El sábado 6 de diciembre de 1980, a las seis de la tarde, el presentador de la BBC Andy Peebles se encontró con John Lennon y Yoko Ono en el estudio de la Hit Factory, en Nueva York, donde la pareja había grabado Double Fantasy.
Con el productor Paul Williams y un pequeño equipo de la emisora británica, Peebles había viajado desde Londres para entrevistar a Davie Bowie, pero surgió la oportunidad de hablar también con John y Yoko y la aprovecharon sin imaginar —quién podría haberlo hecho— que 48 horas después, el 8 de diciembre, el compositor de “Woman” sería asesinado frente al edificio Dakota, donde vivía, por un demente que le disparó cinco balazos a quemarropa.
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“Si nos hubieran dado media hora ya hubiera valido la pena, pero la entrevista duró más de tres horas y aún continuamos conversando mucho más rato durante la cena”, escribió Williams en el prólogo de John Lennon. La última conversación, editado en español por la editorial Ultramar en 1981 y lamentablemente descatalogado.
El libro recoge íntegra esa entrevista en la que Lennon no se regodea con la nostalgia de haber formado parte del grupo más importante en la historia del rock, sino que mira al futuro y habla sin reservas de su trabajo creativo al lado de Yoko, con quien —dice— aprendió el duro oficio de ser mujer. Durante cinco años se recluyó en su departamento para criar a su hijo Sean y encargarse de las labores domésticas, en una especie de disciplina zen, mientras Yoko se ocupaba de los negocios. Hasta entonces, las mujeres habían estado a su servicio: “esposas, novias, amigas”. Si había una fiesta, “uno se deja caer borracho y espera que alguna amiga le haga el desayuno a la mañana siguiente, aunque ella también se haya emborrachado contigo en la fiesta, pero se supone que una mujer estará dispuesta a servirte siempre. Fue toda una experiencia [recluirse cinco años] y entonces aprecié lo que las mujeres habían hecho por mí a lo largo de mi vida. Nunca antes había pensado en ello”, dice John. “El trabajo de una mujer no acaba nunca, ¿sabes?”, interviene Yoko y Lennon responde: “Es del todo verdad, amor, nunca, nunca está listo”.
La entrevista recorre la historia de John, su relación con Yoko, la separación de los Beatles, su resentimiento con Paul —un resentimiento como el que surge entre dos hermanos que sin embargo se quieren. Habla de la música que había creado con su esposa, de los abusos de su editora discográfica, que lo creía de su propiedad, de su experiencia y alejamiento de las drogas, de sus protestas contra la guerra, de la decisión de vivir en Nueva York, donde podía andar de un lugar a otro con entera libertad. En Londres —dice John—, él y Yoko: “No podíamos dar vuelta a la manzana, no podíamos ir a un restaurante”, sin ser asediados por la gente. Cuando se cambiaron a Manhattan en 1971, Yoko le decía: “‘Aquí podrás caminar’. Pero yo andaba como tenso, esperando que alguien me dijera algo, o me saltara encima, y me llevó dos años relajarme. Aquí, puedo salir por esa puerta e ir a un restaurante, ¿sabes lo grande que es eso? O ir al cine. La gente se acerca y me pide autógrafos o dice ‘hola’, pero no te vuelven loco”.
“En las primeras horas del domingo 7 de diciembre de 1980, estreché las manos de John y Yoko Lennon y les dije adiós”, recuerda Andy Peebles. El equipo de la BBC regresó a Londres el martes 9 de diciembre, “a la hora del desayuno, […] para encontrarnos con la terrible noticia del asesinato de John”, escribe Paul Williams en el prólogo de este libro que es, de muchas maneras, el entrañable retrato de una generación.
AQ