No es extraño que los espacios en los que se lleva a cabo el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española estén repletos. Así sucedió ayer en el Teatro Real con la presentación conmemorativa de Rayuela, así pasó esta tarde en el Teatro San Martín con el panel “Poesía y diversidad cultural”, en el que Joaquín Sabina leyó un texto en prosa, dos poemas y una canción.
Al finalizar, en medio de las ovaciones del público, la coordinadora de la sesión, la escritora argentina María Negroni, le pidió que leyera algo más o que, mejor, cantara. Pero él rechazo la propuesta de forma cortés y el acto continuó con la lectura de poemas de los otros panelistas.
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Presidida por Rafael Otariño, secretario de la Academia Argentina de las Letras y moderada por Negroni, en la mesa participaron, por orden de aparición, el dominicano José Mármol, la española Elvira Sastre, el argentino Carlos Schilling y Sabina.
Fue la celebración del género de la imaginación y la libertad. “La poesía tiende puentes, atraviesa fronteras”, dijo Otariño. María Negroni citó a Jean Cocteau: “Un poeta es alguien que escribe sin ser escritor”. Agregó que la poesía es un descenso a lo desconocido y “un antídoto contra el lenguaje autoritario”.
Para Mármol, “la poesía es en sí misma diversidad y manifestación de absoluta libertad”. Para Elvira Sastre, quien comenzó a escribir en un blog, difunde su trabajo a través de las redes sociales y es autora de varios libros de gran éxito, “la poesía, más que diversa, es universal. Va más allá de los límites, uno sabe lo que es poesía cuando la lee no cuando la estudia”. Contó que el mundo cibernético fue clave en su proceso de escritura y que internet no sólo le permite publicar sus textos, sino descubrir autores y obras de todo el mundo.
“Los tiempos cambian y con ellos los medios —dijo—. La diversidad cultural de la poesía está asegurada y los amantes de la poesía estamos de suerte”.
Carlos Schilling habló de tres poetas cordobesas: María del Carmen Marengo, María Calviño y Elisa Molina, comentó y leyó poemas de ellas. “Si algo las une —dijo— es que las tres son poetas del sentido”.
Luego, sin mayor presentación que el título de algunos de sus libros: Memoria del exilio, De lo cantado y sus márgenes, Esta boca es mía, entre otros, Sabina, con el pelo negro y la barba blanca, con voz grave dijo: “No estoy dotado para la erudición, así que no teorizaré, leeré un poquito de prosa y dos poemas”, y comenzó:
“A los catorce (parece que fue ayer) el rey Melchor se lo hizo bien conmigo y me trajo, por fin, una guitarra. Aquel adolescente ensimismado que era yo, con granos y complejos, en lugar de empollar física y química, mataba las horas rimando, en un cuaderno a rayas, versos llenos de odio contra el mundo y los espejos. El mundo, lejos de sentirse aludido, seguía girando (que es lo suyo), desdeñoso, sin importarle un carajo mi existencia. Y los espejos, cabrones, en vez de consolarme con mentiras más o menos piadosas, me sostenían cruelmente la mirada”.
Continuó con “Alrededor no hay nada”, “Este ya” y terminó con “La canción más hermosa del mundo”.
Homenaje a Sabina
Esta noche, en el mismo Teatro San Martín, Joaquín Sabina será motivo de un homenaje desde el tango. Según anunciaron los organizadores, no cantará, sino que leerá sus poemas acompañado de sus amigos Luis García Montero, Benjamín Prado, Luciana Bedini y Elvira Sastre, mientras que, con la participación de la Orquesta de Cuerdas Municipal, dirigida por Santiago Ruiz, y los bandoneonistas Damián Torres y Pablo Jaurena, sus canciones serán interpretadas por Adriana Varela, Silvia Lallana, Gustavo Vicentín, Carlos Habiague y Marcelo Santos.
ÁSS