Julio nunca creció, Julio el eterno niño, el adolorido, sus obras son la biografía de un niño abusado, escondiéndose de su madurez, depositado en una eterna y trágica infancia. ¿Qué ocultaba Julio que dice a gritos en sus pinturas? ¿Qué sucedió en esa infancia en la que llora, se arrodilla, se mete en una cama larguísima, se rodea de lágrimas?
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Los Malditos son esos artistas que llevan su vida al límite, que se tambalean entre el abismo y el suicidio, llevan su obra, su creación, como una salvación y una condena. Julio es un artista maldito, como Rimbaud, Lord Byron, Baudelaire. Francis Bacon. La exposición Un conejo partido a la mitad, curada por Magali Arriola en el Museo Rufino Tamayo, en Chapultepec, es el recorrido por una vida narrada en autorretratos, que desemboca en el sacrificio.
No es un pintor “mexicanista”, no es pintura gay o de “género”, es una autobiografía del sacrificio, del masoquismo sexual que llevaba como una expiación de algo que ocultó, Julio es respuesta a su propia infancia. Eso lo convierte en un artista que se autoexplotó, en su vida personal y en su obra. Transmite el dolor y el placer destructivo de su vida, rompe sus lienzos, los vandaliza, los pinta con gran cuidado, los dedica, hay un acto amoroso, revanchista, y profundamente exhibicionista.
Individualista, egoísta, su tema era él y su misterio, y cuando dedica obras se siente esa vulnerabilidad, se sabe frágil y en el límite de sus fuerzas. Niño con sus juguetes, niño con su traje formal, rezando, sonámbulo, en un laberinto, a gatas y sin pantalones, es el relicario de su existencia, inspirado en los ex votos, estética de un santo perverso. Las fotografías de Juan Rodrigo Llaguno, son un testimonio implacable, excepcional, la revelación del ethos de Julio.
Julio Galán, Niño en cama (1983)
Óleo sobre tela
Colección privada
La exposición despierta compasión, niño bonito, niño solito, soledad y sacrificio, castigo, niño con su cara de muñeco, ¿quién te hizo daño Julio? Por qué no lo denunciaste con una pintura, por qué no le hiciste un retrato, veríamos a ese ser que te lastimó. Julio tenía que retratar su abismo, y fue pintando.
Es una curaduría muy interesante porque es obra de Julio sobre Julio, entramos a una existencia que sabemos escandalosa, glamorosa, y que en las pinturas es la flagelación de un niño con sus demonios. Incluso en las obras en que Julio es un adulto conserva su cara de niño, Julio forever young. Es muy contrastante con la exposición de Ugo Rondinone y sus 30 payasos, infantiloide y frívola, muy al estilo de artistas VIP sin agallas para expresarse.
La exposición se presenta como “temática de género” y es algo mucho más profundo, esquematizar la pintura de Julio Galán es quedarse en la superficialidad de una personalidad y una obra que pertenece a los malditos del arte, al romanticismo del que se sacrifica en un heroísmo infructuoso. Julio es su mártir y su verdugo, su pretexto de pintar, y vivió como vivió para que su pintura fuera como es, para darle un contenido existencial, inequívoco de su propio ser.
AQ