Kafka entre nosotros

La guarida del viento

¿Hay un modo de escapar de las predicciones de Kafka? Su obra, tan genial como enigmática, nos sigue sorprendiendo con inusitada vigencia.

Franz Kafka, 1883-1924. (Laberinto)
Alonso Cueto
Ciudad de México /

Se celebra este año el centenario de la muerte de Franz Kafka, que nos sigue acompañando. Por todas partes vemos sus ojos pequeños e intensos, sus orejas afiladas, su aspecto de duende melancólico. Sus descripciones de la vulnerabilidad de los individuos frente a sistemas poderosos y absurdos son de una actualidad sobrecogedora.

Lo recordamos cada vez que prendemos la computadora y nos llega un sinfín de mensajes publicitarios. Se trata de un algoritmo (parece el nombre de un insecto) que se ha posado sobre nuestro tiempo libre y ha deducido qué viajes queremos hacer, qué libros queremos comprar, qué ropa queremos ponernos. Siempre somos culpables de no ser clientes suyos. Si K, el protagonista agrimensor de la novela de Kafka, El Castillo, nunca encuentra a los que dirigen el sistema, es porque se enfrenta a una maraña de redes similar.

Las computadoras, como los teléfonos, nos observan todos los días. El timbre nos avisa que hay una voz que quiere ofrecernos el préstamo de un banco. ¿Podemos protestar ante alguien por la invasión? Quedan solo las voces de una grabadora que nos indica qué número podemos apretar para llegar a algún lugar, donde nos espera una música diciéndonos que todos los agentes están ocupados. K nunca conocerá a los que dirigen El Castillo.

Cuando vemos las cifras de los que emigran (miles de personas que cruzan las fronteras), pensamos también en la novela America. En ella el protagonista Karl Rossman llega a Nueva York sólo para ver cómo unos vagabundos lo engañan y vandalizan. Desde entonces todo va para peor para él. Si Kafka avizoró lo que ocurre con el poder, con la migración, también imaginó lo que sería el sistema de justicia. El famoso comienzo de su mejor novela, El Proceso, establece una premisa: “Alguien debía haber calumniado a Josef K. porque, sin haber hecho nada malo, fue detenido una mañana”. A lo largo del libro, Josef K. se enfrenta a infinidad de apelaciones y peticiones burocráticas, en corredores y oficinas oscuras, donde no faltan algunos personajes que quieren ayudarlo. Al final, en la madrugada de su ejecución, se sentirá avergonzado y merecedor de la pena, antes de su exclamación final. El otro condenado es Gregorio Samsa, quien “después de una noche de sueños intranquilos” se despierta convertido en un enorme insecto. La noción de que uno está condenado por su aspecto, su lugar de origen, su raza, es una constante a lo largo de la historia. Hoy se libran guerras raciales en todo el mundo.

Pero de todas las obras de Kafka la más impresionante siempre me ha parecido En la colonia penitenciaria. Cuando Kafka leyó el relato en 1916 ante un público del que formaba parte Rilke, varios asistentes cayeron desmayados. En la cárcel donde ocurre la historia, hay una máquina que graba en el cuerpo del reo, el texto de la ley quebrantada. Vaya manera de referirse hoy a los lemas de los fanáticos en todo el mundo.

¿Hay un modo de escapar de las predicciones de Kafka? Creo que tarareando una canción para nosotros mismos o con los amigos, pero con los celulares apagados.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.