Jorge Comensal: “Busco hacer una novela que refleje la complejidad de nuestra época”

Entrevista

En 'Este vacío que hierve', el novelista nos introduce a una Ciudad de México de un futuro apocalíptico donde, sin embargo, aún hay tiempo para salvar al planeta.

Jorge Comensal, escritor mexicano. (Foto: Lola Estudio)
Silvia Herrera
Ciudad de México /

Novelista y ensayista, Jorge Comensal es autor de la novela Las mutaciones y del libro de ensayo Yonquis de las letras. A estos libros se suma Este vacío que hierve (Alfaguara, 2022), su segunda novela. Ambientada en 2030, tiene como trasfondo el incendio del Panteón Dolores y el zoológico de Chapultepec durante una severa ola de calor. Esto provocará el encuentro de Karina, física de profesión, y Silverio, cuidador de un panteón. Detrás de ello, corren otras historias: la investigación que efectúa Karina para saber la verdad sobre cómo murieron sus planes, el activismo de la hija de Silverio, quien es vegana y se opone a la violencia animal, y algunos hechos que parecen sacados de la ciencia ficción. En la siguiente conversación, Comensal profundiza algunos aspectos de Este vacío que hierve.

—¿Tienes alguna poética o teoría de la novela?

A mí me parece que la novela justamente es el género literario más generoso. En ella cabe la reflexión ensayística, la digresión lírica, la trama de suspenso, el diálogo directo… Me gusta mucho poder retratar dentro del ámbito de la ficción el lenguaje cotidiano sin tratar de hacer documental.

Mi deseo es poder aprovechar y beber de muchos ríos de la novela, buscando que no quede encasillada en un solo subgénero. Con elementos de la novela detectivesca, psicológica, de ciencia ficción busco hacer una novela que refleje la complejidad de la época que nos toca vivir y los problemas que me obsesionan.

—Tienes dos novelas, ¿cómo se reflejan estas ideas en ellas?

Son muy diferentes, pero en ese deseo de que puedan convivir elementos muy diferentes creo que siempre busco que haya convivencia entre lo cómico y lo trágico, entre lo dramático y lo simpático, porque creo que eso es lo que hace llevadera esta existencia. Incluso en un escenario catastrófico como el que detona la trama en Este espacio que hierve; en la novela anterior es el cáncer el elemento frente al cual la trama plantea situaciones luminosas.

—Pienso que en Este espacio que hierve los personajes principales, Karina y Silverio, se muestran indefensos ante ese trasfondo doloroso.

Sí, en este caso el fuego en un sentido literal en el Panteón Civil de Dolores, en Chapultepec, pone a Silverio en una situación límite y después otros elementos lo hacen experimentar otra conciencia que lo hacen viajar por el inframundo. Mientras que Karina, cuya certeza y seguridad en la vida dependen de su confianza en la visión científica del mundo y qué tan bien lo entiende debido a su profesión, pone en crisis esta seguridad porque descubre que hay mucho que no sabe sobre ella misma, su familia y su pasado. Entonces, sí están indefensos como dices.

Este vacío que hierve. (Alfaguara)

—En el caso de Karina, en relación con los diversos subgéneros de la novela, y ya que mencionaste lo detectivesco, eso es lo que ella hace cuando se pone a investigar sobre su pasado para tener una verdad en la cual anclarse. Las certezas de la ciencia no son suficientes para hacerla estar asida a la vida.

Exacto. El tener que salir a hacer pesquisas la pone en una posición muy incómoda, porque le resulta totalmente ajeno a su temperamento, a su naturaleza introvertida. Esa búsqueda parece involucrar elementos criminales muy oscuros. Lo único que le permite a ella, justamente como mecanismo de defensa para volver sobre la indefensión, es adoptar una identidad falsa para poder interrogar a vecinos que tuvo cuando era niña y que no sepan de quién se trata. Para poder descubrir la verdad adopta el nombre de una persona inhumada en el Panteón Civil de Dolores, que fue esposa de Plutarco Elías Calles. Esta impostura le da confianza para hacer lo que le resulta tan extraño.

—Resulta curioso la época en la que ubicas la novela, porque 2030 está a la vuelta de esquina, ¿por qué no 2057, por ejemplo? Una mayor distancia temporal sería más apocalíptica.

Yo quería ampliar solamente un poco el tiempo para la credibilidad de ciertos episodios y, sobre todo, porque quería hablar de cosas que ya son presente, pero pudiendo prescindir de elementos de la realidad que ahorita nos tienen muy involucrados como son la pandemia, la guerra, la inflación, la polarización política… Para poder tomar distancia con respecto a estos temas, solo me muevo un poco hacia el futuro y poder meter un poco de dosis de ciencia ficción como la clonación de mamíferos, que ya está en marcha, o el uso de robots como vigilantes. Son cosas que ya pueden suceder.

Y justo no quería abordar esta historia desde una situación distópica. Hay una catástrofe, pero la normalidad sigue operando. Es ahí donde quiero proponerle al lector que se imagine cómo quiere que sea este momento en el que no ha colapsado el planeta, sino simplemente será un poco diferente a lo que es ahora y podemos todavía influir en cómo va a ser.

—Si seguimos con las indefensiones, encontramos también la de los animales y la de los ancianos.

Un poder del cual no hemos sabido hacer uso fructífero es el control de la naturaleza. La clonación es un ejemplo, y anoto también la ambivalencia del papel de los zoológicos en el presente y el futuro. Me interesan estos temas siempre anclados en lo intemporal, como el vínculo con los orígenes familiares, con los vacíos afectivos, con el cuidado que debemos tener hacia los otros humanos.

En la novela planteo que en Japón ya hay robots que cuidan ancianos que viven solos, pero eso nada más va a servir para levantarnos cuando no podamos caminar, sin embargo no sirven afectivamente para que la vida tenga sentido. Ese problema intemporal es el centro de la historia.

—En la novela tratas otros asuntos como el veganismo de la hija de Silverio, que ella asume porque está en contra de la violencia contra los animales. Pero, detengámonos en lo que llamas el vacío afectivo. Tanto Karina como Silverio lo padecen, ella en particular por la dosis de autismo que la persigue.

En el caso de ella hay cierto abuso del diagnóstico, que también es algo frecuente. Su abuela, que pertenece a una generación impermeable a la psicología moderna, se niega a aceptar, y Karina tampoco lo asume tanto como parte de su identidad. Ella está en una zona justamente borrosa, que es algo que a mí interesa plantear, no hay una casilla donde están las personas con trastornos y las que no en otra, sino se trata de un continuo en la que todos nos movemos. Karina está en una zona donde su búsqueda la va a ayudar a liberarse de las etiquetas impuestas desde afuera.

—¿Consideras que tu novela es políticamente correcta?

Intento mostrar la complejidad de las posiciones radicales o simplificadoras en el debate que hay, por ejemplo, entre Silverio y su hija; ella es la activista que asume con mucho fervor este discurso de defensa de los animales, junto con el del lenguaje inclusivo, y que a su padre le resulta desconcertante y que puede plantearle críticas y respuestas válidas. Yo quería convocar esas voces para que hablaran por sí mismas, sin que la novela fuera una tesis o una toma de postura personal porque importaba más que la obra mostrara un mundo que estoy imaginando, donde, por ejemplo, hay una postura antagónica entre los que creen que los zoológicos son prisiones inaceptables y quienes creen que son parte imprescindible de la conservación ambiental. Sin tomar postura sobre eso, yo aprovecho el recorrido por el zoológico que hace uno de los personajes para hacer algo que a mí me nace naturalmente, que es escribir sobre la admiración y la curiosidad que siento por especies que me gustan sin hacer de la novela un panfleto.

AQ

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