La bella guerra

Toscanadas

En el campo de batalla, hay responsabilidades que cargan poco glamour, pero que pueden significar un triunfo rotundo o una derrota inevitable.

Fotograma de 'Sin novedad en el frente'. (Foto Reiner Bajo)
David Toscana
Ciudad de México /

En las novelas solemos ver a los personajes en cierta cotidianidad en la que comen, fuman, beben, duermen, despiertan y pasan por una serie de rutinas sin que normalmente se hable de los procesos y necesidades intestinales. Recuerdo que Eric Maria Remarque menciona una noche de diarrea luego de que los soldados comen lechón. Lo cuenta con pocos detalles, y así está bien.

Ahora estoy hojeando un manual militar antiguo de 1905. Los encargados del movimiento de miles de tropas tienen que considerar con detalle lo que los novelistas prefieren obviar. Hay un capítulo dedicado a las letrinas, que debió ser muy útil durante la Primera Guerra Mundial.

“Las letrinas se deben construir tan pronto lleguen las tropas a un sitio… para evitar las moscas, el sitio deberá ser cerrado y lo más oscuro posible… se debe considerar un mínimo para sentar al cinco por ciento de los hombres, con un metro de margen entre uno y otro”.

A quien diseñe baños en un centro comercial o aeropuerto, le parecerá mucho ese cinco por ciento, pero recordemos que en las trincheras podía haber epidemias que afectaran la digestión.

Heródoto menciona que los persas que marcharon para invadir Grecia iban en tan grandes cantidades que secaban los ríos. En cambio, no menciona los otros ríos para los que debieron de ser fuente.

Otro manual habla ya de la experiencia de esa Primera Guerra. Entonces las letrinas eran portátiles y hacía falta todo un equipo que llevara las limpias a las trincheras y recogiera las llenas, muy bien coordinados para no imbricarse con los que llevaban la comida al frente. Se instituyó la Policía Sanitaria, encargada de mantener el orden y la limpieza.

Un artículo de la revista Military Surgeon menciona que llevarse y vaciar las cubetas parece una tarea sencilla “pero difícilmente hay una tarea más importante para mantener la salud de las tropas”. Recordemos que las enfermedades mataron hasta a dos millones de combatientes. “¿Debe el soldado sentarse o acuclillarse sobre la cubeta?”, pregunta y responde: “Si se sienta, se vuelve huésped de piojos”. El modelo de retrete de vanguardia llevaba unos clavos amenazantes para evitar que el usuario se sentara. Gracias a eso, la Policía Sanitaria requería menos personal.

Otro autor dice: “La vida en las trincheras es primitiva, es el sitio en el que los hombres se acercan más a la naturaleza, se convierten literalmente en cavernícolas”.

Los estudiosos del tema obtuvieron estadísticas de las “excreciones sólidas”, que en esta situación bélica promediaban los ciento veinticinco gramos por deposición; por lo tanto, las cubetas de veinte litros… Haga usted las cuentas.

Estos asuntos no componen bellas narraciones. Por eso en las novelas es mejor relatar cuando al soldado en la trinchera le vuelan los sesos o la metralla le saca las tripas.

AQ

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