La debilidad de los fuertes | Por Avelina Lésper

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Papas, príncipes y gobernantes, ignorantes y orgullosos, seducidos y engañados por la astrología, murieron asesinados, traicionados o de enfermedades dolorosas, sin que los astrólogos pudieran prevenir o conjurar.

Triple retrato de Charles I de Inglaterra, por Sir Anthony Van Dyck. (Google Art Project)
Ciudad de México /

Arbitraria y voluble, la fortuna elige pero no sostiene, abandona y se marcha a trastornar otra existencia y, acaso, premiarla o destruirla. El poder lo sabe, ostentar el privilegio de mandar y decidir es padecer el miedo a la impredecible fortuna. La procuran con supersticiones y magia, el poderoso quiere conocer el futuro y controlarlo, acabar con sus enemigos, alejar los eventos desgraciados, manipular eso que no está a nuestro alcance: el destino.

El rey Charles I de Inglaterra, tenía en su corte a dos astrólogos, eruditos en ciencia y alquimia, Sir George Wharton y Elias Ashmole. Los consultaba todos los días, cónclave de astros, deliberaban, guiaban y aconsejaban en guerras y amores. Aterrados, vieron en los astros la caída de su rey, la furia de Cromwell, con hermenéutica buscaron cambiar la fatalidad infausta. No fue posible, el rey absolutista fue decapitado en un espectáculo público y su cabeza rodó como una estrella roja, con los ojos abiertos.

Voltaire en su Diccionario Filosófico afirma que la astrología se inventó antes de que tuviéramos una idea clara de cómo era el Universo y el Sistema Solar, que el calendario ha cambiado en varias ocasiones y que eso invalida cualquier predicción. Papas, príncipes y gobernantes, ignorantes y orgullosos, seducidos y engañados por la astrología, nos dice Voltaire, muchos de ellos murieron asesinados, traicionados o de enfermedades dolorosas, sin que los astrólogos pudieran prevenir o conjurar.

Ascienden por los medios más detestables, los poderosos creen más que en sus supuestos “ideales” o fines, en que hay algo inasible, irracional, incontrolable que los sostendrá con una fuerza más efectiva que la de un ejército, y los protegerá de su propia existencia.

Cicerón en su libro De la Adivinación, dice que las señales o visiones enviadas por los dioses requieren la interpretación de un oráculo, la adivinación “es el presentimiento de las cosas fortuitas”, sin embargo, no hay que atender a los sueños, y reprocha a Sócrates que se haya tomado tiempo en estudiarlos. ¿Qué soñarán los poderosos? Los gobernantes dormían en el santuario de Pasifae porque propiciaba los sueños con vaticinios, al despertar sabían a quién asesinar, o cuándo iniciar la guerra.

Santeros, brujos, chamanes, el ritual persigue lo mismo: aniquilar a los enemigos y conservar a la fortuna. Adictos a la adivinación, brujería, astrología, el día de hoy somos gobernados por personas que sacrifican gallos, hacen ofrendas, cargan talismanes, y saben que sus rivales también convocarán los mismos recursos. La certeza que tenemos es que Macbeth no pudo cambiar el destino que las brujas advirtieron, su ambición lo llevó a la desgracia. Nadie está protegido, el poder es débil, en las estrellas está estipulado: causa es efecto. El tránsito de Júpiter trae visiones confusas, Mercurio es propicio para expresarnos, y la Luna avisa que la caída será formidable e inevitable, veremos al poderoso ser el verdugo de su efigie.

AQ

  • Avelina Lésper

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