Detrás de la palabra maquila se esconden todas las injusticias, los conflictos que desgarran a los personajes de esta buena película: La caja, dirigida por Lorenzo Vigas (disponible en Cinépolis Klic).
La caja es una suerte de bildungsroman en que el protagonista se enfrenta a la existencia, pero en lugar de aprender el valor de la vida, aprende a mentir y a explotar a los trabajadores muertos de hambre. “Estamos en guerra”, grita un capataz, “¿Y saben con quién? Con China. ¿Vamos a dejar que los chinos nos quiten el trabajo?”.
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El trabajo en cuestión es la maquila, pero ¿cómo llegó el muchacho hasta aquí? Con la inteligencia que ha demostrado en otras obras, Vigas construye un personaje a fuerza de imágenes. Un chico tiene que enfrentar la frialdad de la burocracia y recoger unos restos que caben en la caja que da título a la obra. El muchacho encuentra en los restos, sin embargo, una credencial que le permite encontrar al segundo personaje en esta tragedia, un hombre de aspecto patibulario que medra con la gente que necesita de estas fábricas para obtener un poco de dinero para comer. Sí, abuela, estoy bien, dice el niño cuando decide bajar del camión que tendría que llevarlo de regreso al pueblo. Cambia así su trayecto dramático para conocer al hombre que es dueño de la credencial.
Poco a poco el protagonista se va metiendo en la mafia, en el bajo mundo, en las fábricas. Gracias al cine el director nos permite adivinar un sistema de injusticias que se van construyendo desde la calle, hasta, adivinamos, la opulencia de quien gana con la esclavitud de estos hombres y mujeres que se enfrascan en trabajos miserables.
Pero hay, además, una relación entre un niño y un hombre. Es aquí donde Vigas vuelve a realizar una excelente película. En la producción entre México y Venezuela que Vigas realizó en el 2015 (Desde allá) el autor construía una elaborada relación homosexual entre un hombre y un muchacho que podría ser su hijo. El erotismo se insinuaba apenas, era incapaz de manifestarse en parte gracias a los complejos de sus protagonistas.
Desde allá se veía completada, por un cortometraje que está disponible en YouTube y que se llama Los elefantes nunca olvidan. Pues bien, La caja forma con aquellas dos un tríptico, un todo que, si uno se esmera en observar presentará al espectador la necesidad de los hombres jóvenes por encontrar en un hombre adulto una imagen masculina que complete todo aquello que permanece latente cuando uno es demasiado joven como para enfrentarse a la vida.
La de Vigas es una suerte de trilogía de la paternidad perversa; una que enseña no a crecer como en la literatura dieciochesca, sino a perturbarse como en los tiempos que corren. Cuando el niño sin sentir casi nada arroja un cadáver en un agujero que envolverá para siempre su existencia miserable, la educación ha tenido lugar. México tiene un nuevo criminal.
La caja es una magnífica película. Lo es por la simplicidad con la que cuenta la historia de un país que se vendió a la maquila. Sin necesidad de truculencias, la película se centra en dos personajes entrañables a pesar de sus defectos, que están bien actuados y escritos. Son criaturas que reflejan una realidad que los supera a ellos porque nos supera a todos, la realidad de una supuesta guerra que nadie puede ganar. Y es que no hay que ser sabio para decirlo: la guerra en este país es la de todos aquellos que aman el dinero sin escrúpulos y la de todas estas personas que en nuestro país siguen viviendo tan explotados.
La caja
Lorenzo Vigas | México | 2021
AQ