Jean-Luc Godard: ilusiones y fantasmas

Cine

La muerte del cineasta francés invita a ver, una y otra vez, sus películas más sugestivas, obras maestras de la Nueva Ola.

Jean-Luc Godard, 1930-2022.
Fernando Zamora
Ciudad de México /

La muerte de Jean-Luc Godard el pasado 13 de septiembre revive las ilusiones y fantasmas de una generación. Esa de la cual él mismo se nombró filósofo y cineasta, según queda de manifiesto en Masculino femenino (disponible en MUBI).

Masculino femenino es una obra de arte que marca, además, un capítulo aparte en la filmografía de Godard por tres razones: es la primera en la cual el cineasta, vehemente marxista, se manifiesta activamente político. Además, es la primera en la que trabaja lejos de la sombra de Anna Karina, quien fuera su esposa y de la que se estaba divorciando. Por último, luego del éxito de Pierrot el loco, Godard decide abandonar el cine en color y retomar el estilo que lo volvió famoso en 1963, con Sin aliento.

Así, Masculino femenino está filmada en blanco y negro y sigue el programa del primer Godard según el cual “para hacer una película, no es necesaria otra cosa que una mujer y una pistola”. Y aquí están, la mujer y la pistola. Eros y Tánatos. Paul es un chico idealista y alocado que acaba de terminar su servicio militar. Estamos en septiembre de 1965 y en una cafetería o tal vez en su trabajo (no queda del todo claro) conoce a Madeleine. Con ella Paul conoce, además, a otras chicas con las cuales establece una relación discretamente erótica. En una escena, él y otras dos se encaman. Él comienza a besar a Madeleine muy tiernamente, su mano baja. ¿Puedo? Pregunta él, ella dice que sí. La otra muchacha, que ha salido de cuadro (pero que se encuentra en la misma cama) sólo murmura: ¡a mí no me vayan a molestar!

El guion de Masculino femenino está basado en una historia de Guy de Maupassant, La mujer de Paul. Escrito en 1881, el cuento gira en torno a La Grenouillère un famoso balneario en las proximidades de París que, en su tiempo, frecuentaron Renoir y Monet. Este último pintó el sitio con sus restaurantes, reflejos de agua y botes que enmarcan el cuento de amor galante de Maupassant. Para contar la historia mínima, casi una anécdota, de Paul y su mujer Madeleine, Godard utiliza, en lugar de La Grenoiullère, los cafés parisinos con sus personajes malhumorados que en tardes lluviosas entran gritando: ¡un café! En la primera de las quince partes que conforman esta película, aparece en uno de estos cafés una mujer que, mientras Paul coquetea con Madeleine, discute con su marido. Él la amenaza y sale. Ella extrae de su bolso una pistola, alcanza al hombre y, en la calle, lo mata. Todo sucede con la misma naturalidad con la que Paul explora el cuerpo de Madeleine o con la que con su amigo sindicalista se aproxima a un auto diplomático estadounidense para gritar al chofer: ¡yanquis go home!

No se crea, sin embargo, que aquella es la única vez que aparece una pistola, tampoco es la única muerte de la película. Siguiendo a Maupassant, Godard medita en torno a la forma en que ama y muere la gente de pueblo, la que liga en cafés o balnearios. Es posible que dicho interés esté relacionado con el fracaso amoroso que significó la separación de Anna Karina, su mujer y cómplice, la actriz con la que Godard despegó su carrera luego del éxito de su primer largometraje, Sin aliento.

La muerte de Godard invita pues a ver Masculino femenino, una de las películas más sugestivas del maestro francés; obra maestra de la Nueva Ola en la que el collage de imágenes, sonidos, letreros y exabruptos aún permite atisbar una narración, un cuento de amor loco que exalta los fantasmas e ilusiones de la generación de 1968.

Masculino femenino

Jean-Luc Godard | Francia, Suecia | 1966

AQ

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