En 1952, Satyajit Ray vio Ladrones de bicicletas durante un festival de cine en Londres. El nuevo estilo le impactó tanto que dejó su carrera de publicista y se dedicó a producir la Trilogía de Apu. Aquella muestra contagió a decenas de artistas que viajaron a sus patrias llevando un espíritu que adquirió toda clase de formas. El Neorrealismo había trascendido las fronteras italianas.
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La Trilogía Calabrese de Jonas Carpignano (disponible en MUBI) hereda de la India el Neorrealismo al modo hindú. Y es que este estilo resulta tan versátil y cosmopolita que Carpignano debe por igual a Ray y a Zavattini. Así como Satyajit Ray en la Trilogía de Apu, Jonás Carpignano desarrolla en su Trilogía Calabrese un tríptico de más de seis horas que es, en realidad, una sola película.
Como se sabe, André Bazín distinguía en el cine las corrientes que privilegian la imagen de las que privilegian la realidad. De acuerdo con el crítico, el Realismo Soviético y el Expresionismo Alemán son productos del imperio de la imagen, mientras que en el Neorrealismo impera la realidad. Así es en la obra de Carpignano. La amistad entre un niño y un inmigrante son el hilo conductor de estas tres obras, si bien a veces ellos tienen que retirarse al fondo para que jueguen otras voces en una suerte de contrapunto musical.
La Trilogía Calabrese inicia con Mediterránea, del 2015. Seguimos a un joven africano que cruza el mar hasta el sur de la península italiana, donde se hace amigo de un niño romaní. Pío vive en un caserío. En Ciambra no entran ni los policías ni los italianos; es un peligroso arrabal que da nombre a la segunda película del tríptico.
A Ciambra, del 2017, narra la transformación de Pío. Ha dejado de ser un niño. Es ahora un joven, pero adorable criminal. De las tres películas, A Ciambra es la que corresponde mejor con otra derivación del neorrealismo italiano, esto es, el realismo mágico. Las primeras imágenes de la película exponen un cielo tan azul que tiñe el pelaje de un caballo que simboliza al pueblo romaní. Entretejida con sueños y la intemperancia de un chico que está por iniciarse en la sensualidad erótica, A Ciambra es ante todo una historia de amor de amigos, la de Pío y este inmigrante africano que ahora es italiano, si bien no ha podido perder su condición de marginal.
En la tercera parte del tríptico (A Chiara, del 2021) aparece un nuevo personaje. Ella es el mundo italiano que se resiste a digerir a estas personas que todos piensan inferiores. Chiara es una chica frívola que un día descubre que su padre es mafioso y que ha tenido que refugiarse entre negros y gitanos para huir de la policía. Durante una escena pregunta: pero si tienen el dinero que se han robado, ¿por qué no cambian de modo de vivir? No ha entendido nada. Su personaje corresponde perfectamente con lo que Zavattini definía como elemento primordial del cine militante: la oposición entre la narrativa analítica que muestra la realidad social y el retrato narcisista de lo que llamaba síntesis del burgués.
Carpignano ha producido un clásico del neorrealismo italiano, un espíritu que de Satyajit Ray incorpora este concepto hindú: la satya que significa verdad. Pero la palabra satya está emparentada con otro vocablo que ilumina este tipo de arte: ser. En efecto, el cine neorrealista pretende dejar de imitar a la vida y volverse verdad en sí mismo. Cuando lo logra produce obras como estas dos trilogías, arte que nos regala el placer puro de quien contempla al ser, la verdad.
Trilogía Calabresa
Jonás Carpignano | Italia | 2015-2022
AQ