La aventura latinoamericana de Marco Bellingeri

Ensayo

La perspectiva historiográfica del investigador italiano es vital para la comprensión del presente y la formación de historiadores jóvenes.

El investigador italiano Marco Bellingeri. (Especial)
Carlos Illades
Ciudad de México /

Marco Bellingeri realizó en 1974 su primera estancia de investigación en México para estudiar las haciendas y de allí hasta el final de sus días permaneció ligado al país que ocupó gran parte de su obra historiográfica, la cual cubre un vasto plano temporal que va desde la Conquista hasta el siglo xxi, en la que la imbricación de las dimensiones social y política en el mundo rural es una constante, de Rubén Jaramillo a Frida Kalho, de la violencia rural a la integración económica con los Estados Unidos. 

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En 2019 que visité Turín, Marco comentó que haría un viaje por América Latina acompañado por los entrañables amigos del Instituto Nacional de Antropología e Historia que, al lado de la Universidad de Turín, fueron las casas académicas donde realizó su obra. En el INAH Marco fue investigador, miembro de los consejos editoriales de las revistas Con-temporánea e Historias (uno de los fundadores de ésta). También en sus años mexicanos nuestro amigo se dio tiempo para participar en la década de los ochenta en los seminarios semanales del Centro de Estudios Contemporáneos de la Universidad Autónoma de Puebla, para regresar en 2008 a dirigir el Instituto Italiano de Cultura de la Ciudad de México —se había incorporado en 1985 a la Universidad de Turín—. En 1998, él, su maestro Marcello Carmagnani y Mauricio Vaudagna, profesores del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Turín, tuvieron la feliz iniciativa de poner en marcha la colección Nova Americana, auspiciada por la Editorial Otto.

Por tanto, no es arbitrario, sino un merecido homenaje reiniciar la publicación de Nova Americana con un libro de y sobre Bellingeri (Avventura Latinoamericana, Turín, Otto Editore, 2023), cariñosamente editado por Tiziana Bertaccini, codirectora de la colección, mexicanista también, y discípula y amiga cercana de Marco, quien organizó el volumen en dos partes: la primera, una selección de los textos de Marco; y la otra, testimonios de colegas, amigos y alumnos, todos con gratos recuerdos sobre su magisterio erudito, agudeza intelectual y vocación crítica, bien ilustrado esto con la enunciación de los propósitos y los obstáculos advertidos por los fundadores de la revista Historias: se trataba de construir “un espacio para el debate abierto y plural” donde, “pretendiéndose en sus límites científicos… excluía necesariamente la posibilidad de crear verdades definitivas”. Ello suponía —recuerda Marco— confrontar “a lo que quedaba de la llamada teoría de la historia de matriz marxista, al ya trasnochado historicismo nacionalista propio del régimen y, finalmente, a la historia estrictamente académica encerrada en sus claustros y que no percibía a fondo las aportaciones a la labor historiográfica que venía de las otras disciplinas, un hecho ya consolidado a nivel internacional”.

Es difícil hacer justicia a las aportaciones de Marco en unas cuantas líneas. Bien lo intenta Ilán Semo en el prefacio al concentrarse en cinco de éstas, partiendo de la provocadora afirmación de Bellingeri según la cual “todavía no contamos con una historia de la política de México”. En primer término, la distinción entre formas políticas y regímenes de politicidad en la modernidad mexicana. Entre el siglo xviii y el cardenismo los conceptos políticos que definen el Estado moderno, y los del primer liberalismo, denotan la pervivencia del corporativismo del antiguo régimen —como apuntó también François-Xavier Guerra—, la cual pude verse como “la apropiación del antiguo orden aristocrático por una oligarquía emergente”, que pretende modelar la nación de acuerdo con las formas de politicidad antigua ocultas bajo la semántica liberal. La arqueología del corporativismo —Marco solía decir que el tiempo braudeliano “se extiende y contrae de acuerdo con el peso de los eventos”— debería rastrearse allí. Un segundo aporte fue aquilatar la importancia de la Iglesia romana y del catolicismo nacional en la conformación del ente estatal, habida cuenta de que “el Estado independiente surgió de las entrañas de un Estado absolutista cuyo cemento orgánico era la religión”, lo que llevará a Bellingeri a explorar los sistemas electorales decimonónicos. En tercer término, ahondó en la diferencia racial como marcador no solo social, sino también cual refuncionalización de la división novohispana de las repúblicas de españoles e indios y elemento de exclusión social y política reforzado por los prejuicios raciales porfirianos. En cuarto lugar, exploró la servidumbre en las haciendas del centro del país ponderando los alcances de la modernización porfiriana y ofreciendo la oportunidad de elaborar tipologías más finas para todo el país. Por último, destacó la pervivencia de las comunidades campesinas en la posrevolución, así como la resistencia armada de las guerrillas rurales ante la tentativa de desaparecerlas y pugnando más por la redistribución de las rentas en el campo que por una revolución social.

Me gustaría hablar de otra tesis de Marco destacada por Tiziana en la introducción al volumen cuando habla del libro de Bellingeri y José Luis Rhi Sausi, México: nacionalismo, autoritarismo, modernización (1867-1992), escrito cuando la administración de Carlos Salinas de Gortari negociaba con los Estados Unidos y Canadá el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan), ésta es la distinción entre modernidad y modernización. La modernidad es un horizonte que incorpora una visión del mundo, valores, imaginarios e incluso expectativas, mientras que la modernización está asociada con políticas, acciones y resultados. En México y América Latina esta última está en tensión constante con las resistencias nacionales y locales, con los “modos de ser” de estas sociedades. La consecuencia es la modernización inacabada y coja, posiblemente fallida, que experimentan. Este emplazamiento, hila y remata la obra de Marco, su aproximación, también inacabada, a la historia que, si bien no era la suya, tampoco le era nada extraña dada su prolongada “aventura latinoamericana”.

Por mi parte, resaltaría que, junto al aprecio que tengo por la obra de Marco (el libro sobre la guerrilla rural lo considero estupendo), suscribo cuatro presupuestos de su perspectiva historiográfica que, además, considero útiles para la formación de los jóvenes historiadores. Los enumero, nos los detallo: encuadrar los procesos en periodos largos para aquilatar mejor su densidad y la naturaleza de las transformaciones; no rehuir a hablar del presente y a situarlo en perspectiva a fin de contribuir a su comprensión desde la disciplina histórica; hacer que ésta entre en diálogo con las ciencias sociales a fin de enriquecer su dispositivo conceptual y arsenal metodológico; salir del claustro académico y dirigirse a públicos más amplios que el de los especialistas. Gracias por todo y buen viaje, amigo Marco.

Carlos Illades

Profesor distinguido de la UAM y miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia. Autor de 'Por la izquierda. Intelectuales socialistas en México' (Akal, 2023).


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