—Por qué viaja sola, si es mujer —me interroga un soldado en el retén del ejército.
Me siento intimidada, pero me deja ir. En ese instante oscurece y la temperatura desciende. Voy a San Luis Potosí a cenar con mis padres.
Pocos kilómetros después encuentro un Oxxo. Junto a la puerta de la tienda, un hombre de saco con un bebé me dice que está predicando la palabra del Señor, mientras me ofrece un folleto religioso. Junto a él, una mujer de falda debajo de las rodillas y cabello recogido en una cola de caballo lo mira con admiración.
El olor al interior del lugar es asqueroso. Alcanzo rápidamente un refresco dietético y me sirvo un café negro grande. El mal olor proviene del indigente que cuenta sus monedas para terminar de pagar un paquete de tortillas.
—No sé por qué los dejan entrar así —voltea a decirme la mujer que antes estaba con el predicador, y que ahora se encuentra justo detrás del chico. Lo dice fuerte y claro, quizá, tratando de que él la escuche.
Es un muchacho muy joven, acaso mayor de 20.
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Cuando salgo, el chico está sentado en una banqueta, alimentando a un perro sucio y grande con las tortillas frías. No hay mayor ternura que la de ese chico preocupado por alimentar al animal.
—Dios proveerá —dice el predicador a su esposa. Cuando ella alega que no debieron dejar que el misionero los abandonara en medio de la nada, él repite las mismas palabras.
La temperatura desciende casi a cero grados. Me ofrezco a llevarlos a la ciudad.
—Te dije que Dios proveería —dice el hombre a su mujer, abriendo la puerta del copiloto para sentarse adelante en mi auto. Sólo es ella quien me da las gracias.
Ahora es el predicador quien se queja del chico sin hogar.
—Aquel fulano quería que lo invitáramos a cenar por Navidad. Si no le interesa la palabra de Dios, no tengo más para ofrecerle.
—Todos queremos compañía en esta época —le digo.
—Y trae un perro asqueroso. Me dan mucho asco los perros.
—¿No nació Cristo entre animales? —agrego.
Me alejo del auto para invitar al chico a viajar con nosotros. Acepta si puede llevar a Camila, su perra.
—Tráetela.
La perra es tierna y mansa, ya vieja. Se acomoda atrás, entre el chico y la mujer. Bajo el vidrio de mi ventanilla con discreción para no ofender al muchacho.
—Para ustedes, ¿cuál es el sentido de la Navidad? —quiere el predicador iniciar un sermón.
Nadie contesta. Cada uno está un poco harto. La perra bosteza. Faltan dos horas para llegar a San Luis.
—Es la época en la que mi mamá me deja quedarme en su casa —dice el muchacho después de rato.
—Es la época en la que mi familia finge que me ama —agrego.
La mujer va a decir algo, pero sólo vomita sobre sus zapatos. Me detengo en el acotamiento.
—Perdón, ya sé que apesto —dijo el chico tomando un rollo de papel higiénico que le pasa el hombre, y agachándose a limpiar los pies de la mujer.
La mujer sólo quiere quitarse al chico y a la perra de encima.
—Perdón.
Me da más pena el chico que la mujer. Desciendo del auto para sacar un par de prendas de la cajuela.
El chico también desciende, y se viste con una sudadera y un pants que le quedan cortos pero están limpios.
—Gracias —dice muy sonriente, dejando su ropa sucia ahí en el camino. Se ha cambiado junto al vehículo a pesar del frío.
No invitaría al chico a mi casa paterna, pero tampoco a los religiosos. Quizá ni yo llegue a tiempo a la cena en casa de mis padres.
El muchacho se limpia la cara y los brazos con unas toallitas húmedas de bebé que le ha extendido la mujer, quizá con el corazón ya un poco ablandado.
Los observo desde afuera mientras fumo. No quiero ir a casa. Si fuera diminuta podría dormir entre el pelambre de Camila. Los predicadores llegarán a destino a preparar una mamila y, si acaso, un par de huevos estrellados. El chico golpeará largo rato frente a la puerta en casa de su madre. Yo comeré un trozo de pavo frío frente a una mesa ya vacía. Quiero pensar que la Nochebuena no se trata de la soledad, sino del encuentro.
Ellos son dos padres y un bebé. Camila, el chico y yo somos tres reyes magos.
—Seguro hay algún VIPS abierto —digo mientras subo al auto, saboreándome un sándwich club—. Hoy yo invito la cena.
En cortoOrfa Alarcón
Escritora y editora. 'Loba' es su más reciente novela.
AQ