Traspasar las fronteras terrestres no ha sido suficiente para la astronauta Katya Echazarreta (Guadalajara, 1995), reconocida internacionalmente por ser la primera mexicana en orbitar el espacio exterior y también la estadounidense más joven en lograrlo. En junio de 2022 cumplió el sueño de ir al espacio, pero eso no ha sido suficiente. La ingeniera electrónica dobla la apuesta: impulsar la industria espacial en México y formar misiones de astronautas mexicanos entrenados en su propio país.
El proyecto se antojaba titánico, sin embargo, contra todo presagio y luego de meses de arduo trabajo, el 30 de marzo pasado, con 462 votos a favor, la Cámara de Diputados aprobó el dictamen con proyecto de decreto para reformar los artículos 28 y 73 de la Constitución Política en materia de regulación de actividades en el espacio ultraterrestre, lo que incluye la Luna y los cuerpos celestes. De forma paralela, en mayo lanzará su Fundación Espacial para apoyar el talento de las nuevas generaciones mexicanas.
Para quienes conocen a Katya Echazarreta este logro no les sorprende. La investigadora jalisciense es experta en superar obstáculos que parecen insalvables, la suya es una historia de esfuerzo: emigró con su familia a Estados Unidos cuando era una niña, se graduó en la prestigiosa Universidad de Los Ángeles California (UCLA), fue contratada en la NASA donde participó en cinco misiones, entre los muchos reconocimientos que cuenta en su trayectoria está el doctorado Honoris Causa por sus contribuciones humanitarias a la sociedad y a la tecnología. La firma Mattel lanzó una nueva Barbie inspirada en la astronauta mexicana, quien ahora es la inspiración de cientos de niñas que también sueñan con llegar a las estrellas.
—¿Cómo fueron esos diez minutos que estuviste en el espacio? ¿Qué pensabas mientras estabas ahí?
Creo que mi respuesta no va a ser la que muchos esperan. Al estar en el espacio no puedes pensar en nada, no estás teniendo pensamientos tan profundos ni esa sabiduría de cosas como ‘somos tan pequeños y el universo es tan inmenso’. Eso es lo que normalmente imaginamos que una persona va a pensar o a sentir cuando vive una experiencia así. Pero al menos para mí esa no fue la realidad, porque en ese momento tenía tantos sentimientos y estaba viviendo las cosas tan rápido que me sentí completamente hipnotizada, como si tuviera la mente en blanco, enfocada en el planeta, viendo todo sin poder definir lo que estaba sintiendo o lo que estaba pensando.
—Vista desde el espacio, ¿la Tierra es como la habías estudiado?
Precisamente lo que me hipnotizó fue esa diferencia entre las imágenes que hemos visto y la realidad que estaba frente a mí. En ese momento me di cuenta de que la realidad es algo que no siempre podemos imaginarnos. Después me puse a pensar en cuántas cosas en el universo son así. Cuántas otras cosas creemos que entendemos, pero no lo hacemos realmente. Tenemos imágenes de Júpiter, tenemos imágenes y videos de otros planetas, de otras lunas y por eso creemos que sabemos cómo son, pero al ver la realidad en tres dimensiones nos damos cuenta de que no siempre podemos calibrar la realidad.
Pongo un ejemplo: si nosotros no fuéramos de este planeta y viéramos una fotografía del planeta Tierra con nubes, montañas, desiertos y océanos, como no somos de este planeta no vamos a entender lo que estamos viendo. No entenderíamos que el azul que vemos es el océano, que las montañas están en este lugar y las nubes están en otro. Todo eso lo entendemos porque aquí vivimos. Cuando lo ves en una imagen parece que todo está en un mismo nivel porque es una imagen en dos dimensiones, pero cuando lo ves en persona, es como si estuvieras viendo hacia dentro desde una ventana y puedes ver las nubes moviéndose o como brilla la atmósfera. Por primera vez entendí ese concepto de dimensión.
—¿Cómo surgió el sueño de viajar al espacio?
Realmente no lo sé. No sé cómo comenzó todo esto. Yo siento que nací con ese deseo de viajar al espacio. A los siete años yo dije que lo iba a lograr, pero desde antes ya tenía esa fascinación por el espacio, por las matemáticas, por la astronomía, antes de que entendiera que ese era mi sueño. Las primeras memorias que tengo —cuando era superchiquita— son jugando con estrellas y planetas, eso era lo que me gustaba, mientras otros niños decoraban con corazones yo decoraba todo con estrellas y planetas.
Desde chica sentía mucha curiosidad y me hacía muchas preguntas ¿qué eso que está en el cielo? ¿Qué es esa bola blanca y esas luces que se ven de noche? No podía entender qué estaba pasando porque era una niña. Era una sensación muy interesante pero también muy rara porque sentía que las personas a mi alrededor no estaban lo suficientemente confundidas como yo.
—¿Qué fue lo más difícil para cumplir ese sueño?
Definitivamente lo más difícil ha sido ser quien soy. Muchas personas en este mundo, en estos tiempos, todavía tienen esos pensamientos sobre qué tipo de persona merece algo así, qué tipo de persona es capaz de realizar algo como viajar al espacio. Para esas personas yo tengo todo lo que ven como malo: soy mujer, soy mexicana, soy morena, soy chaparrita –soy una de las personas con más baja estatura que ha viajado en estas misiones al espacio—, si una de estas cosas por sí sola ya es suficiente para sufrir discriminación, imagínate cuando combinamos todas estas cosas que soy. Así que ha sido muy difícil. En Estados Unidos todavía existe el problema de la discriminación, lo viví cuando estaba estudiando y después cuando ya estaba trabajando, pero lo que me ha ayudado a seguir adelante es confiar en que mi trabajo va a hablar siempre más que todas las palabras que yo pueda usar para defenderme. Y así ha sido: mi trabajo me ha respaldado.
—Sin embargo, para eso has tenido que esforzarte mucho más que cualquiera…
Sí. Cuando yo me gradué como ingeniera eléctrica el porcentaje de mujeres era de alrededor del 13 por ciento, y ese porcentaje era bien visto, era considerado ya como algo para presumir. El promedio de mujeres que están en lugares como los salones de ingeniería de las universidades prestigiosas de Estados Unidos o las salas de juntas de la NASA, es muy bajo, de 100 personas solo diez son mujeres. Y me di cuenta que esas pocas mujeres son las que tienen más títulos, más experiencia, ellas son las que tienen los grados más altos de educación, tienen más de todo que los hombres que están ahí. Sus currículos siempre son los mejores y eso es porque solo así las mujeres podemos llegar a un lugar como la NASA. Las palabras que voy a decir no son muy bonitas, pero aunque suenen feo, la realidad es que para competir con un hombre mediocre una mujer tiene que ser excepcional.
—Eres una inspiración para muchas niñas y mujeres, pero ¿quién ha sido tu inspiración?
Siempre entendí que lo que quería hacer era algo diferente y que no muchas personas como yo lo habían logrado. Recuerdo que fue muy difícil para mí cuando buscaba personas cuyas historias me pudieran guiar, porque al investigar sobre personas que yo admiraba me daba cuenta de que mi realidad era muy diferente a la suya, por ejemplo, si buscaba la historia de un ingeniero o algún científico del que me gustara mucho su trabajo o su carrera, me daba cuenta de que esa persona había tenido los recursos necesarios, que sus papás o abuelos los habían apoyado desde que era niño para que pudiera competir internacionalmente. Era ahí cuando yo decía, ‘yo no soy así, yo no tengo esas cosas’. Me decepcionaba tanto al ver como hacen falta modelos para las personas que no nos vemos así. Desde que era niña, desde que estaba en la primaria quería ser ese modelo para los niños de kínder. Aunque suene raro, mi inspiración siempre ha sido esa imagen de la mujer que yo quiero ser.
—Muchas niñas en México quieren ser como tú, pero muchas de ellas viven en entornos violentos, ¿cómo ayudarlas a lograr sus sueños?
Sucede algo que muchas personas no logran entender. Si analizamos el panorama completo nos damos cuenta de que es un problema que viene desde la niñez: enseñamos a los niños y a las niñas que son diferentes, la ropa, los juguetes son diferentes. A las niñas todavía les están dando juguetes para cocinar, para limpiar la casa, para cuidar bebés, y a los niños les dan legos, carritos, kits de ingeniería, cosas para construir, juguetes para que se desarrollen mentalmente, pero a las niñas les dicen ‘tú vas a cuidar a bebés o vas a limpiar la casa’.
Los tratamos de una manera diferente, los niños pueden jugar y las hermanitas son las que tienen que ir a limpiar y lo hacen porque crecen viendo que las mamás también hacen eso.
Es algo tan común, sucede en México, en Latinoamérica y en muchas partes del mundo… pero ¿qué sucede cuando estos niños que ya se acostumbraron a que la mujer está ahí para hacer el quehacer, para cocinar, para servirle, crece? Esta mujer a la que toda la vida le dijeron que tiene que servir, también crece y ya no quiere hacer esas cosas, quiere su propia vida, quiere educación, quiere ser independiente; pero a ese hombre no le gusta eso, porque creció acostumbrado a que no tiene que hacer nada en el hogar… Este es el problema y por eso hay tanta violencia, por eso no hay suficientes mujeres en puestos de autoridad. No hay suficientes mujeres en la ciencia o en la ingeniería, porque existe esa violencia, ese abuso verbal y físico contra la mujer que llega al ámbito laboral.
—¿Qué opinas de la migración de mexicanos a Estados Unidos?
Ser inmigrante es una experiencia muy difícil. La situación de los latinos en Estados Unidos es muy compleja. Siguen viviendo situaciones de abuso por no tener los documentos necesarios para trabajar legalmente, muchas personas se aprovechan de ellos de una manera horrible, los trabajos que están haciendo son increíblemente difíciles y lo hacen para poder mandar dinero a su hogar, pero sucede que muchas veces en México tampoco les tienen la compasión necesaria porque creen que están ganando muchísimo dinero y ya no los ven como mexicanos, les quitan su nacionalidad y eso es algo tan duro para ellos. Mi mamá me dijo algo que siempre se ha quedado conmigo: “no vas a conocer a una persona más mexicana que a un mexicano que vive en el extranjero”.
—Háblanos de este proyecto para impulsar la industria espacial en México…
Cuando dediqué mi vuelo (al espacio) a México, hice la promesa de que México seguiría haciendo historia. He estado luchando junto a los legisladores, junto al diputado Roberto Briano y con la Agencia Espacial Mexicana, para lograr esta Reforma de Actividades Ultraterrestres. Buscamos crear la base legislativa para tener lanzamientos desde México. En México no existe un programa espacial porque legalmente no se podía, pero finalmente con esta reforma vamos a poder lanzar cohetes mexicanos, con astronautas seleccionados y entrenados aquí en México.
Tenemos un largo camino por delante. Ya estamos trabajando en nuestra estrategia, estamos hablando de oportunidades para estudiantes, ingenieros, científicos y empresarios mexicanos. Estamos hablando de la soberanía tecnológica. Estamos hablando de que el futuro de México será para los mexicanos.
AQ