No es exagerado decir que las interpretaciones del tenor Javier Camarena (Veracruz, 1976) provocan en el público una reacción delirante. Cada aria que canta obtiene como respuesta estruendosas ovaciones. No por nada la crítica especializada lo considera “una súper estrella de la ópera mundial”.
Desde hace algún tiempo, Camarena es conocido como “el tenor de las óperas imposibles”. Son famosas sus hazañas en escenarios tan prestigiosos como el Teatro Real de Madrid o el Metropolitan Opera House, de Nueva York. En ambos ha logrado bises espectaculares y en el recinto neoyorquino lo hizo en dos funciones continuas.
Este año, además de su participación en el Festival de Salzburgo, donde compartirá créditos con el tenor Plácido Domingo en Los pescadores de perlas, ópera de Georges Bizet, se presentará en la Ópera de Zurich, en el Gran Teatro del Liceo, en Barcelona, y en Carnegie Hall de Nueva York, entre otros espacios. Sus numerosos compromisos no le han impedido, sin embargo, volver a México con cierta frecuencia. El próximo 9 de septiembre estará en la Sala Nezahualcóyotl, del Centro Cultural Universitario de la UNAM, para ofrecer una gala en honor de Gioachino Rossini con la Orquesta Sinfónica de Minería, que celebra cuatro décadas de existencia.
El tenor afirma que México es uno de los escenarios internacionales más importantes para él. “Siempre he logrado encontrar esos pequeños espacios que me permiten volver. Para mí es muy importante seguir cantando en mi país. No soy el mismo Javier Camarena que debutó en 2004 en el Palacio de Bellas Artes que el que canta hoy”.
El intérprete hace referencia a los dos conciertos de la Gala Rossini que ofreció en abril a beneficio de los damnificados de Ixtaltepec, Oaxaca, por el sismo de septiembre del año pasado. El programa estuvo compuesto por arias, dúos, tríos y oberturas de las óperas más famosas del compositor italiano, del cual se conmemorará el 150 aniversario de su muerte.
“Cuando me fui de México no cantaba a Rossini y ahora me siento muy bien interpretándolo. He podido presentarlo en otros escenarios del mundo y para mí era muy importante traerlo a México”.
Uno de sus más recientes triunfos, en el Met de Nueva York, fue precisamente con el rol de Idreno, de la ópera Semiramide de Rossini. Sobre su crecimiento artístico y su deseo de crear en México nuevos públicos para la ópera, habla en entrevista.
Has tenido mucho éxito con los conciertos en homenaje a Manuel García. ¿Cuál es la importancia de este personaje tan poco conocido?
La investigación sobre Manuel García es un proyecto que realicé con la Fundación Cecilia Bartoli para dar a conocer la obra de este importante compositor, cantante y empresario español, nacido a finales del siglo XVIII. Vivió la transición del bel canto al romanticismo y dejó un acervo de más de 50 óperas, música de cámara, numerosas canciones y sinfonías que no se escuchan porque no hay referencias auditivas. No hay una sola grabación de sus obras. Es un personaje de gran trascendencia pero su música es prácticamente desconocida. Ha sido como presentarlo por primera vez.
Gracias a Manuel García, las óperas de Rossini y Mozart fueron escenificadas en Italia, Francia e Inglaterra, y conocidas en Nueva York y México. Como cantante, fue muy importante. Era el Almaviva y el Don Giovanni de su tiempo. Fue muy emocionante ver la respuesta del público al presentar sus obras en el Festival de Pentecostés, en Salzburgo.
¿Cómo consideras este momento en tu carrera?
Me siento igual de contento y enamorado de mi carrera como siempre. Estoy feliz de hacer lo que me gusta, pero cada día siento una responsabilidad mayor. No es que tenga un golpe de suerte y de repente todo el mundo me conozca. Nunca me he dormido en mis laureles. He tenido una preparación constante, un trabajo constante. Las expectativas respecto a mi trabajo van creciendo y por eso la responsabilidad es cada vez mayor. Quiero estar a la altura de esas expectativas.
La crítica ha sido muy elogiosa con tu trabajo. A propósito de tu interpretación de Rossini, en The New York Times se escribió que “no hay nadie mejor”. ¿Cómo te hace sentir eso?
Recuerdo que cuando me gradué de la Escuela de Música de la Universidad de Guanajuato me pidieron que escribiera un ensayo. Ya había debutado en Bellas Artes y había dado muchos conciertos, y lo que escribí fue algo con lo que sigo viviendo: no me interesa ser el mejor. Me interesa seguir enamorado de mi trabajo y hacerlo lo mejor posible con el conocimiento y las herramientas que tengo a la mano. Sé que nunca voy a dejar de aprender. Hay muchas cosas que tengo que descubrir a la par de la evolución que tenga mi voz. En las artes no se puede hablar de quién es mejor porque es un plano meramente subjetivo. Puedes analizar cuestiones técnicas y de estilo pero al final cada artista tiene algo que proponer.
Es muy halagadora esa crítica pero ni me considero ni aspiro a ser el mejor. Solo quiero seguir haciendo este trabajo por mi propio deseo de crecer como artista.
Has dicho frecuentemente que la ópera en México debería llegar a más gente, dejar de ser elitista. ¿Cómo se logra eso?
Creo que en México la ópera es el espectáculo menos elitista que hay. Es más elitista ir a un partido de futbol. Para empezar, la diferencia de precios. No hay comparación entre lo que te cuesta ir a un estadio y lo que te cuesta ir a una función de ópera en el Palacio de Bellas Artes. El precio para ir al futbol es mucho más elevado. La gente debe quitarse la idea de que la ópera es aburrida, que no se entiende o que es solo para los ricos. Ninguna de las tres cosas es cierta. Hay ópera para todos los gustos porque no hay nada más una ópera: hay tanta variedad como la cantidad de géneros que hay en el cine. La gente va a ver películas de Steven Spielberg, George Lucas, Martin Scorsese o Guillermo del Toro, porque le gustan esos directores. Hay películas cómicas, trágicas, de terror. Así como estoy describiendo el cine, así es la ópera. Además, no todos los mexicanos hablan inglés pero van a ver películas en inglés porque hay subtítulos. Lo mismo pasa en la ópera: no importa que no sepas italiano porque hay subtítulos. Hay que quitarse los prejuicios, animarse y probar. Habrá óperas que te gusten, otras que te aburran, otras que te diviertan, pero es exactamente lo que pasa con el cine. La gente tiene que aprender a darle valor a la música como algo que te deja otro tipo de satisfacciones.
A propósito de la comparación que haces entre el cine y la ópera, ¿te gusta el cine?
Me gusta mucho, sobre todo las películas de terror y, claro, los hits de Hollywood. Estoy por empezar a leer Eso (la novela de Stephen King) porque vi la película. No sigo una línea. Cada día voy descubriendo cosas y cada día aprendo algo nuevo.