Entre 7 y 15 kilos es el promedio de aumento de peso de población después de la pandemia, según un estudio del New York Times. La población se dividió en dos grupos: los que desde su casa hicieron ejercicio, participaron en maratones en sus corredoras y bicicletas fijas o hicieron yoga; y los que se sentaron en un sofá en pijama a comer papas fritas. La crisis es que se terminó la cuarentena, hay que regresar al trabajo, la vida social, y no caben en su ropa.
La misma situación la están sufriendo nuestras instituciones culturales, la Secretaría de Cultura, el INBAL, el INAH y todo su extenso y privilegiado organigrama burocrático. En lugar de trabajar como el resto de las instituciones de los países civilizados, aquí nuestra burocracia cultural se acostó en pijamas en su hamaca, a comer donas y se les acabó la cuarentena y tiene los kilos de más del Orozco Park que son sólo juntas y despilfarro, los cientos de empleados a los que no les han resuelto ni la contratación y sueldo, los colectivos de artistas sin respuestas, los museos sin programa y sin mantenimiento, un pesado etcétera que no pueden disimular ni con faja. En estos meses en lugar de resolver problemas, los complicaron.
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En los países civilizados y del primer mundo corrieron el maratón apoyando a sus artistas, a sus museos, creando planes para sacar adelante grupos de teatro, orquestas, compañías de danza y ópera, ahora regresan en forma, saludables y con actividades para celebrar a la vida. Aquí no. Estamos, como dice el estudio del NYT, en la depresión post gordura.
Nuestras instituciones están renuentes a levantarse de la hamaca, soltar su bolsa de donas, tamales y chicharrones, dejar de ver telenovelas o miniseries. Los expertos recomiendan que se apunten a un programa de adelgazamiento, descarguen un app que desde temprano los ponga a trabajar. Inimaginable, si no lo hicieron antes de esta pandemia, menos después cuando el espejo y la báscula les gritan su flojera causándoles ansiedad y depresión.
El estudio dice que lo más sencillo, y pernicioso, es culpar al mundo y a la pandemia por el sobrepeso, esa será la estrategia de nuestras instituciones, en un régimen adicto a la teoría de la conspiración, que ve sabotajes y bombas en donde hay negligencia y criminal recorte de presupuesto.
Otra reacción es la negación, afirman los científicos, decir que se ven muy bien con sus 10 kilos de más, con los huipiles ni se notan, como no se nota que los museos están descuidados, que Chapultepec está seco, con las plantas marchitas y las áreas verdes destruidas, y los problemas laborales son sabotaje extranjero.
Los científicos dicen que el grupo más retrogrado asumirá esos kilos como su “nueva realidad” y sus cuerpos antes delgados como parte del pasado; ese camino ya lo emprendieron nuestras instituciones, desde que iniciamos este régimen, el apoyo a la cultura es parte del pasado, ahora toca la “austeridad”, la mezquindad y el desprecio a la importancia del arte y la cultura en la paz social. Compren huipiles doble ancho, porque no habrá manera de que disimulen estos kilos y los que seguirán acumulando.
ÁSS