Gran parte de la música del siglo XX —sobre todo de la primera mitad— se caracteriza por haberse cargado hacia el lado del intelecto, y hubo una fuerte tendencia a evitar, algo o completamente, la parte emocional, perceptiva y dionisiaca, que es esencial y característica de este arte —muy probablemente como negación de aquello que nos decía Nietzsche en El nacimiento de la tragedia, y como respuesta a las guerras de la primera mitad de ese siglo: ¿Quién querría mirar hacia adentro después de haber vivido tanta oscuridad?... La razón como alternativa para evitar sentir.
La prueba más notable de ello es el serialismo integral, donde el sistema anula por completo el yo del compositor... una vez escogidas las series, se acabaron las decisiones, y bien se podría prescindir de él. Existen, por supuesto, grandes excepciones, pero, en general, durante esta época la balanza se inclina considerablemente ante la razón. Sin embargo, muchas de las exploraciones que vinieron con esta época abrieron puertas que nunca antes se habían imaginado, porque ni siquiera sabíamos que estaban ahí, y la recién fallecida compositora finlandesa Kaija Saariaho (Helsinki, 14 de octubre de 1952-2 de junio de 2023) es parte de esas primeras generaciones que heredaron ese conocimiento.
Si hay algo que me parece admirable y fascinante de la música de la compositora finlandesa, es el equilibrio que logra entre una música que busca incidir en el escucha tanto intelectual, como emocionalmente. Es una maestra de las texturas... la manera en que las trabaja invita a imaginar perfumes, humos y luces, y su música es tan novedosa e ingeniosa como para ser atractiva por el sonido mismo... la manera en que desarrolla estas texturas es notable y conmovedora a la vez —mover y controlar mareas y humos no es una tarea fácil, ¿Cuántas veces hemos sido capaces de contener el agua con las manos, o de retener el movimiento exacto de una bocanada en nuestra memoria?
Pero lo que me parece más hermoso de su música, es que además de demostrar un profundo conocimiento de la orquestación, y de lo propositiva que es a nivel intelectual, es que, gran parte de su música también porta una fuerte carga emocional, es una de las compositoras que recupera con mucho éxito, esa parte que se había quedado adormecida durante largo tiempo históricamente. Probablemente, el hecho de haber sido marginada en una primera etapa por ser mujer —como ella misma comenta en varias entrevistas—, la alejó lo suficiente de los salones de clase como para no internalizar tanto el sesgo excesivamente racional que rondaba aún por su época de formación, y paradójicamente, terminó jugando a su favor, y del de la música.
Sus estudios en el IRCAM —Instituto de investigación y coordinación de música/acústica, por sus siglas en español— la marcaron de por vida, e integró la tecnología y la computadora como otros instrumentos más en su música, al igual que lo son un violín, una voz, o un piano, y no tanto como una técnica o tipo de música que se desprende y se sostiene por sí sola —cómo lo es la música acusmática, por ejemplo—. Ella misma cuenta en una de sus últimas entrevistas que no era una gran programadora, pero que entendía muy bien qué es lo que necesitaba hacer sonar, así como las posibilidades sónicas que aporta y/o expande la tecnología a la música; pudo estudiar en estos años la acústica y psicoacústica en uno de los lugares más avanzados de su época. Al usar la electrónica, y/o la computadora como parte de una obra musical, una de las cosas más difíciles de lograr, es amalgamar los sonidos electrónicos con el resto de sonidos de manera orgánica —la virtualidad tiende a imponerse por muchas razones—. Sin embargo, Saariaho tiene una habilidad y sensibilidad extraordinarios para combinar estos dos mundos, que en muchos sentidos son muy distintos. De sus obras de cámara, Six Japanese Gardens para percusión y electrónica, es una obra que da cuenta de ello, y por supuesto, su primera ópera L’amour de Loin —que además la llevó a ser reconocida internacionalmente—, por mencionar solamente algunos ejemplos.
Es también una de las compositoras más importantes de las últimas décadas en cuanto a obras vocales. Tiene un amplio catálogo con oratorios, obras mixtas para electrónica y voz, obras de cámara y óperas. Su escritura vocal es formidable, y es una gran conocedora de la capacidad expresiva de la voz... no es nada tímida a la hora de escribir para ella y suelta la pluma sin piedad cuando tiene que hacerlo. El balance que logra en sus obras con orquesta, y en las que la voz es perfectamente inteligible, es prueba fehaciente de su amplio conocimiento de la orquesta, y del canto —el instrumento más humano de todos—. Quisiera resaltar, de igual forma, su gran talento como melodista, es capaz de crear líneas vocales de una belleza extraordinaria y que portan textos magníficos de Amin Maalouf, William Shakespeare, T.S. Elliot, Mika Waltari, Guillaume Apollinaire, Franz Kafka y Wassily Kandinsky, por mencionar algunos.
Me parece también una compositora con mucha consciencia de clase —lo cual resulta importante en un entorno musical que históricamente ha estado vinculado a las élites—, no es fortuito que haya decidido escribir su ópera La Passion de Simone sobre la vida de Simon Weil, una de las primeras mujeres filósofas educadas en la École Normale Supérieur donde solamente fueron aceptadas ella y Simone de Beauvoir.
Simon Weil fue incluso parte de la resistencia en la Guerra Civil Española y de la resistencia francesa más tarde. Saariaho comenta en una entrevista que compró un libro de Simon Weil cuando tenía 15 años, y que nunca la entendió del todo... dice que no concuerda del todo con sus pensamientos, pero que leerla la forzó a crear sus propias opiniones. Uno de los puntos más importantes de la ópera, y por supuesto de los pensamientos de Weil, es cuando habla sobre la compasión, y cómo esta compasión se puede tornar acción, algo que realmente necesitamos entender hoy en día. Es por eso que Saariaho ve esta obra como la más importante que ha escrito, y por eso la ve como una especie de testamento para sus hijos.
He escrito este texto porque la música de Saariaho, sin duda, seguirá viva entre nosotros, y con la finalidad de invitar a los lectores que no la conocen, a escucharla. Se nos fue una de las compositoras más importantes de las últimas décadas, pero nos deja un legado enorme.
AQ