Joseph Beuys fue uno de los artistas más influyentes del siglo XX. Habría cumplido cien años el 12 de mayo del 2021. Murió con 64 en enero de 1986. Sus cenizas fueron esparcidas simbólicamente en el mar del Norte, frente a Helgoland.
Al día de hoy, Beuys sigue siendo una de las grandes figuras controvertidas, a pesar de su innegable importancia en la historia del arte y la cultura. Para algunos es considerado el artista del siglo, pionero de una nueva era postmaterialista; otros lo ven como un charlatán, un chamán, un predicador itinerante, mago, artista-profeta, anarquista, revolucionario, agitador, diletante político, un chiflado... Las etiquetas al hombre del sombrero darían para un diccionario entero. Probablemente, a Beuys no le importaba caldear los ánimos y dividir las opiniones, pues todas las proyecciones dirigidas hacia su persona servían a su causa. Su ambición era crear movimiento en donde prevalecía la rigidez, rasgo que aplicó en el arte, el pensamiento humano y la sociedad. Quería provocar, desafiar a sus congéneres a exteriorizar lo interior, concebir una forma de pensar más allá de lo racional, una forma de vida sintonizada con la esencia del hombre; ideas que no eran del agrado de todos, y resultaba tan sospechoso como sus evocaciones de un mundo desaparecido lleno de enigmas, mitos y rituales. Asimismo, su referencia a las áreas de la herencia germánica y el inconsciente colectivo, muy ansiadas después de 1945, se percibió como algo bastante extraño.
Si uno se ocupa de Beuys, se encuentra una y otra vez con el topos del auto promotor, convencido de sí mismo más allá de toda medida. Sin embargo, quienes le conocieron personalmente (como yo), saben que él se preocupaba mucho más por la manifestación de sus ideas que por su persona, y que encarnaba una extraordinaria mezcla de timidez, cordialidad, franqueza y humor, que no intimidaba ni arrogaba. Tenía, lo que se llama, un sentido de la misión, y aparecía siempre con una energía belicosa, en calidad de guía intelectual totalmente seducido por una idea —una combinación difícil en la Alemania de posguerra. Consideraba su vida una obra de arte encarnada desde lo espiritual. Para él no había separación entre el trabajo y la vida y la realidad material y espiritual. En consecuencia, trasladó las experiencias espirituales a la realidad material y le atribuyó una dimensión metafísica a los sucesos que en ella ocurren y la trascienden. No sólo en este aspecto fue Beuys un romántico alemán, fuertemente influido por Novalis en su proposición: “Dando a lo común un alto significado y a lo finito una apariencia infinita, lo romantizo… sólo de ahí puede surgir la perfecta auto comprensión”.
Precisamente, el tratamiento romántico de la vida de Beuys provocó constantes críticas y revuelo, sobre todo tras su accidente como radio operador de un Stuka (avión sirena): ¿Fue realmente atendido por los tártaros, curando sus heridas con grasa y envolturas de fieltro, o simplemente se trata de una historia irreal con visos de leyenda? Lo más probable es que la respuesta se esconda en esa realidad espiritual en la que chamanes y otros la han depositado. Mientras se encontraba recuperándose en el hospital, entró en un estado de conciencia que le hizo posible alcanzar tales experiencias. Pero quien no sepa distinguir entre la invención (incluso la mentira) y el mito, difícilmente podrá captar de manera adecuada el manejo que él hizo de su biografía: en los mitos se expresan verdades más profundas que las puramente factuales.
Para Beuys, el choque y la consiguiente ruptura de la forma eran los requisitos previos para la transformación y la resurrección, tanto individual como colectiva. Lo que hace posible esta transformación es, en su mundo conceptual, la sustancia calorífica que, en última instancia, no significa otra cosa que el amor cósmico supra personal del impulso crístico. Aquí ya estamos en medio del cosmos material de Beuys y su teoría plástica, en la que polaridad entre caos y forma es lo central. La grasa que introdujo en su arte, que se funde cuando está caliente y se solidifica cuando está fría, es un material casi ideal para visualizar los movimientos entre ambos polos. Para Beuys, por ejemplo, la liebre euroasiática que aparece en diversas imágenes acompañando a la diosa germánica de la fertilidad, Ostara, es también, por su especial movilidad, un “signo de transformación”, que es en lo que consisten los procesos plásticos.
Nacido en Krefeld como hijo único de padres católicos estrictos y criado en un entorno rural, Beuys, niño interesado en la naturaleza, tuvo muchas oportunidades de observar las liebres pardas típicas de las tierras bajas del Rin. Durante un tiempo vivió cerca de una fábrica de margarina, donde sus padres querían que trabajara. Alimento básico de los soldados alemanes, en los años de hambre después de la guerra la grasa escaseaba, literal y simbólicamente. En su obra artística, la grasa tiene una connotación histórica —de transformación y cambio— especialmente adherida a una dimensión nacional-colectiva. Y si como pueblo queremos sanar, se podría objetivar el mensaje de Beuys en este contexto: aceptar el caos causado por la caída del régimen nazi, y la guerra como una llamada a crear cierta nueva forma de convivencia y orden social. Aquí es donde advierte la tarea esencial del pueblo alemán: “Si en Europa Central empezáramos hoy a tomar un camino de convivencia (…) acorde con las exigencias de los tiempos, lograríamos un poderoso efecto en todos los demás lugares del mundo”. A través de su famoso “Llamamiento a la alternativa”, publicado primero en el diario Frankfurter Rundschau y luego en la revista nacional-revolucionaria Wir selbst (Nosotros mismos), se dirige “a todas las personas del círculo de la cultura y la civilización europeas”, sobre todo a los alemanes. Según Beuys, la base para salir de la crisis de la ecología, la economía, la conciencia y el sentido, esbozada en este texto es, con referencia explícita al científico social antroposófico Wilhelm Schmundt, una revolución de los conceptos. Schmundt, a quien Beuys describió en sus días como “nuestro gran maestro”, estaba convencido —ambos lo estaban— de que la tarea especial del pueblo alemán era “hacer emerger un organismo social en su forma de libertad”.
Consideraba que su propia obra (socio)política, cuyos fundamentos se refieren a términos acuñados por él (socialismo democrático libre, concepto ampliado de arte y escultura social), era una respuesta a la “herida alemana”. Esto se plasmó de forma ejemplar durante su infancia y adolescencia, cuando se entusiasmó con el nacionalsocialismo y se alistó como voluntario en la Luftwaffe (fuerza aérea). Después de la guerra, la confrontación con los “terribles pecados” del racismo nazi lo llevaron a una profunda crisis existencial. Entonces empezó a examinar los requisitos espirituales, no sólo para su curación personal, sino también para la colectiva. En su obra espiritual-evolutiva, vio respondida “la cuestión de la tarea de los alemanes en el mundo” sobre la base del “genio alemán”.
Rara vez puso su concepto de pueblo en palabras concretas. Cuando se refería a Alemania y a los alemanes solía hablar de Europa Central desde el principio antroposófico. En una conversación editada en un libro, Beuys señala “diferentes capacidades entre los pueblos” que dan como resultado el espíritu del pueblo, el Volksgeist, las cuales deben desarrollarse plenamente para que las naciones puedan trabajar unidas y complementarse en talento: “Entre el nacimiento y la muerte, los seres humanos tenemos trabajo colectivo que hacer en la tierra”. Los términos Volksgeist (espíritu del pueblo) y Volksseele (alma del pueblo), utilizados o parafraseados en sus charlas, se refieren a la naturaleza antroposófica del pueblo y recuerdan el etnopluralismo universalista elaborado por Hegel. Más allá del concepto de pueblo, la obra de Rudolf Steiner fue la influencia más importante en el pensamiento de Beuys. Esto también se aplica a sus principales fuentes de inspiración: Goethe y Novalis, especialmente, la herencia germano-celta de raíz alemana, el idealismo alemán y el cristianismo rosacruz.
Beuys se dio a conocer no sólo por su amplia obra, que incluye dibujos, arte de acción, objetos, instalaciones espaciales y múltiplos, sino por transformar los fundamentos del materialismo, el lenguaje y la percepción del arte. Su compromiso político también llamó la atención. Sus inicios se sitúan durante su época como profesor de escultura en la Academia de Arte de Düsseldorf, donde él mismo estudió tras su regreso del cautiverio británico. Como profesor, no sólo influyó en toda una generación de artistas con sus métodos de enseñanza poco convencionales, sino que pronto llegó a trascender las cuestiones puramente estéticas en su forma de entender la función docente. “Ser maestro es mi más grande obra de arte”.
Un paso esencial en la historia de su compromiso político fue la fundación del Partido Estudiantil Alemán (Deutsche Studentenpartei, DSP) en 1967, propuesta que se desmarcó sistemáticamente del anticuado esquema de derecha-izquierda y se consideró a sí mismo un anti o meta partido. El DSP también se autodenominó “Fluxus Zone West” (zona de flujo oeste). En una zona de flujo (latín fluo = fluir o pasar) las estructuras endurecidas, en este caso el dominio de la ciencia positivista y el materialismo, se mezclarían para dar paso a algo nuevo. La adición de “Occidente” significaba que la superación del materialismo occidental debía venir de este último. Para ello, en opinión de Beuys, era necesaria una expansión (no una disolución) del pensamiento natural-científico-materialista. Lo espiritual tenía una función de puente entre la racionalidad occidental y la espiritualidad oriental. El socialismo debía entenderse como sinónimo de una vida económica basada en la fraternidad, como principio rector. El adjetivo “libre” se refiere al principio de libertad inherente a la vida espiritual; “democrático”, a la igualdad de los ciudadanos en la vida jurídica y estatal. El hecho de que Beuys hablara de socialismo, sin significar socialismo en el sentido habitual, contribuyó, sin duda, a una larga putrefacción de su figura dentro del espectro político de izquierda.
Como Beuys era de la opinión de que una visión materialista del mundo, independientemente de lo bien formulada, era inadecuada para resolver los grandes problemas de la humanidad y establecer un orden social y societario acorde con la naturaleza del hombre, abogó por una alternativa al capitalismo de Estado oriental y al capitalismo privado occidental, una “Tercera vía”. No se trataba de una utopía a proyectar sobre la realidad, sino de una descripción de las interrelaciones esenciales en términos adecuados. Steiner llegó a la conclusión (más tarde lo haría Beuys) de que la “unidad interna entre religión, arte y ciencia” era adecuada para crear la base espiritual de esa Tercera vía. La creatividad, según su convicción, es la fuerza que produce esta unidad y lleva a la evolución espiritual del hombre. Por ello, consideraba que “la plasmación del futuro en el conjunto social” es “el concepto más elevado del arte”. Su frase famosa: “Cada ser humano es un artista” no significa que todas las personas seamos pintores o poetas. Pero, como seres creativos, todos los seres humanos somos capaces y estamos llamados a hacerlo.
Sus actividades políticas despegaron en la década de 1970. La Organización para la Democracia Directa surgió del DSP. Uno de sus lemas era: “¡No elijas nunca más a los partidos políticos, porque no representan los intereses del pueblo, sino sólo los financieros!” El sistema de partidos de la llamada democracia fue rechazado por ser una dictadura parlamentaria que privaba al pueblo de sus derechos. La convocatoria y la instrucción para el desarrollo de la madurez intelectual fueron, por tanto, una característica esencial de su obra política.
A pesar de manifestar una actitud declinante hacia el sistema de partidos, para hacer llegar sus ideas al pueblo se presentó en las elecciones de 1976 al Bundestag (Cámara de Diputados) en una lista del partido popular conservador, anticapitalista y nacional-neutralista Aktionsgemeinschaft Unabhängiger Deutscher (AUD). Al lado de otros activistas, Beuys desempeñó un papel importante en la fase de fundación del Partido Verde. Después de que, junto con Petra Kelly, dirigiera las campañas electorales estatales de los Verdes, pero no fuera nominado a un puesto para las elecciones al Bundestag de 1983, se retiró. Los años vividos hasta su muerte están marcados por un creciente distanciamiento de la política. “El concepto de lo político me resulta cada vez más imposible”, manifestó en una entrevista.
Cuando Beuys murió, debilitado por una enfermedad pulmonar diagnosticada en mayo de 1985, su vida terminó como había deseado, según sus propias declaraciones. Se había agotado por completo y agotado su vitalidad hasta el fin, al servicio de una causa que trascendió a su persona. Las preguntas que planteaba y sus orientaciones hacia un modo de vida humano libre, creativo y no materialista son hoy más pertinentes que nunca. Estos ideales, al igual que nuestra tarea como alemanes, no están en absoluto acabados. Por lo tanto, es hora de (re)plantear la cuestión social con toda urgencia. Los contextos de las ideas desarrolladas por Beuys ofrecen enfoques en este respecto (todavía demasiado poco o demasiado superficialmente considerados) que deben ser reexplorados y revividos.
Traducido del alemán: Andrea Rivera
Sezession, abril 2021
AQ