. El intento de escribir un libro basado en la lectura de primeros capítulos es un ejercicio interesante que solo podía llevar al tedio, en vista de que la vocación experimental se impone sobre la aventura del relato.

Pero quizá el libro que verdaderamente llevaríamos a una isla es el último, Seis propuestas para el próximo milenio. Su propuesta de hacer un arte que incluye seis características debía ser un catecismo que cada uno interprete a su manera. Allí están: la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad. En el apéndice del libro, que es en realidad la sexta propuesta, Calvino cita a un personaje de Beckett que afirma: “Queda muy poco que contar”. A continuación el personaje cuenta una inacabada historia de “luto y soledad”. Por eso siempre hay algo más por contar, afirma Calvino. Por agotadas que estén, “por poco que quede por contar, todavía se sigue contando”.

Seis propuestas para el próximo milenio es un conjunto de conferencias para la Universidad de Harvard, que Calvino escribió en 1985 pero que no pudo dictar. La muerte se interpuso. Es por lo tanto un testamento. Hay que recordarlo, pues este 15 de octubre se cumplen cien años del nacimiento de un escritor que se quedó para siempre con nosotros.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.