Jorge Galán: “¿Cómo es posible que hayamos vivido en esta oscuridad por tanto tiempo?”

Entrevista

De visita a México, el escritor salvadoreño habla de su saga ‘El país de la niebla’, de la literatura fantástica y de la violencia que vive su país y en toda Centroamérica, donde la dictadura nicaragüense ha obligado al a artistas y escritores.

Jorge Galán, escritor salvadoreño. (Cortesía)
Ciudad de México /

Pocos escritores tienen tanta versatilidad como el salvadoreño Jorge Galán (San Salvador, 1973). Ha ganado alrededor de una veintena de premios internacionales en poesía, cuento, novela histórica y literatura infantil, pero ahora volvió a sus orígenes de lector y escritor con una trilogía fantástica.

“Leer una historia es pasar un buen rato, pasarla bien, porque nos emociona, nos ilusiona, nos enamoramos, nos enojamos: eso es la literatura”, expone el poeta y prosista al defender el valor de obras como su trilogía El país de la niebla; El señor de los anillos, de Tolkien, o el Harry Potter de J.K. Rowling, que sacó la lectura del oscuro reino de las escuelas donde solo es tomada como obligación.

De regreso a México donde en diciembre pasado recibió el premio Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco 2022 en cuento y poesía, que le otorgó la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por su libro Equinoccio, a principios de mayo presentó su una saga de fantasía celebrada por escritores como el premio Cervantes 2016 Eduardo Mendoza o Almudena Grandes, que remite a su San Salvador natal.

George Alexander Portillo Galán conversó sobre su poesía, la novela que le llevó a exiliarse algunos años en España, Noviembre (2015), sus colegas nicaragüenses Sergio Ramírez y Gioconda Belli, perseguidos por el dictador Daniel Ortega, y sobre El país de la niebla, saga protagonizada por su héroe Lobías Rumin a lo largo de las mil páginas que suman La ruta de las abejas (2020), La caída de Porthos Embilea (2021) y El domador de tornados (2022), editadas por Océano en Gran Travesía.

La charla iba a realizarse en el Parque México Hotel, donde se hospedaba el ganador de los premios Iberoamericano de Poesía Jaime Sabines 2011, por su poemario El estanque colmado, o el de la Real Academia Española en 2016, por su novela Noviembre, entre muchísimos otros, pero los empleados no permitieron el diálogo, en ninguna área, con el pretexto de que “las entrevistas están prohibidas”.

Galán, sin insistir, encontró de inmediato refugio para hablar de literatura: una librería en la Condesa.

—¿Cómo pasó de la novela histórica, de la poesía, a la novela de fantasía?

Para mí es un volver a los orígenes, porque cuando se inició todo, es decir, cuando comencé a tomarme la literatura en serio, a pensar en ser escritor y escribir, lo que leía era literatura de ciencia ficción, de fantasía o de terror. Leía mucho a H.P. Lovecraft, a Arthur Machen, a Philip K. Dick y, sobre todo a J.R.R. Tolkien. Quise ser escritor leyendo a estas personas. Y las historias que escribí en aquel momento, muy iniciales (nunca se publicó nada) fueron de este tipo. De hecho, mi primera novela publicada es de ciencia ficción, El sueño de Mariana (F&G Ediciones, Guatemala, 2008). Así que estos géneros siempre han estado cerca para mí. Por circunstancias de la vida publiqué otro tipo de cosas, poesía y novelas de otra índole, hasta que un día pensé que era buen momento para retomar un género que quería mucho, que había admirado mucho, y con el que me siento casi mejor que nada.

—¿A qué atribuye el menosprecio a la fantasía en el ámbito editorial y literario en español?

No lo sé. Hay un cierto prejuicio. Sé que se ve como un género menor, pero, si pensamos en los grandes autores ingleses de finales del siglo XIX y principios del XX, como J.M. Barrie (padre de Peter Pan) y siguiendo con Tolkien que es más o menos de la misma época, o Lewis Carroll, el mismo Charles Dickens con Cuento de Navidad, no entendería por qué se menosprecia, si son grandes autores, sus obras no son menores precisamente. Hay muchos que escribieron fantasía que son grandes autores.

A la literatura infantil y juvenil se le ha visto como género menor tradicionalmente, no sé por qué. En parte es por prejuicio y en parte porque se supone que un adulto no puede leer este género. Pero somos más nosotros. Hace poco, el autor de La materia oscura (Philip Pullman), de la que han hecho series, filmes, sacó una cuarta parte. Y coincidió con que llegué a presentar una novela a Londres, que estaba tapizada por todas partes con publicidad sobre aquel libro (de Pullman): en el aeropuerto, en las librerías, era un boom… Y es de fantasía. Veamos lo que generó Harry Potter. Nosotros lo malvemos, pero, en otras partes del mundo, es un género muy apreciado, tan válido como cualquier otro.

—¿Cómo encontró a su protagonista en El país de la niebla?

Lo primero fue la imagen de un niño al pie de una colina al que se le aparece un tornado. Y hay un hombre que llega a caballo con un lazo y lucha contra el tornado para proteger al niño. Vi esa imagen y escribí una página. Eso habría sido 2005, 2004. Cuando retomo y quiero escribir la idea completa, si usted revisa La ruta de las abejas, que es el primer tomo, ahí está esta imagen de remembranza de cómo vio a los domadores de tornados, que eran personajes míticos, pero él había visto a uno. Vino así, casi de manera inconsciente, y poco a poco le fui inventando una historia, creándosela.

Portada de 'La ruta de las abejas', de Jorge Galán. (Gran Travesía)

—¿Cómo mantener a un personaje así, en una secuencia, al enlazar tres libros de fantasía?

En realidad, no había mucho lío. Cuando las concebí eran una sola historia, pero me daba cuenta que para publicarla era muy complicado, salía un libro de mil páginas. Sobre todo, yo no era un autor que hubiera publicado fantasía antes y entregarle mil páginas a un editor era una locura. Por eso fue que decidí dividirla en tres partes. Así que no me costó la secuencia porque ya sabía cómo iba la historia del principio al final, sí hay detalles y cosas que se van creadas, pero estaba concebida desde el inicio.

—Es poeta, ha ganado infinidad de premios. Y es muy versátil, aborda con facilidad otros géneros. La poesía es síntesis y El país de la niebla es gigante. ¿Cómo pasó de la síntesis a la saga?

Todo nace naturalmente. A mí me pasa algo con la poesía. Cuando pienso en mis libros, estos están tratando de contar algo, los veo no como un poema. Escribí hace años La ciudad (Pre-Textos, 2011) y lo concebí de esta manera, yo quería contar la ciudad a través de las voces de las personas que vivían ahí. Entonces, fui creando una serie de personajes que hablaban en primera persona. El libro era de poesía, pero, en realidad, es como contar una historia. Aunque los poemas van llegando poco a poco, la idea general es una sola, no se aleja tanto de la concepción de la novela. Al menos en mi cabeza, no está tan peleado un género con el otro, no está peleada la poesía con la novela de fantasía.

Portada de 'La caída de Porthos Embilea', de Jorge Galán. (Gran Travesía)

—¿La literatura fantástica es evasión de la realidad? ¿Esta trilogía es su manera de evadirse de una realidad tan violenta como la que vivimos en nuestros países en América Latina?

Sí y no. He dicho que cuando uno nace en un país como el mío debe preguntarse cómo llegamos hasta esta oscuridad. El Salvador ha tenido violencia, bueno, desde que nací no he conocido un país en paz: no me daba cuenta, pero estaba el preludio a la guerra cuando nací, mi niñez fue durante la guerra, mi juventud y mi vida adulta que he vivido en El Salvador han sido con las pandillas. Siempre ha habido violencia. Yo me pregunto: ¿cómo llegamos hasta aquí? ¿cómo es posible que hayamos vivido en esta oscuridad por tanto tiempo? Entonces intenté responder esta pregunta de diversas formas.

Cuando creo La ruta de las abejas, El país de la niebla, tal vez la idea inicial era inconsciente, pero luego me daba cuenta que de lo que habla El país de la niebla es de una violencia sin sentido, de un ataque por conquistar territorios, y todo tiene que ver con la oscuridad, con el Valle de las Nieblas. Y San Salvador es eso, un valle lleno de oscuridad y lleno de una violencia sin sentido. O sea, de alguna manera era una evasión, porque estaba escribiendo fantasía. Pero, de otra manera, era mi inconsciente dándote respuestas sobre esta oscuridad que se está viviendo en este momento.

—¿Es una búsqueda de mitificar esta violencia que atraviesa su país?

Algo así. De ir hasta lo más profundo y de explicar la violencia a través de eso, como lo escribiría uno a través de un poema, con metáforas, con imágenes…

—Mi pregunta se encaminaba a su novela Noviembre, sobre el asesinato a manos de militares de cinco jesuitas españoles y otras tres personas en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, su alma mater, el 19 de noviembre de 1989. Acá también hemos tenido recientes asesinatos de jesuitas en Chihuahua, hace un año. ¿Buscaba evadirse de la realidad en ese tipo de obras?

Después de Noviembre, decido cambiar totalmente de tema, un poco para dejar atrás eso. Lo de Noviembre fue muy bueno, pero muy complicado. Por esa novela acabé haciendo cosas que no tenía en mente, que cualquier escritor ni siquiera se lo plantea. Y quería darle un giro total a lo que estaba haciendo. Ahora he vuelto a escribir otro tipo de cosas, porque uno no puede evadirse de la realidad completamente y acabas escribiendo, ves las cosas y las escribís. Pero en parte escribir fantasía sí fue eso: salir de este círculo tan complicado en que se había convertido Noviembre.

—Pero es tan fuerte la violencia en nuestros países, que lo volvió a atrapar.

Sí, es que es inevitable, porque es que vivimos ahí.

Portada de 'El domador de tornados', de Jorge Galán. (Gran Travesía)

—Mencionaba la poesía en relación con su trilogía. ¿Ve El país de la niebla como poema épico?

Sí, pero escrito de una manera moderna. Porque creás unos mitos, unos personajes que reaccionan en relación a esos mitos y a esas leyendas y a esa historia pasada, una historia en la que permanentemente hay mitos que se van o descartando o haciendo realidad, vas a encontrarte eso, te enfrentás a tu propia historia. Sí, yo lo veía así (como poema épico), lo concebía de esa manera. Obviamente, cuando lo vas a contar lo contás en los términos de la novela moderna.

—¿Como han recibido la trilogía en El Salvador ahora que regresó allá con la pandemia?

No tan bien como Noviembre, ha llamado menos la atención.

—¿Lo dice con ironía?

No, la verdad es que a Noviembre le ha ido muy bien. Sigue estando vigente en el país.

—Pero le provocó el exilio.

Bueno, creo que lo que pasó, yo tenía poca experiencia, no me lo esperaba, acabé participando en un juicio, no contra mí, sino en el juicio éste que hicieron. Ahora lo veo de un punto de vista diferente, porque en ese momento no sabía qué hacer. Recibí un montón de amenazas, obviamente ahora puedo pensar que el 95 por ciento no eran tales, era gente molesta diciéndome cosas que en realidad lo pensaba pero que no iba a llevar a cabo. Y a algunas sí había que prestarles atención, eran poquísimas, pero en ese momento me sentía completamente apabullado, porque no me lo esperaba, no me esperaba una reacción tan visceral sobre un tema que había sucedido 25 años antes. Entonces, bueno, me marché. Creo que fue lo mejor, pero también fue muy complicado.

—¿Qué opina de la persecución a escritores en Nicaragua, a Sergio Ramírez, a Gioconda Belli?

Lo de Sergio y lo de Gioconda es una locura, es un volver al pasado. Da tristeza. Por la poesía, yo iba mucho al Festival de Granada, era una cosa tan especial, tan bonita, y llegaba ahí toda esta gente: Claribel (Alegría), Sergio, muchísimos. Y ver que todo eso desapareció y despareció de la manera más absurda, algo que es una falta a los derechos humanos, pero también raya con la locura. Porque es que no te explicás que ese país esté en esa situación. Y ellos están sufriendo eso. No me imagino qué es, es cierto, yo estuve fuera pero de manera muy distinta; ellos están exiliados de su país siendo la gente que son, siendo la gente que le ha dado tanto a Nicaragua, tanto prestigio, han hecho tantas cosas. Y es una cosa absurda: el dictador actual es peor que el dictador que derrocaron. No se puede creer.

—¿Qué extraña de El Salvador que usted dejó y qué le gusta del que encuentra ahora?

De extrañar, extrañas algo íntimo, tu familia. Cuando me fui estaba mi abuela, cuando volví ya no estaba. Extrañás muchas cosas, pero era un país muy difícil para vivir por la violencia. Yo a veces pensaba que esas personas siguen siendo buenas personas, y no lo entendés porque viven en un grado de violencia terrible. Así que no extrañaba tanto eso, extrañaba a las personas, a la gente, pero al país en específico… Cuando me fui era un caos y al volver es un caos. Es cierto que ahora es menos caos, un poquito menos caos. Vamos a ver qué sucede en unos años, pero, bueno, es un poco menos caos. Sobre lo político, había mucha gente entusiasmada con el nuevo gobierno, pero eso sucede siempre. Había mucha gente entusiasmada con el FMLN, con el gobierno de izquierda, había un entusiasmo genuino de la gente, luego no funcionó, esperemos a ver ahora qué sucede. Hay cosas buenas y malas.

Yo soy bastante escéptico, trato de ser objetivo con las cosas buenas. A esperar un poco. No querría decir más, es una cuestión en curso. Hay cosas malas que son muy malas, y hay cosas buenas que están bien realmente. Pero hay que ver lo que verdaderamente importa: este país no puede estar bien, si no hacemos un énfasis en la educación, pero ese énfasis no se está haciendo. De momento parece que todo está muy bien, pero en lo que importa no existe, porque no se está llevando a cabo eso. No voy a juzgarlo porque es una cuestión que se está haciendo ahora mismo y no sé adónde vamos a ir a parar, así que el tiempo nos va a mostrar qué es lo que va a suceder. De momento, solo puedo decir que a nivel educación no se está haciendo lo suficiente, y eso solo nos puede llevar, no vamos a salir del subdesarrollo si no cambiamos el modelo educativo, simplemente eso. No es algo que yo invente, cualquier país desarrollado del mundo tiene una educación acorde a ese desarrollo.

—¿Cómo fue su relación con otros escritores exiliados, como Horacio Castellanos Moya, por ejemplo?

Horacio, como escritor, es alguien importante para mí. Él es unos años mayor que yo, así que… El Salvador es algo muy difícil para los artistas, para los escritores, los pintores y los músicos, y yo leía a Horacio y me gustaba lo que leía, pero también era importante para mí a nivel de figura, de ver que alguien había hecho toda una carrera y estaba demostrando que sí se podía hacer un autor, publicar en grandes editoriales, sí podías hacer una obra que pudiera llevarse a otras partes y todo eso. En un momento en El Salvador no sucedía eso, así que para mí Horacio era un ejemplo. He estado en contacto con él desde hace algún tiempo, ahora menos, por las circunstancias a veces. Vivía mucho en Estados Unidos, en Iowa, creo que sigue así. Lo vi ahora en noviembre en la FIL, tenía mucho tiempo de no hablar con él. Siempre estoy pendiente de las obras que está haciendo, y ese tipo de cosas.

—¿Cómo encontró a las nuevas generaciones a su regreso?

Siempre lo que falta en nuestros países es desarrollo; publicaciones, festivales, editoriales, becas... Lo que no falta es talento, talento siempre hay. Llego a San Salvador y me encuentro a gente joven muy talentosa, como Roxana Méndez (1979), que ha ganado un montón de premios de narrativa infantil, de la Fundación Cuatrogatos, el premio José Hierro de poesía en España, un montón. Alberto Pocasangre, que también ha ganado premios internacionales de literatura infantil. Hay como un pequeño boom de literatura infantil. Hace poco leí a una chica, Michelle Resinos, que no la conocía de nada, y ganó un par de premios centroamericanos de cuento, y me sorprendió un montón, es una chica muy joven y muy buena escritora igual de poesía. Siempre hay surgiendo cosas, a pesar de todas las dificultades.

—¿Qué opina de Harry Potter, una historia que hizo leer a muchísima gente?

A todos nos gustan las historias desde siempre, desde que nos sentábamos ante una fogata; a todos nos gusta que nos emocionen, la magia, la fantasía, somos hechos de eso. (Pero) en nuestras sociedades —te hablo más de El Salvador que por otras— leer está vinculado a una cosa que no nos gusta, que es la obligación. Cuando tenía 12 años, me dejaron leer la Ilíada, La Divina Comedia… No eran obras para un niño de 12 años, yo las detestaba, las detestaba de verdad, y a mí leer me pareció una cosa terrible.

Harry Potter lo que hace es sacar el libro del ámbito estudiantil y que quien lo lea simplemente se pase un buen rato. Eso es muy importante porque lo que le está diciendo a la gente es eso: contar una historia, leer una historia es pasar un buen rato, y pasarla bien, porque nos emociona, porque nos ilusiona, porque nos enamoramos, porque nos enojamos, eso es la literatura. Y para todos debería ser eso. Y Harry Potter es la quintaesencia de pasarla bien leyendo un libro. Y por eso es importante.

AQ

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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